Está claro que Milla en su juventud se inclinaba por el partido liberal y que Batres Montufar y su vena festiva, alegre, graciosa y retadora lo seducían. Pero la necesidad es imperiosa: ante la necesidad de satisfacer las más importantes urgencias humanas, es muy rara la ideología rebelde que perviva. Así, Milla tuvo que ceder e inclinarse ante el partido conservador y su máximo adalid el capitán general Rafael Carrera y Turcios.
Carrera, sus huestes y su corte aycinenal le dieron la ocasión de redimirse. Hay que hacer la salvedad de que el capitán general siempre fue dado a perdonar y que en su corazón no cupo el rencor. Si no, tampoco habría perdonado a los hermanos Diéguez Olaverri que casi cumplen con el intento de matarlo un día en la catedral.
Aquella ocasión de perdón y de redención Milla supo aprovecharla. Fue para unas fiestas patrias. Por medio de un hombre de confianza se le dijo al autor de “La hija del adelantado” que Carrera esperaba que volviese al redil de las blancas ovejas.
Yo me pregunto: si Rafael Carrera y Turcios no le hubiese dado la oportunidad de integrarse a la troupe conservadora y no le hubiera otorgado su perdón ¿qué clase y qué estilo de obra y de relato habría creado el padre de la novela guatemalteca, es decir, don José Milla y Vidaurre?
Para un 15 de septiembre el gobierno de Carrera pidió al joven Milla que redactara y leyera un discurso alusivo a la fecha ante un público representativo y prócer. Nuestro famoso novelista lo hizo, pero no ya con los vientos rebeldes del neoclásico que despreciaba la superstición, sino alimentado con los principales elementos del partido conservador. Hizo pues una apología y un análisis de la patria fecha desde el punto de vista que gustaba y favorecía a Carrera, a su pío y católico gobierno y a su oscuro partido medieval. Pepe Milla se había dado cuenta de que solo así obtendría el tan ansiado y necesario puesto o cargo burocrático (sobre todo en el servicio diplomático) que le permitiría no seguir pensando en la familia (en sus tíos) que lo habían recogido de niño.
¿Tenemos derecho de criticar a Milla por esta acción sumisa, poco rebelde y conformista? Creo que no. Mucho o poco, de lejos o de cerca la mayoría de escritores y periodistas en algún momento de la vida han tenido que hacer algo parecido a la rendición de Milla ante Carrera, con actos ínfimos o tal vez más significativos que el que se vio obligado a realizar quien más tarde usaría el seudónimo de Salomé Jil. Pero el hecho de no criticarlo inhumana e inflexiblemente no nos impide analizar las consecuencias de este acto mansamente antisubversivo. Las repercusiones de la rendición definieron la estética de don Pepe Milla que yo veo así:
Abandonó el camino de la novela semi realista que comenzó a atisbar con su poema narrativo titulado “Don Bonifacio” (en el que persigue sin rubor las huellas de Batres Montufar) para lanzarse en brazos de la novela romántico-histórica, que bebía de la fuente colonial, de sus costumbres y catolicismo oscuro y supersticioso, época que el gobierno de Carrera trató de revivir, una vez pasadas la lucha de Independencia y las guerras por mantener la integración de los Cinco Estados de la Federación de Centroamérica. Ello corrobora la idea de que la Independencia finalmente no fue sino un cambio de autoridades pero no de ideologías –menos aun- de estructuras socioeconómicas. Con Carrera se regresó incluso al período anterior a la Independencia. Es por esto que para no correr peligros y para no incomodar al dictador y su tribu, Milla escribe y publica tres novelas que exaltan la Colonia, la aristocracia colonial, el catolicismo de los curas doctrineros y, en síntesis, la Edad Media, puesto que los españoles retrocedieron en nuestro Continente incluso más atrás de lo medieval al conquistar América. ¿No es efectivo que introdujeran la esclavitud, un régimen estructural más atrasado aún que el feudalismo y que ellos en su continente ya habían medio superado?