Con el mismo tono arrogante y prepotente de Giammattei, calificando todo cuestionamiento de especulaciones mal intencionadas de la prensa, el Embajador ruso que tiene a su cargo Guatemala y otros países, emitió ayer un comunicado en el que pretende, sin éxito, explicar el negocio de las vacunas cayendo en contradicciones y torpezas que evidencian la complicidad de algunos rusos en una operación que apesta a podredumbre y que se ha convertido en la principal preocupación del presidente de Guatemala, no porque no vengan las vacunas sino porque sospecha que hay gente que sabe mucho de lo que realmente ocurrió y por ello fue que mandó a su “amiga” Consuelo a escarbar en distintas fiscalías para ver si tienen algo en su contra y contra los personajes más cercanos.
El Embajador, si tuviera un mínimo de decencia, debiera empezar por admitir que han estafado al pueblo de Guatemala con ofrecimientos que no pueden cumplir. No hay otra forma de calificar el incumplimiento de un contrato por el que recibieron dinero adelantado y que se traduce en una realmente ínfima cantidad de vacunas. En cambio, él también se acoge al compromiso de confidencialidad que por lo visto es una inmensa chamarra para tapar cualquier tipo de cochinadas.
Ayer escribía yo, antes de que se difundiera el comunicado del embajador ruso, que a Rusia con sus aspiraciones de ampliar su influencia geopolítica, le debería de dar vergüenza lo que ha ocurrido en la negociación con Guatemala porque la misma demuestra lo que mucha gente intuye y sabe, en el sentido de que las mafias rusas son por mucho superiores a la célebre mafia siciliana. El Embajador lo que confirma es que en este caso no hay en realidad inocentes porque él asume la responsabilidad, en nombre de la Federación Rusa, de haber recibido el dinero sin entregarle a nuestro país más que una miseria de vacunas.
Por supuesto que el diplomático tenía que tratar de salvar el pellejo de uno de sus socios, el ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, y por ello las alabanzas a la pericia de quien como logro maravilloso puede presumir de haber agilizado el envío de 400,000 dosis de los 8 millones que se compraron a los rusos.
El tema de que la demanda mundial es el gran factor no puede esgrimirse porque ese detalle lo sabían perfectamente cuando asumieron el compromiso con Guatemala. Pero como lo que les urgía era cerrar el negocio y se atuvieron a que el pueblo chapín es indolente y con sangre en la horchata, ofreciendo lo que no podrían cumplir y se llama estafa aquí, en Rusia y en la China.
No hay ningún elemento de convicción nuevo en el mensaje del embajador y tampoco lo hay en el comunicado que anoche, tras la llegada de 200,000 dosis emitió la encargada de negocios que reside en Guatemala y que, asumo yo, sabe perfectamente cómo se hizo toda la apestosa negociación y por ello se esmera en querer tapar el sol con un dedo.