Buena parte del influjo que Freud tiene en Marcuse se desprende de la extraordinaria obra metapsicológica: “El malestar en la cultura” en la que Freud (según yo) hace muchas cosas: una ontología, una metapsicología, un franco y desgarrador análisis de nuestra “civilización”, una cala profunda en la permanente infelicidad humana, una revisión de sus categorías famosas: principio de la realidad y principio del placer enfrentados, confrontados y asimilados a Thánatos y Eros respectivamente; un enfoque de la religión y la religiosidad como una especie de “gran alucinación compartida”. Algo así como el opio de los pueblos de Marx y una condena del comunismo por cuanto no ve en su contexto clásico una auténtica solución de los problemas humanos.

Desde luego no sólo “El malestar en la cultura” influye en Marcuse ¡todo Freud en realidad lo marca! Pero naturalmente hay obras freudianas que lo impactan más que otras. Entre ellas están –además de la ya mencionada- “Más allá del principio del placer”, “Psicología de las masas y análisis del yo”, “El porvenir de una ilusión” y “El porqué de las guerras”. Obras, todas, en las que Freud hace psicología, filosofía, ontología, metapsicología o por lo menos psicología social. Y menciono esto porque a Freud siempre se le ve como un psicólogo de la individualidad muy desapegado de lo social, lo que constituye una gran falsedad porque Freud funda tanto la psicología individual profunda moderna, como la social. 

Quizá “El malestar en la cultura” influya tanto en Marcuse porque éste dado sus intereses sociológicos y filosóficos tenía que ser arrastrado por una obra así en la que Freud (ya de 74 años y con muy pocos en el porvenir) transfigura los conflictos y pasiones de la mente humana en cuestiones y problemas de índole general. En obras como ésta Freud termina de humanizarse por cuanto ya no pinta los rasgos horribles de una psicosis o una depresión (que nos pueden horrorizar) sino que lanza la idea de que en realidad todos estamos enfermos (en una sociedad enferma) todos somos neuróticos y la mayoría constituimos un montón de desgraciados.

Esto impacta a Marcuse porque él quiere ver lo social en lo individual y viceversa. Y presentar a la sociedad tanto capitalista como socialista como alienada desde su propio “yo” individual descompuesto y agriado por la misma civilización. Es decir, individuo y civilización en un circuito infernal de lamentos totalmente aislados de la risa y la felicidad.

Si en alguna obra podemos caer en la cuenta de la tremenda infelicidad del hombre ésta es “El malestar en la cultura” donde paradójicamente (como médico) Freud condena la longevidad actual cuando dice: “De qué nos sirve, por fin, una larga vida si es tan miserable, tan pobre en alegrías y rica en sufrimiento que solamente podemos saludar a la muerte como feliz liberación”.  

Esto lo escribe una de las cabezas más brillantes de Europa de por 1930, cubierto de gloria con el Premio Goethe (a su labor literaria, no científica) con una esposa y muchos hijos y digamos que con una familia feliz. Respetado, querido, admirado, pero triste y desgarrado por la civilización (como Stefan Zweig) y la cultura que le tocó vivir. Son los años del nazismo. El gran genocidio se cernía sobre la cabeza de los judíos. Y Freud era de cultura judía, como judío era Marcuse, ambos de habla alemana.

Pero además de ello –de haber nacido bajo la luminosa sombra hebrea- cuántas cosas no vería y oiría Freud en su famoso diván vienés, luego inglés (en el confesionario del psicoanálisis) que lo hicieron convencerse de que el homo homini lupus y escribir “El malestar en la cultura”, obra estudiada a  fondo por mí cuando escribí mi tesis sobre “Eros y civilización” de Marcuse (una revisión de las ideas de Freud) influenciado por los acontecimientos de Mayo 68.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author
Artículo anteriorExposición de Juannio 2025
Artículo siguienteLetras y música