1962 (bajo la presidencia del general Miguel Idígoras Fuentes) es un año trágico para Guatemala en el que varios estudiantes mueren y las manifestaciones y huelgas se suceden vertiginosamente. Está en nuestro ADN. Durante ese período la conciencia cívico social de los jóvenes de entonces (“Los compañeros”) se va a exaltar, definir y encauzar dentro de un activismo político de tipo subversivo (no constitucional) como se suele bautizar, germen de la guerrilla que va a explotar violentamente –más tarde- durante la presidencia de Julio César Montenegro para ser aplastada y neutralizada, en el Oriente del país, bajo el látigo del dictador-militar Carlos Manuel Arana Osorio (1970-l974) que ya venía mandando y matando desde unos cinco años antes en que vivimos un toque de queda permanente y bombas por doquier. Tiempos de pólvora y recios para los que no salimos al exilio y enseñábamos en la San Carlos.
Todo ello toma cuerpo en hechos y acciones narrativas de “Los Compañeros” del Bolo Flores que hoy tendría cerca de 88 años. Y permite, por lo mismo, encasillar esta obra suya dentro del género de “la guerrilla latinoamericana”, pero también “de la onda” o de “los adolescentes y su entrada a la juventud”. Sin embargo, la novela va más allá y permite otear otros planos como el psicológico y el ontológico.
La novela está integrada por trece capítulos, ocho de los cuales son un reflejo histórico social del período presidencial –como he dicho- de Julio César Méndez Montenegro de quien “el Nobel” fuera embajador en Francia. Méndez fue abogado y decano de la Facultad de Derecho, presidente, bajo cuya dirección el país padeció la más cruenta represión y desangre, sin que por otra parte y desde un punto de vista tradicional, hubiera orden. Al contrario, vivimos caos y confusión –un desmadre- y miles de muertos entre los que se contaron miles de profesores y estudiantes, asimismo profesores y estudiantes de la misma Casa en la que fuera Méndez Montenegro decano. (Soto voce, ya mandaba Arana Osorio) y período en que fuera asesinado el autor de Vamos Patria a caminar, poema aprovechado por la derecha y el Ejército –como también el “Popol-Vuh”- ¡vivir para contarla!
Los capítulos que a este régimen dedica la novela “Los compañeros” son los siguientes: 1 Chucha Flaca y El Rata, 1967. 2 El Patojo, 1966. 3 Chucha Flaca, 1967. 4 El Patojo, 1966. 5 El Rata, 1967. 6 El Patojo, 1966. 7 El Bolo 1969 y 8 Los hijos de la Chingada, 1967. Todos intitulados con apodos de diversos estudiantes y compañeros del protagonista narrador (El Bolo) de gran actividad en la guerrilla guatemalteca tanto de índole urbana como rural.
La novela revela detalles conocidos y hechos históricos de bastante difusión para aquellos que por entonces seguíamos los acontecimientos políticos y sociales del país mediante columnas escritas por nosotros mismos en El Imparcial y en El Gráfico, por la Prensa en general y por el boca a boca en el candente fuego de la Universidad de San Carlos hoy apagado por la alta burguesía. Acontecimientos que hoy sin duda son inéditos para millones de guatemaltecos que durante aquel incendio comenzaban a nacer en el malogrado período de Méndez o de Idígoras. Pero sobre todo narra hechos y nombra apodos que quizá sí constituyan algo totalmente novedoso para el que no haya estado militando en la guerrilla rural o urbana de la Guatemala de 1966 a 1970, con un amplio antes y después temporal. Lo podemos catar y demostrar mediante este pequeño segmento de “Los Compañeros”:
“La Gran Gallina era el más puntual, casi siempre hacía vaca con la Guaquil. Vesco, Látigo y yo éramos del Partido (PGT) es decir, habíamos sido. La Zorri había militado en el 13 de noviembre. Pizarrón y la Canche eran de las FAR. La Gran Gallina era el más viejo, había sido del Partido para el 54 (derrumbe de Árbenz). Pero desde hacía muchos años ya no le importaba nada de eso”.
Variopinto paisaje zoológico y humano que cobra vida en esta narración.
Continuará.