Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Anoche el pueblo pudo ser testigo de hasta dónde ha llevado al país la corrupción descarada e impune. Literalmente cientos de miles de guatemaltecos siguieron por primera vez una sesión del Congreso para darse cuenta de la forma en que se maneja ese sucio Organismo donde los votos se venden al mejor postor que siempre es quien controla los fondos del Estado. El papel de casi todos los medios de comunicación que transmitieron en directo, pero especialmente el del diputado Aldo Dávila, quien llegó a tener más de 200,000 personas viendo su “transmisión en vivo” de la podredumbre, permitieron entender qué es el Congreso y cómo operan los diputados, esos llamados “representantes del pueblo” que al final de cuentas no son sino descarados representantes del Pacto de Corruptos que asfixia al país.

No es lo mismo que a la gente le contemos lo que ha ocurrido a verlo en vivo, a todo color y con descripciones como las que hizo Dávila a lo largo de la tarde y noche. Si para algo sirvió el toque de queda fue para que en el momento crucial de la negociación sólo la audiencia de Dávila superara los 200,000 seguidores de las redes sociales que presenciaron la indignación de algunos diputados por el comportamiento descarado y cínico de Allan Rodríguez. Hasta Álvaro Arzú hijo, quien ocupó esa misma presidencia y sabe para qué sirven los teléfonos allí ubicados, protestó “indignado” por lo que estaba viendo desde el pleno de diputados en una asquerosa repetición de lo que ya es práctica común en nuestro Organismo Legislativo.

Durante la larga negociación el oficialismo fue comprando uno a uno valiosos votos que, por supuesto, cada minuto se hacían más caros ante la desesperación de Rodríguez quien, como dijo Dávila, sí que sudó la gota amarga durante el denodado esfuerzo para cumplirle a Giammattei. Pero ni con todo el dinero que manirrotamente ofrecía el presidente del Congreso pudieron llegar a los 81 votos que les hacían falta. Cuando se dio cuenta que no los podía lograr, ni siquiera con ese derroche del dinero del pueblo, se vio forzado a cerrar finalmente, resignado, la nefasta votación.

Ahora el asunto es qué vamos a hacer los ciudadanos tras haber visto en vivo cómo operan los podridos diputados. No cabe la excusa de que “no muy bien entendemos lo que pasa” porque ayer el cinismo rebasó cualquier barrera y nos permitió observar la clase de representantes que hay en el Congreso. Varios diputados fueron señalando, con detalle, el terrible manejo que se ha hecho de la pandemia y ni siquiera la presencia de directores de Hospitales que fueron acarreados para presionar a favor del gobierno, ayudó al oficialismo porque éstos, los directores, son los que más saben el asqueroso papel que han jugado las autoridades y en la posición en que los han puesto a ellos y al personal médico.

Los guatemaltecos ahora estamos más comprometidos que nunca y hay que decir que nadie en el Congreso midió el impacto que tendría la transmisión de Aldo Dávila que debe ser, sin duda, la chispa que le hacía falta a este pueblo para decir ¡Basta!, haciendo de la lucha contra tanta porquería un auténtico deber moral y ciudadano.

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