Oscar Wilde en su estética sostiene que el arte es una mentira. De allí el título de su ensayo “La decadencia de la mentira”. Pero observemos cómo debemos entender esta idea (al margen de lo que ya he explicado) en las propias palabras del autor de “El retrato de Dorian Gray”, quien al final del trabajo que he estado analizando, hace las siguientes conclusiones:

“El arte no se expresa más que a sí mismo. Tiene una vida independiente como el pensamiento y se desarrolla sólo en un sentido que es el suyo y propio. No es necesariamente realista en un siglo de realismo ni espiritual en un siglo de fe. Lejos de ser la creación de su época, está por lo general en oposición directa con ella y la única historia que nos conserva es la de la marcha que ha seguido. A veces vuelve sobre sus pasos y resucita una forma antigua como sucedió con el movimiento arcaico del último arte griego y en el prerrafaelismo de nuestros días. Otras, se adelanta por completo a su ápoca y la obra que produce requiere el transcurso de otro siglo para que la comprendan y aprecien. Pero en ningún caso representa su época”

Un párrafo tan denso como éste merece ser analizado casi palabra por palabra. No digamos proposición por proposición. Es totalmente contestatario a una tradición estética que aparece con mayor franqueza (aun cuando se puede rastrear antecedentes en siglos anteriores) a mediados del siglo decimonónico en que vivió Wilde, con las corrientes “realismo” y “naturalismo” y que pervive hasta nuestros días con las estéticas marxistas y otras tendencias de la Sociología del Arte acuñadas por Hauser, Worringer, Wolfflin, Luckas y otros. Que cuentan con muchos seguidores y sostienen (en contra de O.W.) que el arte es un espejo social. Opuestamente, Wilde dice que el arte se desarrolla pura y exclusivamente según sus propias líneas y que no simboliza ninguna época. Que las épocas (por el contrario) son sus símbolos.

No es que Wilde niegue la importancia de lo social dentro del arte. Lo que niega es que lo social sea lo que determine al arte. A su juicio el arte va más allá del problema y el conflicto social. Por eso dice que no simboliza ninguna época (como afirman en cambio los sociólogos de la literatura) sino al revés: Que las épocas son sus símbolos.

Luego añade para ampliar lo anterior:

“Todo arte malo se debe a una vuelta a la vida y a la naturaleza y a su elevación a la dignidad de ideales”.

Con ello destroza a Aristóteles y su mímesis. Pero continúa diciendo:

“La vida y la naturaleza pueden ser utilizadas algunas veces como materiales para el arte, pero antes de prestar a este algún servicio es preciso convertirlas en convenciones artísticas”. 

Esta nueva idea destroza contundente todo aquel material seudo artístico (tan de moda en nuestros días) que en el fondo es panfletario: Propaganda de ideas, refritos históricos, doctrina y corrientes sociales que pueden ser válidas o no pero que no tienen ningún derecho de exigir semejante servidumbre al arte. Y por eso Wilde enfatiza la idea que traía con lo siguiente: 

 “Cuando el arte deja de ser imaginativo desaparece en lo absoluto. El realismo como método es un completo fracaso. La vida corre más que el realismo, pero el romanticismo precede siempre a la vida”

Y aquí ya no hay discusión posible con Wilde porque se desenmascara: es un romántico y como tal coloca el arte por encima de todo y al artista por encima de todos, como lo hace Wagner, Nietzsche o Rubén Darío. Yo lo admiro porque no me da vergüenza que también soy romántico. Este es el único mecanismo de defensa a mi pesimismo o a mi decadence.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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