Juan de Yépez y Álvarez trasfundió a sus vísceras el ardor intenso del Rey Salomón y del Cantar de los cantares (poema estremecedoramente erótico) que invita al amor y que canta al amor y a la piel tibia y morena de las doncellas hijas de Israel. La presencia de Salomón se siente (acaso mediante las traducciones de otro religioso y poeta: fray Luis de León) cuando el santo exclama: Debajo del manzano/allí conmigo fuiste desposada/ allí te di mi mano/ y fuiste reparada/ donde tu madre fuera violada.

Por supuesto que se refiere al manzano del Paraíso, a Eva y al Demonio. La reparación la produce el amado que es Dios. Salomón habla de otras cosas, pero casi con las mismas palabras: ¿Quién es esta que sube del desierto llena de deleites, recostada sobre su amado? Debajo del manzano te desperté/ allí te parió tu madre/ allí estuvo de parto la que te parió.

No pongo las dos citas confrontadas para hacer gala de erudición. Odio la erudición. Las parangono solo para demostrar que como todos sabemos (y algunos demostramos) los sentimientos sensuales-carnales-cósmicos son gemelos entre Salomón y el Santo y por eso es que San Juan nos hace trepidar sensualmente con su poesía religiosa (tan religiosa que sirvió de tema para su tesis a S. Juan Pablo II hace muchos años) sin que ello deba para nada extrañarnos. Las vísceras del Santo ardían en el mismo fuego que las del Rey y podían tener los mismos apetitos que las de un hombre con 1000 concubinas como Salomón. La diferencia está en la forma en que el Santo difirió y derivó sublimadamente la atracción y la lujuria hasta convertirla (mediante un proceso místico) en amor a Dios o a Cristo.

El Doctor Extático conocía y sabía de veras el camino místico al que llegaba más pronto y más derecho por medio del poema. Entraba en éxtasis espiritual y estético y los dos canales los hacía arribar a la posición y ubicación del alumbrado místico. Caía en la luz mística y en la luz artística y con ella alumbraba la caverna neoplatónica y la noche de los sentidos para entrar en el tránsito de los que pueden conocer el misterio, lo escondido y las grandes preguntas universales sin respuesta. Para el filósofo. No para el místico.

El conocer de San Juan, su gnoseología es la de los alumbrados. De ella no participo. Soy agnóstico por no decir ateo. Pero puedo ver, admirar y evaluar la Iluminación del Santo y sus procesos extáticos admirables. Y puedo ver que creemos en el mismo ser, solo que él por una cara y yo por la otra. El Ser para mí es Eros y para él es Dios, es decir, la Esencia. Esencia que en mi visión es Existencia y que como en  los existencialistas precede a todo y está antes que nada, incluso Dios.

Admiro también de Juan de Yépez y Álvarez su rectitud y autenticidad. El Santo pudo presumir que en su éxtasis y en su amor por Dios (tan lúbrico a ratos como el  de Salomón, su inspirador) nosotros podríamos ver también sus apetitos y vísceras que se esconden tras la mística y la sublimación y no le importó. Dejó que viésemos sus apetitos para que viéramos también su alma iluminada.

Más de 400 años nos separan. La carne de San Juan hoy es sólo espíritu en el poema para los incrédulos que como yo lo admiran. Pero vive. Muerto vive más que muchos vivos. Y late sensual y hace vibrar igual a los santos que a los pecadores. Su poesía es como el ciprés de Gerardo Diego. Erecta hacia los cielos pero enraizada en el barro humano que mediante su sensualidad nos hace eternos.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author
Artículo anterior“Alma” en la Comunidad Judía de Guatemala
Artículo siguientePromesas sin excusas para que la semilla germine