Es impresionante la cantidad de videos que se publican con incidentes en los que gente de todo tipo, condición, edad y sexo se agarran a golpes para dirimir sus diferencias. Lugares como La Antigua Guatemala y otros en donde abundan los bares y centros nocturnos casi semanalmente ofrecen ese tipo de espectáculos que ponen de manifiesto la anarquía en la que estamos viviendo, no digamos los enfrentamientos cotidianos que se dan en el tráfico, generalmente como consecuencia del comportamiento abusivo de algunos conductores.
El que esporádicamente se den situaciones de ese tipo se puede entender, pero cuando se convierten en un patrón que refleja una tendencia a resolver todos los problemas de manera violenta es necesario meditarlo porque ello implica que hay todo un mar de fondo en ese comportamiento social. Obviamente, el licor juega un papel importante, sobre todo en esos tremendos agarrones que se ven afuera de los bares de los sitios referidos, pero generalmente no se trata de un pleito entre dos personas, sino de auténticas batallas campales que el rato menos pensado nos dejarán víctimas fatales, dada la cantidad de gente que porta armas en el país.
El incidente entre la alcaldesa de Parramos y pobladores que fueron desalojados por la fuerza es algo que debe ayudar a abrirnos los ojos en el sentido de que estamos transitando por una ruta muy peligrosa. La sensibilidad de la gente está a flor de piel y, lo peor de todo, nadie tiene confianza en las autoridades para dirimir ningún tipo de diferencia, puesto que cuando no actúan con prepotencia lo hacen con la intención de recibir alguna mordida.
No podemos caer en esa situación de arreglarlo todo a piñazos porque de esa forma iremos escalando cada día hasta llegar a situaciones que van a ser fatales e irreparables. Los padres de familia tenemos que influir en nuestros hijos para que mantengan la calma y traten de evitar problemas, aun entendiendo que ese clima de anarquía genera muchos abusos que resultan ofensivos y molestos siendo, generalmente, los que causan ese tipo de disputas.
Basta ir en el tráfico para ver cómo el comportamiento abusivo se ha ido extendiendo cada vez más, con la certeza de que no hay autoridad que imponga el orden y asegure el respeto a las elementales normas de tránsito. Vehículos y, sobre todo, motos que no respetan carriles ni semáforos en rojo y hacen literalmente lo que les da la gana, terminan exacerbando la paciencia de cualquiera, propagándose esa cultura de reacciones violentas que, de todos modos, no resuelven el problema porque unas cuantas cuadras más adelante ya aparecerá otro haciendo las mismas.
Debería ser realmente tema para algún estudio serio del comportamiento colectivo porque cuesta entender que para ciertas cosas estamos listos y dispuestos a reaccionar hasta violentamente, pero para otras hacemos gala de esa sangre de horchata sobre la que tanto se ha escrito. No creo que sea una forma de desahogar la frustración que provoca el no poder hacer nada ante la manera en que los ladrones están destruyendo al país y a la sociedad, pero tampoco logro entender por qué para tantas cosas tenemos la mecha tan corta y para las más importantes tenemos larguísima mecha y nada de pólvora.