Pocos filósofos han sido tan mal entendidos como Friedrich Nietzsche. ¿Por qué? Dentro del amplio mundo y campo del filosofar quienes lo cultivan se dedican unas veces a la lógica o a la metafísica, a la teoría del conocimiento, gnoseología o a la psicología. Y -en otros casos- la búsqueda se dirige a la estética o a la ética.
En todos, el filósofo se compromete con el hombre y hurga en el mundo y en el universo con su pica de preguntas, de vez en vez hostigadora y enfadante. Sobre todo cuando su filosofar se preocupa más del problema ético y especialmente cuando se atreve a cuestionar la moral establecida y propone una nueva moral.
¡Este es el caso de Nietzsche!
La lógica y la teoría del conocimiento (a él) no lo exacerban. La estética toca poco a sus puertas. Lo arrebata, en cambio, y entusiasma con éxtasis la psicología, la ética y la moral. Y también la metafísica, pero para destruirla y/o fundar una nueva. Porque no hay que olvidar que Heidegger lo llamó “el último de los grandes metafísicos”.
Quien se mete con la ética o la moral (cuando se tiene de veras agallas, originalidad, valor y talento para destruir) casi siempre va a ser muy mal entendido. Primero, porque es un campo de suyo oscuro. Y en segundo, porque no hay nada más impertinente ni nada más estorbador que quien intente cambiar las costumbres congénitamente aberradas del hombre y la cultura.
¡Este es el caso de Nietzsche!
Por otra parte hay otras formas de meterse a hacer una crítica de la ética y la moral: En las nubes y con sutilezas de esfinge que nadie entiende; o directa y desmochando a martillazos. Cuando los filósofos tradicionales –o los escritores cuadrados- se insertan por acaso en el campo moral o ético, asumen la primera estrategia (que es la que todo el mundo acepta como “académica” y “universitaria”, llena de solemne erudición) y que tiene la ventaja de ser entendida “aunque no se entienda” y la de no acarrearse autoeliminación de sillones, bancas y cátedras en cenáculos y ateneos.
Pero existe otra forma de hacer una crítica de la ética y la moral: La que sólo mencioné arriba y que llamé “desmochadora” y a martillazos. Esta es la que asume Nietzsche al punto de que destruye con su crítica -alegre e irreverente- a todos los éticos y moralistas del pasado que han pontificado lo que ha de ser el bien y el mal con lenguaje académico pero con conceptos invariablemente cristianos, y que al demostrarles Nietzsche lo filisteos de la cultura que han sido, sitúa su nueva moral más allá del bien y del mal.
Para fundar una nueva moral (sobre todo más allá del bien y del mal) hay que ser primero y necesariamente un inmoral respecto de la moral que se esté cuestionando. Y esto es lo que no se le perdona y que multiplica el mal entendido de Nietzsche. Porque él –por primera vez en la Historia de la Cultura occidental- se atreve a afirmar que el cristianismo es inmoral –sin ambages ni tapujos- y que la religión cristiana y sus creencias y mandatos no han hecho otra cosa que envenenar y ahogar la VIDA, ponderándonos un trasmundo por el que debemos esperar la muerte con ansia y sentir asco de la existencia terrena que es indigna e inmunda.
Pero, con todo, “Más allá del bien y del mal” no significa ¡jamás!, situarse o revolcarse entre los detritus ¡todo lo contrario! La moral sin Dios y sin cristianismo –de Nietzsche- es más exigente y acaso puritana que toda moral tradicional, como veremos en los próximos artículos.