Taiwán ha pagado un altísimo precio en mordidas a gobernantes de otras naciones para asegurar que mantienen su reconocimiento a ese territorio como nación independiente, pese a los reclamos de China, y no fue únicamente Portillo quien recibió ese tipo de fondos sino que prácticamente todos los que pasaron por la Presidencia de Guatemala y de otros países de la órbita taiwanesa. Ante el destape de esos casos, su diplomacia ha encontrado otras vías para mantener su influencia, siempre a cambio de dinero, pero de forma que disfrace el soborno, como es el caso del aporte que hicieran para financiar el cabildeo que hace nuestro gobierno entre las huestes trumpistas de Estados Unidos para contrarrestar las acciones de la administración actual para combatir la corrupción y la impunidad que, conjuntamente, han destruido nuestro Estado de Derecho.
Pues el cabildeo está rindiendo frutos y prueba de ello es la misiva enviada por los senadores Marco Rubio y Mark Lee al Departamento de Estado para quejarse porque en sus oficinas han recibido informes preocupantes de que empleados del Departamento de Estado y de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) puedan estar socavando los esfuerzos para respetar la soberanía de las naciones del Hemisferio Occidental, “como ha sido tradición” de los Estados Unidos. Dicen que esos empleados están trabajando de manera inapropiada en el proceso de designación de Fiscal General.
Caben varios comentarios puesto que no hace falta tener una bola de cristal para entender que los “informes preocupantes” vienen de los cabilderos pagados por el dinero taiwanés que está comprometido con la defensa a toda costa de la corrupción en Guatemala, no sólo para quedar bien con Giammattei y su gente sino, sobre todo, para hacer que el descarado soborno a gobernantes del país no vuelva nunca a ser investigado como parte de algún esfuerzo contra la corrupción. Repito que no fue solo Portillo quien recibió ese pisto y se lo disfrutó, sino que es algo que también gozaron otros gobernantes.
En cuanto a la tradición de respeto a la soberanía de los países del hemisferio occidental solo habría que recomendarles a los senadores que lean el libro de Thomas McCann titulado “Una Compañía Americana: La Tragedia de la United Fruit” en el que se describe todo lo que esa compañía hizo para derrocar a un gobierno tras la imperdonable osadía de permitir la creación de un sindicato y, peor aún, hablar de confiscar las tierras ociosas de la Frutera para incluirlas en el plan de reforma agraria. Y eso únicamente como botón demuestra para esos ignorantes o cínicos, porque sólo siéndolo puede alguien llenarse la boca hablando de la tradición norteamericana de respeto a la soberanía en esta región.
Ni Rubio ni Lee dicen ni jota sobre cómo se manoseó la postulación de aspirantes para incluir, a puro tubo, a Consuelo Porras en la lista de la que había quedado fuera. No fue por maniobras de la Embajada ni de la USAID, sino que la influencia del mero centro del gobierno en la Corte de Constitucionalidad hizo que, para evitar males mayores, se dictara un viciado amparo para forzar a su inclusión. Pero, por supuesto, Rubio y Lee solo saben lo que les dicen esos cabilderos pagados por Taiwán y que están sembrando semilla entre los trumpistas con la idea de que eso alivie la carga que significa la presión internacional contra la corrupción de Giammattei.