Me quiero referir a la crítica de arte. Pero de lo que hablaré en realidad puede también proyectarse a cualquier otro campo de la psique humana.

En nuestros países generalmente tan poco instruidos y tan subdesarrollados en casi todo sentido, el papel de la crítica no es entendido ni menos puesto en valor en la escala que merece. Porque hay que decir que pese al relieve que la creación artística asume, hay escritores y pensadores como Octavio Paz que sitúan la crítica por encima de la creación criticada y afirman que -es más difícil hablar sobre algo- que hacerlo. ¡Audaz teoría y complicada de probar!

Esta frase parece un desaguisado pero en su fondo contiene una verdad y una razón luminosa. El acto de crear puede constituir un arrebato, un estado de exaltación intuitivo (aunque no siempre) una especie de posesión diabólica o de Dios, en el que la palabra o el pincel fluyen sin fronteras ni diques en una suerte de automatismo que solamente el inconsciente y la fantasía fomentan y “voraginan”. El hecho de hablar críticamente sobre este crear o sea la crítica de arte (y cualquier otra crítica) suponen un punto de partida absolutamente diferentes que reclama lo mismo del campo imaginativo que del campo racional. Se tiene que ser artista y filósofo a la vez para poder valorar la obra de arte. De allí que Wilde opine que “es más difícil hablar de algo que hacerlo o crearlo”.

Por su sustrato fuertemente romántico, Óscar Wilde coloca la obra de arte por encima de cualquier otra actividad humana. El poeta y el poema son lo más cimero de la cultura. Esto en una primera fase de su pensar. Pero en otra fase más madura de su discurrir y en la medida en que su discurso sobre estética avanza, cae en la cuenta de que la crítica constituye una capacidad todavía superior a la de la creación. Y con ello sin decirlo, pero afirmándolo entre líneas, sitúa a la filosofía por encima del arte. Porque la capacidad crítica es la que hace al filósofo, en tanto que es la capacidad imaginativa la que constituye al artista.

Criticar es hacer filosofía. Hacer, simplemente, es fabricar arte. Por ello es más difícil hablar sobre algo que hacerlo. Dios es artista, en tanto que el filósofo es su crítico.

Esto último no lo dice explícitamente Wilde pero lo da a entender y lo podemos comprender así. El punto de partida de toda ciencia y de toda filosofía es la capacidad crítica puesto que no solamente las hace nacer y germinar sino avanzar. Aun cuando el crítico sea por ello calificado de subversivo. Es decir, un hombre que observa el pro y el contra de una situación y propone reformas, cambios y hasta derroteros.

El crítico destroza la obra de arte y por ello es odiado y vituperado. Pero es que el verdadero crítico también destroza la creación misma de Dios. Y es más: Cuando no la comprende por absurda, insensible y hasta casual muchas veces entonces hace desaparecer al autor o lo niega. Nietzsche es el mejor ejemplo que podemos encontrar dentro de la historia crítica que gira entorno de las obras de Dios y que también se conoce con el nombre de filosofía. 

El artista es un pequeño Dios dueño de un universo estético en el que mueve piezas a su voluntad y antojo alucinado. Dios es el dueño del universo y el hombre no comprende su crueldad, su violencia, sus castigos, su ira y su ferocidad. Dios ni le habla ni le explica nada. La época de los Abrahanes y de los Moiseses ha pasado. Dios es mudo. Pero el hombre tiene la bandera de la crítica en las manos. Y con ella aun cuando no encuentre respuestas, continúa inquiriendo y cuestionando. Pero también deshaciendo y destruyendo las obras hechas por Dios. El artista como Dios hace cosas. Pero los filósofos hablan sobre ellas. Y hablar es la máxima creación intelectual y estética con que el hombre jamás se haya encontrado.                          

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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