Las pasiones que dividen a las sociedades están siendo cada día más fuertes e irreversibles y si en Guatemala nos sentimos polarizados en medio de la supina ignorancia sobre lo que son las diferentes ideologías, Estados Unidos lo está igual o más, en temas que plantean posiciones irreconciliables que, en el fondo, nada tienen que ver con ideologías sino con populismos que, de uno y otro bando, estiman que mientras más radicales las posiciones, más fervientes las lealtades que se van acumulando. Hoy mucho del debate se ha visto alimentado por el anuncio de la mega empresa Disney respecto a la nueva ley en Florida sobre el controversial tema de la diversidad sexual, lo que ha dado como resultado que el gobernador del Estado de Florida haya propuesto disolver el privilegio que se otorgó hace muchas décadas a la empresa cuando creó el parque Disney World, al concederle el control político de todo el territorio que ocupa el parque y sus expansiones, dejándolo bajo su autoridad.

 

Disney es una de las empresas que están pasando un mal momento en la bolsa de valores y el año pasado fue una de las que más pérdidas reportó en el índice Dow Jones y se considera, junto a Netflix, como una de las que están pasando serios problemas en ese competitivo mercado de la transmisión de programación por internet. El público de Disney es global y de todas partes del mundo llegan visitantes y los de Florida no son la mayoría. Experta en el manejo de data y estadísticas, la entidad sabe que sus visitantes llegan de muchas ciudades del mundo donde, por su tamaño, la diversidad es algo que se da ya por sentado y de esa cuenta, buscando la lealtad y simpatía de quienes conforman su mercado, ajusta la política respecto a la diversidad sexual de una manera contraria a lo que pueda ser la visión ultraconservadora de De Santis en su lucha por convertirse en el sucesor de Donald Trump, como si la moralidad fuera algo realmente importante para los que conforman esas huestes.

 

Disney no puede considerarse como una empresa izquierdista. Su expansión y fortuna tiene mucho que ver con la forma en que negoció privilegios, como ese de convertirse en autoridad municipal de Reedy Creek Improvement Territory, lo que le permite hacer lo que le venga en gana sin necesidad de contar con licencias ni permisos. Todo un condado o municipio les fue entregado a cambio de la decisión de invertir en Florida y ahora ese es el privilegio que De Santis les quiere quitar por la postura de la empresa respecto a su ley que prohíbe hablar siquiera de diversidad sexual.

No es, desde ningún punto de vista, un pleito ideológico sino un lío politiquero entre mercantilistas, empresarios y políticos, que solo piensan en sus intereses y a quienes valen gorro las ideologías. Es más, muchos no las entienden, pero si asumen que hablar en ciertos términos les fortalecen ante ciertas audiencias que les interesan y en eso igual actúan la empresa y el gobernador.

Es ilustrativo porque, otra vez, se pinta como enfrentamiento ideológico algo que es enfrentamiento de intereses de dinero, de uno y otro lado, aunque a unos les digan conservadores y a otros liberales, el equivalente allá de los que aquí llaman comunistas.

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