Por supuesto que el súper-yo funciona tremendista cuando el individuo tienda a ser neurótico porque quien padece de neurosis tiene un gigantesco súper-yo, un yo muy poco participador y un id o inconsciente bastante masoquista y alucinado. Cuando el individuo es sociópata o psicópata o acaso medio psicótico hay necesidad de la directa intervención social, tal vez no para crear la culpa sino para ejecutar el castigo.
Hay que añadir también que entre más temamos la pérdida del amor (que se puede traducir en estima y protección social) más, también, recrudecemos los castigos y la flagelación interior concretados en depresión y angustia. ¡No lo dudemos! Toda angustia y depresión son castigos que nos autoimponemos automáticamente para hacernos pagar culpas (reales o imaginarias) a un coste tan alto que quizá ningún cuerpo militar del mundo se atrevería a ejecutar, incluso el de Estados Unidos contra Irán. Pero nosotros sí: contra nosotros mismos, hasta la destrucción total.
Pero maticemos: todos sabemos que la ontología es una parte fundamental de la filosofía. Quizá la más importante para aquellos que empíricamente llamamos “idealistas” y la más poco significadora (o de plano inexistente) para los “materialistas”.
En un sentido muy general podríamos hablar de ontología como el quehacer que investiga entorno y acerca de nuestros orígenes y posible destino traspasando y trascendiendo lo que la ciencia ya hizo (o pudo haber hecho en esa vía y camino de conocimiento) y ello es lo que puede disgustar a los “materialistas” súper científicos.
También podríamos hablar de ontología (en su sentido más misterioso) como aquello que busca la esencia de que estamos hechos o de la que provenimos, pero esto último daría a entender (de muchas maneras) la existencia de un Ser superior, dando pábulo a invertir los términos existencialistas, es decir que la esencia precede a la existencia: principio y base de la ontología clásica.
Lo que ya he expresado recientemente (entorno a lo que podría ser la ontología) engarza perfectamente también con la especulación que sobre Eros realiza Marcuse (revisor de las ideas de Freud).
Marcuse encuentra el Ser (o lo intenta capturar) en Eros que, como todos sabemos, es la encarnación mítico-divina del dios-amor entre los griegos. Pero que también incluye lo sexual y hasta lo perverso (dentro de la misma tendencia mítico-filosófica) si se quiere. Es sólo una hipótesis mía.
Para Marcuse Eros es la esencia, la energía y la razón (causa y sentido de todo, como he dicho ya) en su obra “Eros y civilización”, subtitula: Revisión de las ideas de Freud. Por Eros estamos aquí, por él vivimos, él es nuestra razón de ser, él lo mueve todo. Es esencia y energía a la vez. Por ello es llamado y buscado siempre como “el rojo dios”.
Recordemos que el idealismo siempre ha buscado (en el contexto de sus diversas metafísicas y ontologías) el Ser en el sector de la razón o de la “Idea” que para el caso viene siendo lo mismo. Es decir, una fase de la mente humana totalmente opuesta a lo erótico. Puesto que lo erótico radica en la imaginación, entre la fantasía, en la sensualidad, en lo lúdico, en lo impráctico, en lo soñador, en lo onírico y hasta en lo irresponsable y pueril…
Por ser “ontólogo” y metafísico ¿o no se dedica a estas disciplinas?, Marcuse es idealista. Sin embargo, el Ser no lo localiza y encuentra donde lo ha localizado siempre (matizado de diversas maneras) el idealismo tradicional, sino precisamente en el polo o lado opuesto. En la emoción y no en la razón. Lo cual constituye ya una excelente actitud contestataria frente a lo establecido que se vigoriza, además, por su obvio y claro eclecticismo.
Al encontrar nuestra raíz vital (nuestro origen y destino) en Eros y al encontrarlo (a él) tan maltrecho y golpeado, Marcuse al mismo tiempo realiza una labor de denuncia y aviso. Porque de no protegerlo pronto, Eros quedará totalmente fulminado y nuestro camino hacia el robot o hacia la bestia será irreversible. Conviene decir aquí y ahora que no es lo mismo lo erótico que la concupiscencia.