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José Milla es recatado, católico y discreto en “Don Bonifacio” y en general en toda su obra. Batres Montúfar es eróticamente sensual en sus “Tradiciones”. Aceptemos por tanto que Milla imita a Batres hasta un cierto punto del que no pasa y el que  no rebasa por lo dicho: por el en enorme temor que Carrera le inspiraba. Aquí vemos ya la politización de la literatura que, puestos a pensar, está ya presente ¡y cómo no! En el “Edipo, rey” de Sófocles, dos mil años antes.

Cuando el capitán general del reino de Guatemala, don Antonio González Mollinedo y Saravia realizó la rapidísima y acelerada remisión a España (sin que hubiera sentencia y real juicio) del poeta español Simón Bergaño y Villegas en el año de 1808, ni Batres Montúfar ni Milla y Vidaurre habían nacido aún. Pues el primero viene al mundo en 1809 (mientras su padre José Mariano Batres y Álvarez de las Asturias ocupaba elevado cargo en la ciudad de San Salvador, cuna del autor del “Yo pienso en ti”) y Milla en 1822, seis años antes de que Bergaño muriera en La Habana, veinte después de haber salido de Guatemala donde vivió pero no nació.

El talentoso escritor David Vela en su obra en dos tomos “Literatura Guatemalteca” afirma que en José Batres Montúfar se ve clara y fresca la huella del estilo y las intenciones de Simón Bergaño y Villegas, el destemplado y violento escritor originario del reino de España, que vivió ocho años en Guatemala y que ofreció en nuestro prejuicioso y umbroso país lección de Ilustración, modernidad, revolución y cambio de ideas. Porque aunque Bergaño no es el libertino ni el blasfemo que algunos quieren ver en él, sí tenía (y asumía) criterios muy propios, peculiares y a veces escandalizadores, como cuando en carta dirigida al Papa exige a éste la liberación y la evolución moderna que han de tener, según él, los monasterios y conventos de clausura. Pero todo con mucho miramiento, elegante y muy ponderado lenguaje y en el tono y actitud de un fiel y no de un disidente irrespetuoso de la Iglesia.

Mas Bergaño es muy contradictorio y unas veces lo encontramos en actitud de consideración a las creencias religiosas y otras en postura de desafío sobre todo a las camandulerías y mojigaterías de los fanáticos de Cristo. Podría escribirse un libro en torno a la criticada y adorada figura de Bergaño (yo de hecho lo he realizado) en el que se revelase (entre otras muchas informaciones sorprendentes) que no fue prócer sino delator; que no fue guatemalteco sino español, pero que en cambio y también fue un grande y revolucionario escritor que expandió el campo de las ideas en Guatemala mediante La Gazeta. Pero no fue independentista: Unida a España (como José Cecilio del Valle) quería que Guatemala entrase de lleno en los derroteros de los tiempos nuevos, que aclamaban a la Economía como ciencia del cambio y del mejoramiento humano. Claro que miraba así la evolución y la revolución: porque era español.

Pero por ahora hablemos sólo de sus relaciones literarias con Batres Montúfar y con Milla. Comparto con David Vela su opinión de que mucho de lo escrito por Batres Montúfar, bien pudo haber sido firmado (sin que casi se notase cambio de estilo y de actitudes ante el mundo y la fe) por Bergaño y Villegas. Y viceversa. El autor del “Yo pienso en ti” asumía casi los mismos aire arremolinados de libre pensador que caracterizaron al que alguna vez firmó la “Oda a la vacuna” y la “Silva de Economía política desde el neoclasicismo y en verso. Pero que también redactaba muy salpimentadamente “letrillas” donde ponía en solfa y en ridículo –con acre crítica– a la sociedad guatemalteca (vetusta, rancia y oscurantista) de finales del XVIII y principios del XIX que, como nos lo cuenta Ramón A.

Salazar en “Historia de veinte y un años”, creía aun que la gente por encantamiento brujeril podía ser transformada en vaca. Creencias que se compartían no solo en los medios muy vulgares sino en los estamentos más “cultos” de la aristocracia de la aldea Guatemala.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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