Entre los años de 1825 y 1860 (recordemos que José Milla y Vidaurre nace en 1822 y muere en 1882) se da –primero en Europa y luego en América– el Romanticismo que, sobre todo en Centroamérica, puede alargarse hasta 1880 y quizá un poco más.

A este movimiento pertenecen (como máximos prototipos y pontífices de él) Lord Byron en Inglaterra; los dos Dumas (padre e hijo) y Víctor Hugo en Francia; Schiller en Alemania; Manzoni en Italia, etc. En Hispanoamérica (durante el primer Romanticismo): Sarmiento, Mármol, Esteban Echeverría y Gertrudis Gómez de Avellaneda. En la segunda hornada de latinoamericanos podemos integrar a: Manuel Acuña, Pombo y Jorge Isaacs e infaltablemente: José Batres Montúfar.

Los dos máximos exponentes del Romanticismo en Guatemala son José Batres Montúfar y en narrativa José Milla y Vidaurre.

La escuela romántica tiene sobe todo tres modos o formas importantes de expresión en literatura. Al primero de estos pertenecen la novela y el poema sentimental, donde las emociones exaltadas, más allá de sus límites y más allá de la muerte tienen un espacio perfecto, como en el “Yo pienso en ti” de Pepe Batres o en narrativa “María” de Jorge Isaacs. Una segunda modalidad está constituida por la novela histórica y la leyenda que se apartan de la realidad inmediata (como fuente) y buscan su inspiración o sus asuntos en el pasado histórico o legendario en una actitud que muchos califican de evasión (frente a la realidad inmediata) que el escritor se niega a ver o a sentir. La novela histórica fue trabajada con gran éxito por Milla. A este subgénero corresponden “La hija del Adelantado”, “Los nazarenos” y el “Visitador”. La leyenda fue trabajada con gran éxito por Gustavo Adolfo Becquer en España.

La tercera forma de expresión muy apetecida por los románticos es el cuadro de costumbres de extracción folklórica (citadina o rural) que representa y es lo popular y realista dentro de esta tendencia literaria tildada (por algunos desconocedores de ella) de exclusivamente aristocrática, de encastillada y encorsetada. Pepe Milla es, otra vez en Guatemala, un excelente ejemplo de esta manifestación romántico-realista justamente con su “Cuadros de costumbres”, “El canasto del sastre”, “Libro sin nombre” o “Un viaje al otro mundo pasando por otras partes”.

La característica más eminente del Romanticismo es la exaltación de lo sentimental frente a lo racional que es rechazado por quienes se adscriben a este movimiento, tan elogiador -hasta en exceso- de lo emocional. Fue característica también del Romanticismo su rebelión contra leyes y normas rígidas que rechazaban en el contexto creativo. La creatividad, decían los románticos y muchos ahora mismo, debe fluir libremente puesto que la obra en que se concreta nace, supuestamente, de la facultad mental menos esclava del hombre: la imaginación, la fantasía a quienes rendían verdadero culto como que si fueran diosas. Por último otro rasgo fundamental del Romanticismo es el gusto por presentar amores imposibles o impedidos por algo que devienen trágicos y que trascienden a la muerte, es decir la carne (que es barro y polvo) del hombre. Pues el amor que emana del espíritu es eterno.

En la novela histórica de Milla encontramos casi todos los elementos románticos que he nombrado, especialmente en aquellos capítulos que el autor se consagra a pintar amores trágicos e imposibles como los de Margarita Girón y Luis Melián, en “El Visitador”, donde más bien se integra un triángulo sentimental al que hay que añadir entonces a Francisco Molinos, quien al final de la  novela es encontrado muerto y abrazado al esqueleto  de Margarita (que lo antecedió en el tránsito) para demostrar que el amor va más allá de la muerte como exige el perfil romántico.

Continuará.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author
Artículo anteriorEstudio sobre las variantes del español en Guatemala
Artículo siguienteY la tierra se movió