No escribía con una pluma sino con una llaga, con una pústula que no se moja en tinta sino en pus y en fétido excremento. La condición humana se revela en él más allá de lo trágico: en lo grotesco y en el esperpéntico alarido de los basureros (de las ciudades basureros) en que deambulan (como fantasmas acabados por su propia podredumbre) los seres humanos que constituyen nuestro hoy profundo y vacío. Samuel Beckett no escribía con una pluma sino con una llaga.

He leído por quinta vez “Relatos” su primera (podríamos decir con Poética muy contemporánea) novela. Y en ella salta (más abierta y exprofesamente que nunca, en el contexto beckettiano) la huella y la figura profética del Kafka de “La metamorfosis” como el de “El Castillo”.

Hace falta valor e hígado para leer sobre todo los “Relatos” del irlandés porque para él nada ha quedado de edulcorado sobre la faz de la Tierra. Todo está podrido, carcomido y convertido en una gran cueva de ratas (las ratas son un leit motiv de su narrativa) y, en la superficie de esta pudrición, flota el hombre queriendo sobrevivir –pese a todo– sin fuerzas para suicidarse ni deseos para continuar viviendo: una paradoja infame.

“Relatos está constituido por tres historias diferentes pero iguales en su fondo (por ello podría llamarse en su totalidad “novela”) Estas son: “El expulsado”, “El calmante” y “El final”. En cada una de ellas tres hombres ¿bestias o carroña?, intentan seguir sobreviviendo a pesar de que nada esperan ya de la vida. Esta los ha tratado con absoluto vituperio y están sumidos (no en la vida) sino en un excusado público cuyas olas y mareas de detritus y orines los ahogan constantemente.

El Samsa de “La metamorfosis” de Kafka se ve calcado, completamente claro en el primero de los “Relatos” de Beckett, esto es, en “El expulsado” cuyo protagonista es una especie de monstruo (constantemente defecado por él mismo) que camina no con una roca al hombro sino con un bulto de excrementos en los fondillos de su pantalón, como sugiriendo la carga pesada de golpes y desprecios que ha recibido a lo largo de la vida. No tiene alojamiento y nadie quiere dárselo. Es el expulsado por esencia y excelencia. El que nadie quiere cerca y con quien nadie quiere compartir nada. A lo largo de todo un día el expulsado viaja en un coche cuyo cochero lo lleva en grotesco periplo por toda la ciudad buscando un hotel, una casa, una pensión. Pero todo en vano. Hasta que al expulsado no le queda más remedio que pasar la noche en una caballeriza (propiedad del cochero) con cientos y miles de ratas por dulce compañía.

Los otros dos “Relatos” son muy parecidos (aunque los personajes y las acciones sean un tanto distintos) pues también -como el primero- son seres sin hogar, sin techo, sin manta, sin cama, sin compañía, sin pan compartido, sin vida, sin sangre, sin belleza, sin calor humano. No tienen casa y si acaso logran compañía esta es de ratas.

Obviamente en “Relatos” no hay una invocación al realismo por ninguna parte ni por casualidad. Son alegorías puras (como una enorme metáfora en bloque) riquísimas de símbolos, de polisemia, de insinuaciones y sugerencias bestiales.

El hombre está en “Relatos” retratado como en una especie de radiografía alusiva. Es decir, no propiamente sus hechos sino su imagen interior (en una Ítaca interior): ¿cómo se siente, cómo se ve por dentro en un Kavafis más ácido? Es un análisis de ser-en-el-mundo (a lo Heidegger) pero subjetivo a lo tremendo.

La soledad sin expectativas, pero el capricho absurdamente terco de continuar viviendo.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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