En “El Maneken pis” no hay la evidencia de una carga supremamente erótica como en “La túnica de Neso” o en “El monstruo”. Pero, sí de todos modos, un gran sentido y sabor onírico, porque lo  que allí narra Vela sólo pudo haberle pasado a alguien en sueños. La prosa es fácil, casi periodística, fluyente, llena de donaire que permite gran velocidad en la lectura (no hay obstáculos sintácticos o excesivamente líricos) como en casi todo lo que Vela publicó.

Después de una copiosa comida rebosante de mariscos, el personaje central del relato va a la calle de las muñecas en vitrina (que no está en Bruselas como David sitúa en su relato) sino en Ámsterdam y en Hamburgo. Pero es licencia poética de Vela situarlas en otras partes del mundo ¿y por qué no en Bruselas que está tan cerca de Holanda y de Alemania?

El protagonista no sabe que las muñecas en vitrina son prostitutas. Así, Vela pone en el cuento algo de una comedia de enredos y equívocos… Es perseguido por un gigoló (al no ponerse de acuerdo en la transacción) pero en el momento de la persecución el narrador en primera persona ya está desnudo y el único sitio que siente seguro es a la par del Maneken pis (la escultura del niño que orina) famosa en la capital de Bélgica. De tanto verlo orinar termina también orinado el personaje que ha bebido mucha cerveza en el almuerzo. Lo toman preso y acaba en la cárcel. El símbolo de orinar sobre alguien, algo o sobre muchedumbres, se interpreta psicoanalíticamente como la relación sexual entre el que orina y lo orinado y significa también potencia y soberanía sobre otros.

Pero dejemos a Freud por un lado y digamos que Vela ha puesto en estos cuentos que comento: “El Maneken pís”, “Híper excitación otoñal”, “El monstruo” y “La túnica de Neso” más calidad narrativa que en “La Cosa” o en “Un personaje sin novela”. Hay en estos relatos un gran sentido del suspense, de lo inesperado en el desenlace, un manejo más preocupado del lenguaje pues en ellos ha colocado el escritor mucho del autor –poeta fino- que fue cuando hacía caligramas y poemas concretos por los años 20 y 30 del siglo pasado.

La temática de “También sueños” es varia. No hay un solo tema o búsqueda. Al margen de los que ya comenté hay muchos otros cuentos que tienen más bien registros de leyendas o crónica y hasta de reportaje  periodístico como en “El misterio de la piedra dormida” que se aparta en búsqueda, temas y estilo de “Híper excitación otoñal” de modo casi opuesto.

Pero es que en este libro se revela por un lado el David Vela poeta lírico, capaz de sueños y ensueños y también de alucinaciones literarias, Y por otro, el periodista, el ágil reportero que fue en su juventud, el hombre que redacta con limpieza y agilidad por el camino de Ernest Hemingway.

He caminado en volandas por las tres instancias que conforman el hacer narrativo de David Vela. Él fue un polígrafo. Pero su poesía y su labor académica en la Academia Guatemalteca de la Lengua y en la cátedra fueron más conocidas y reconocidas y hoy olvidadas a lo largo de muchos años. Su narrativa, en cambio, es mucho menos conocida y por eso me he dado el empeño de reconocerla y dar a la estampa algo sobre ella, que no vale mayor cosa pero que ha de ser valuada por el homenaje que constituye recordarlo. Años de oro los que pasamos juntos él como director de la Academia Guatemalteca de la Lengua y yo como secretario que, años después, refrendé como tesorero y subdirector de la misma por otros diez años más.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author
Artículo anteriorDe la ficción a la realidad
Artículo siguienteLa tolerancia política dicta nuestro rumbo