Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Pocos filósofos han sido tan mal entendidos como Friedrich Nietzsche. ¿Por qué? Dentro del amplio mundo y campo del filosofar quienes lo cultivan se dedican unas veces a la lógica o a la metafísica, a la teoría del conocimiento, gnoseología o a la psicología. Y -en otros casos- la búsqueda se dirige a la estética o a la ética.

En todos, el filósofo se compromete con el hombre y hurga en el mundo y en el universo con su pica de preguntas, de vez en vez hostigadora y enfadante. Sobre todo cuando su filosofar se preocupa más del problema ético y especialmente cuando se atreve a cuestionar la moral establecida y propone una nueva moral.

¡Este es el caso de Nietzsche!

La lógica y la teoría del conocimiento (a él) no lo exacerban. La estética toca poco a sus puertas. Lo arrebata, en cambio, y entusiasma con éxtasis la psicología, la ética y la moral. Y también la metafísica, pero para destruirla y/o fundar una nueva. Porque no hay que olvidar que Heidegger lo llamó “el último de los grandes metafísicos”.

Quien se mete con la ética o la moral (cuando se tiene de veras agallas, originalidad, valor y talento para destruir) casi siempre va a ser muy mal entendido. Primero, porque es un campo de suyo oscuro. Y en segundo, porque no hay nada más impertinente ni nada más estorbador que quien intente cambiar las costumbres congénitamente aberradas del hombre y la cultura.

¡Este es el caso de Nietzsche!

Por otra parte hay otras formas de meterse a hacer una crítica de la ética y la moral: En las nubes y con sutilezas de esfinge que nadie entiende; o directa y desmochando a martillazos. Cuando los filósofos tradicionales –o los escritores cuadrados- se insertan por acaso en el campo moral o ético, asumen la primera estrategia (que es la que todo el mundo acepta como “académica” y “universitaria”, llena de solemne erudición) y que tiene la ventaja de ser entendida “aunque no se entienda” y la de no acarrearse autoeliminación de sillones, bancas y cátedras en cenáculos y ateneos.

Pero existe otra forma de hacer una crítica de la ética y la moral: La que sólo mencioné arriba y que llamé “desmochadora” y a martillazos. Esta es la que asume Nietzsche al punto de que destruye con su crítica -alegre e irreverente- a todos los éticos y moralistas del pasado que han pontificado lo que ha de ser el bien y el mal con lenguaje académico pero con conceptos invariablemente cristianos, y que al demostrarles Nietzsche lo filisteos de la cultura que han sido, sitúa su nueva moral más allá del bien y del mal.

Para fundar una nueva moral (sobre todo más allá del bien y del mal) hay que ser primero y necesariamente un inmoral respecto de la moral que se esté cuestionando. Y esto es lo que no se le perdona y que multiplica el mal entendido de Nietzsche. Porque él –por primera vez en la Historia de la Cultura occidental- se atreve a afirmar que el cristianismo es inmoral –sin ambages ni tapujos- y que la religión  cristiana y sus creencias y mandatos no han hecho otra cosa que envenenar y ahogar la VIDA, ponderándonos un trasmundo por el que debemos esperar la muerte con ansia y sentir asco de la existencia terrena que es indigna e inmunda.

Pero, con todo, “Más allá del bien y del mal” no significa ¡jamás!, situarse o revolcarse  entre los detritus ¡todo lo contrario! La moral sin Dios y sin cristianismo –de Nietzsche- es más exigente y acaso puritana que toda moral tradicional, como veremos en los próximos artículos.

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