Por tanto “La cosa” es desmitificante, descabezadora de ídolos e iconos. Es pues subversiva pero no invectivamente sino risueña y humorística (que es otra gran cualidad suya) pues se ríe de sí mismo y de la ridícula y cacareante humanidad que de todo se asusta y que por ello de nada disfruta… ¿Por qué pienso que en David hubo una reencarnación de Quevedo? Pero también de Boccaccio, de Longo y Petronio con algo de Catulo.
“La Cosa es la historia novelad de la cosa, del amor, del sexo, del exquisito (aunque a veces vituperado injustamente y echado a perder por las religiones) himeneo que, como David dice basándose en una etimología muy sabrosa, viene y se deriva de himen y meneo…
Pero una historia contada sin gracia salpimentada y sobre todo sin personas de ficción (que hablen y opinen, exageren la cosa y las cosas) sería algo muy pesado aunque fuese en torno al ardiente y rojo dios. Y así David tan inteligente para encontrar soluciones y resolver problemas estéticos puso en boca de Panta (personaje principal o protagónico de “La cosa”, pícaro picaresco y también reflexivo) y de sus compañeros –de inspiración quevediana en “El Buscón”– la simpática y agradable labor de irse contando (entre ellos) como los personajes lúbricos de “El Decamerón” la historia secular del amor y sus más famosos personajes como el ardiente y lascivo Zeus, Adán y Eva (que inauguraron con gran pasión la cosa) y don Juan Tenorio –entre muchos otros– que dio al amor ese toque pecador (que tienta funesta y excitantemente) y que heredara con talento don Ramón del Valle Inclán pera redactar sus “Sonatas”.
¿No será “La cosa” una especie de nuevo “Banquete” de Platón en el que muchos o varios contertulios realizan un interminable coloquio sobre el amor, especialmente sobre el amor sexual?
Quizá el capítulo XX (Iniciación de la vida sexual) sea el más intenso de toda “La Cosa” porque habla de las experiencias sexuales de los personajes de la novela (Panta y sus compañeros) y no de las voluptuosas experiencias de don Juan o Tiberio. Pero siento yo que le falta más crudeza y decisión a lo Norman Mailer o Henry Miller, pues David se queda más en lo picante que en lo erótico y pocas veces se acerca a lo que los puritanos llaman obsceno (sin discriminar) porque donde hay arte no puede haber obscenidad.
Pero pese a que Vela no es abierto ni crudo –sino picaresco y picante– se siente que hay en “La cosa” aunque velada, sutil y tímidamente una defensa y elogio de Don Juan especialmente en el párrafo último con que cierra la novela y que dice:
“Pero Don Juan no es sólo un mujeriego, aunque su ética sea cuantitativa y no cualitativa –como la del santo– según Albert Camus quien incluye al donjuanismo en su tipología del absurdo del hombre que conduce a tres consecuencias: la rebelión, la libertad y la pasión; y si como quiere Nietzsche vale la pena vivir algo que transfigure, algo de refinado, de loco o de divino, al hombre hundido en la noche de su absurdo le queda la llama, la cual es en Don Juan producida por su propio fuego: don Juan es fogoso no es que deje de amar a una o pierda el placer –circunstancia que es asomo de importancia– sino necesita amar a otra, dar y recibir el mismo placer en breves muertes y sucesivos renacimientos que le dan vida; y si desafía al cielo, tampoco se entrega al diablo, únicamente pide un largo plazo para seguir satisfaciendo su instintivo destino”.