Pareciera como si los ingenieros y técnicos del Ministerio de Comunicaciones fueron agarrados con los calzones en la mano con el tema del hundimiento en Villa Nueva y se muestran sorprendidos por el hecho de que exista una falla geológica en el lugar, lo que reputan como causa del descalabro, situación realmente inaudita porque siendo profesionales de la ingeniería tendrían que saber, como punto de partida, que el nuestro es un territorio plagado de fallas y, por supuesto, cualquier proyecto que se diseñe tiene que tomar en cuenta ese factor para implementar las acciones de refuerzo que hagan falta.
El Libramiento de Chimaltenango es una clarísima muestra de que ni los ingenieros del sector público ni los del sector privado se preocupan en absoluto por realizar estudios serios para determinar las características del suelo en el que se va a desarrollar un proyecto.
La verdad es que están tan ocupados haciendo las sumas y restas para determinar de qué tamaño es la mordida que no le ponen la menor atención a todo aquello que pueda significar mayor vida útil para cualquiera de las obras y por eso es que cada invierno vemos que se destruyen carreteras, caen puentes y se dañan edificios públicos porque, tristemente, no disponemos de aquella clase de funcionarios que realmente llegaban a los puestos con la intención de hacer aportes para el desarrollo del país. Hace mucho tiempo que la gente honorable se tuvo que hacer a un lado para dejar espacio a los largos que ahora son los que van no sólo con la intención de hacer pisto sino con la orden precisa pues lo que los superiores esperan de cualquiera que ocupe un puesto es que genere esos ingresos adicionales que son la principal aspiración de nuestros políticos, quienes encuentran en el gremio de contratistas suficientes socios como para llenar y rellenar maletas con el pisto mal habido.
Hace un año en ese mismo lugar se produjo otro hundimiento quedando a luz el terreno socavado a la orilla de la carretera, pero los brillantes expertos no hicieron nada más que rellenar la caverna sin tomarse siquiera la molestia de indagar por qué se produjo. No hubo estudios ni hubo preocupación de nadie; echaron tierra suficiente para que no se viera ya ningún daño, sin percatarse de lo que había en el subsuelo y del riesgo en que estaba toda la ruta que es la columna vertebral para el abastecimiento del país y por la que transitan diariamente más de 150,000 vehículos, tanto privados como de carga y de pasajeros.
El presidente del Colegio de Ingenieros dio declaraciones en las que se refirió a las tareas de mantenimiento y prevención que son obligatorias para preservar la red vial del país, pero eso les viene del norte a los encargados de realizar el trabajo porque me parece que son tan perversos que prefieren que pasen estas cosas, ya que eso les asegura nuevos contratos y ya todos sabemos a qué empresas van a convocar y la piñata que armarán con los fondos asignados.
De suerte que lejos de haber sido sorprendidos con los calzones en la mano estaban con las manos en los bolsillos, listos para irlos rellenando con el fruto de la reparación del daño hecho.