Era una mañana tranquila, habíamos terminado la revisión diaria de pacientes en servicio de emergencia, estábamos completando en Tomografía revisando imágenes, cuando recibimos el aviso que traerían muchas víctimas de un incendio.
Como médico de atención de emergencias estamos preparados para todo en todo momento, sin embargo, confieso que esta situación rebasó los límites pensables, por la magnitud, la gravedad y la cantidad de víctimas.
A los minutos de aviso recibimos 23 niñas víctimas del incendio. Quizás solo las escenas descritas por Dante en la Divina Comedia pueden ser semejantes al horror que es ver un ser humano con más de la mitad de su cuerpo “muerto” por el efecto de las llamas. Las miradas de miedo, los gritos de dolor y angustia de las víctimas, la desesperación y estrés del personal de atención inundaba la sala de emergencias.
Acostumbrado al caos, a los casos más difíciles día a día y tener muchos pacientes con pocos recursos pensaba que había visto “todo”, pero no. Era urgente asegurar la respiración de todas las niñas por quemadura de su vía respiratoria, pero no podíamos administrar drogas para dormirlas, ya que los sitios de acceso venoso estaban agotados y era casi imposible conseguir uno de estos accesos debido a que sus extremidades y cuello estaban completamente quemados.
Atender a una víctima grave es apremiante y requiere una coordinación interdisciplinaria estricta, hasta una decena de personas actúan en coordinación para tratar de salvar la vida, imagínense atender 23 pacientes graves a la vez. Rebasa la capacidad de atención, rebasa la imaginación, rebasa los límites de pensamiento.
En término corto el personal de atención nos organizamos y logramos finalmente asegurar la respiración y la circulación de las 23 niñas, la que menos afección tenía rebasaba el 60% de superficie corporal con quemaduras graves. No sabíamos nombre, no sabíamos edad, nadie las podía reconocer. No entendíamos qué había pasado, si venían de un lugar en donde “resguardan” y “cuidan la vida” de nuestros niños guatemaltecos ¿cómo era posible semejante desgracia?, en fin, no había tiempo para filosofar o indagar, era tiempo de actuar. En defecto de su identificación les colocamos un número a cada una, del 1 al 23, clasificamos su porcentaje de quemaduras, su aporte de líquidos, sus parámetros vitales y había de 3 a 5 encargados de cada niña.
La primera hora tuvimos el primer desenlace fatal, era de esperarse por la gravedad, pero nos negábamos a perder una vida. Fueron 17 horas intensas, poco a poco fueron restándose estas 23 valiosas vidas, la muerte nos había ganado la partida, también el personal era cada vez menos, el cansancio y el agotamiento de tantas horas de trabajo intenso y complejo había diezmado la capacidad de varios voluntarios que habían reforzado al escaso personal de la emergencia.
El colapso en el hospital es y ha sido el día a día, así que este desastre sucedió en un hospital lleno, sin camas en cuidados intensivos, sin suficientes insumos y personal. Por lo que el monitoreo crítico se hizo donde se pudo, pero no faltó la coordinación, la organización y la voluntad del personal del San Juan de Dios.
Pasada la medianoche se habían logrado estabilizar y llevar a sala de operaciones a más de la mitad de las víctimas, muchas otras habían muerto en el intento.
Fue hasta que pasaron muchas horas que mi modo “robot” colapsó, tuve tiempo para sentir, analizar y absorber esta jornada fatídica, lloré durante la madrugada lamentando tanto dolor, y repasando cada paso de atención clínica buscando errores, aciertos, opciones, ya que no aceptaba tanta muerte, queríamos que todas vivieran y salieran de ese dolor. Al mañana siguiente todavía muy agotado trabajé los datos estadísticos, ya que temprano tendríamos una sesión de trabajo para el análisis pasado y futuro de este colectivo de víctimas. Hice todo el esfuerzo para que mis sentimientos y mi tristeza no nublaran mi capacidad de análisis y acción.
Tres días después acompañé a Estados Unidos a dos de las víctimas, debido a que en Guatemala no tenemos capacidad de trasplante de piel cadavérico, que era la mejor opción para cubrir las áreas afectadas por las quemaduras. Fue un vuelo humanitario intenso, con un piloto, un enfermero y un intensivista de vuelo. Quedé impresionado de la capacidad de manejo de pacientes graves en pleno vuelo. Yo, acostumbrado a mi zona de seguridad, en una emergencia grande, más personal y equipo, me sentía vulnerable en un Jet de diminutas dimensiones, pero muy veloz, con personal altamente capacitado.
Llegamos en horas a la ciudad de Ohio y decenas de médicos y paramédicos atendieron a nuestras dos sobrevivientes. Me dio esperanza ver tanta tecnología, tanta capacidad de atención, tanto recurso; aunque me inundó la decepción y frustración de tener que salir del país para tener esta esperanza con las víctimas. ¿Cómo? un mismo problema, en un mismo paciente puede tener un desenlace distinto, ya que en otros países con mejor recurso los resultados son mucho mejor que en sitios austeros como el nuestro. En estos países la medicina sí es relevante e importante para la nación, si hay recurso, si hay inversión y si hay voluntad política.
Más tarde me encontraba en la plaza, indignado junto a otros cientos de compatriotas, reclamando justicia por estas niñas.
8 años después seguimos esperando respuestas, seguimos esperando un mejor sistema de salud, condiciones dignas de atención y la esperanza de dejar de ser un país cruel, de ser un Estado ausente y a veces victimario. Si la niñez es tratada así por los gobiernos ¿qué futuro le espera a este país?.
Como médico de emergencias deseo con todo mi corazón haber servido al máximo a estas niñas, seguir sirviendo a los pacientes que acuden con una urgencia, y NUNCA volver a vivir el horror de tanto dolor. Extiendo mi respeto y condolencias a las familias de las víctimas, mi profundo deseo porque las huellas que quedaron en las sobrevivientes sean mínimas, y especialmente deseando que la justicia sea inclemente con los responsables de este infierno, y tanta maldad tenga su karma.
Que Guatemala brinde a sus hijos la paz que merecen, la seguridad, la educación y el acceso a la salud, que volvamos a ver la sonrisa de nuestros niños.