Una de las principales características de los tiranos de cualquier ideología o tendencia es la enorme soberbia que les hace creer que son infalibles y que todo lo que hacen o dicen está bien, mientras que cualquiera que les lleve la contraria está no sólo equivocado sino que lo hace persiguiendo oscuros intereses. Por ello se rodean de gente que a todo les dice que sí, sin chistar, y que van aumentando esa sensación de omnipotencia porque en medio de la lambisconería no se oye ni una voz disidente. De eso se habla mucho ahora que Vladimir Putin se ha puesto en el ojo del huracán con su decisión de invadir a Ucrania, país al que supuso que aplastaría en cuestión de horas gracias a lo que le fueron diciendo sobre la inmensa capacidad de su ejército y sobre las supuestas debilidades de la defensa ucraniana.
Pero el tema es mundial y cualquier autócrata que, a diferencia del estadista, se llega a sentir con el poder absoluto toma esas actitudes, rodeándose de gente que, con tal de preservar el hueso que le reporta tantas utilidades, aceptan ser borreguitos para decir amén a todo lo que diga el gobernante, aunque sea de aquellos que por su escasa formación o simple falta de neuronas, viven diciendo puras tonterías que no resistirían el menor análisis pero que saliendo de la boca del déspota, sobre todo si lo dice subiendo las cejas para darle más énfasis a sus ideotas, terminan siendo aplaudidas por la Corte que ya sabe que si alguien se aparta y por casualidad o descuido deja ver siquiera un ápice de desacuerdo, de inmediato es enviado a la congeladora y separado del grupito que participa en todos los negocios habidos y por haber.
Los analistas están ahora entretenidos haciendo una y mil especulaciones sobre qué hizo a Putin llegar a donde llegó y cometer el gravísimo error de lanzarse a una guerra en la que el tiro le está saliendo por la culata. Algunos señalan errores de los servicios de inteligencia que no supieron medir las condiciones reales, pero la verdad es que cuando quien toma las decisiones se cree más poderoso y sabio que Dios, la gente les termina diciendo no la realidad sino lo que ellos quieren oír porque es la única manera de conservar sus posiciones.
Es un tema que cualquiera que conozca un poco de los entretelones del poder sabe que se repite una y otra vez con todo tipo de personajes, pero que se exacerba en la medida en que son más brutos e ignorantes porque su falta de talento la suplen con la arrogante soberbia que demanda lealtades absolutas y que anda repartiendo amenazas a diestra y siniestra. Putin no es tan bruto o ignorante como otros que conocemos, pero su nivel de endiosamiento tras tantos años de dictadura llegó a ser absoluto y eso tiene sus consecuencias.
Hay mucha gente que ha tenido trato y contacto con personajes mediocres que se sienten iluminados y tienen que ocultar su rechazo y desprecio porque mostrarlo hace que pierdan un ministerio o hasta la presidencia del Congreso.