Añade Simón Bergaño y Villegas en su declaración y defensa:
“Que el día 22 por la tarde habiendo entrado en casa del declarante (es decir de Bergaño) el contador de cuentas don Antonio Rivas a pedirle le leyese la carta (sobre la suplantación del virrey de México que había circulado por la ciudad) se ofreció (Rivas) a hablarle sobre nuestra situación local y política, de que resultó que todavía no estábamos muy seguros, en confirmación de lo cual le descubrió dicho señor Rivas los rumores que andaban de que se trataba de suplantar al MIS Presidente (es decir, al Capitán General). Esa misma noche para averiguar sobre esta misma especie, le preguntó el que declara (Bergaño) al oficial general Gándara: ¿qué le parece a usted el estado de nuestras cosas? Y que le contestó: Que estaba persuadido de que los criollos deseaban beber la sangre de los europeos.”
Y termina su declaración así:
“Y pareciéndole, en fin, a Bergaño que todo esto (lo anterior) merecía ponerse en noticia del superior gobierno (esto es, del Capitán General) le dirigió la carta que se le recogió en su casa y que es el borrador de la escrita con corta diferencia al tiempo de copiarla (carta como prueba en el proceso que Bergaño no quería la Independencia) y que lo expuesto es todo verdad, so cargo de juramento que ha formado, en que se afirmó y se ratificó expresando ser de veinte y siete años de edad, firmando con su señoría de que doy fe.”
A este expediente se unió otro conformado por denuncias que Bergaño y Villegas tuvo debido a irreverencias religiosas y que por su insignificancia no llegó a formar causa en el Tribunal de la Inquisición, que de todos modos no tenía que ver con la Independencia.
El Capitán General unió en un solo legajo los dos expedientes, la carta que Bergaño menciona en su declaración, la lista de sus pocos bienes, copia de la carta dirigida al Papa –y que he comentado antes– y con todo esto ordena su remisión a España donde ha de ser juzgado (por ser español, fiel a su rey) por lo cual no podía ser un hombre en pro de la Independencia.
En el mismo legajo de la causa sin sentencia, por cuyo medio y razón se ordenó la remisión del poeta a su patria, aparece la carta (que él mismo sin resistencia ofreció) niegan ¡en definitiva y para siempre!, el acceso de Simón Bergaño y Villegas a una “gloriosa silla” ante la mesa de “honor” de los próceres de la Independencia de la América Central.
Porque si en verdad Bergaño hubiera tenido la madera de un patricio o de un héroe nacional como Atanasio Tzul (y si además hubiera sido cierto que él apoyaba la causa independentista e insurgente) jamás habría abjurado mediante una carta infame en que informa a su jefe – Capitán General– de que intentan derrocarlo dadas las circunstancias napoleónicas en Europa.
Por otra parte, las declaraciones de Bergaño y su carta reveladora al Capitán General comprometieron a no pocos guatemaltecos (que a lo mejor sí poseían madera de próceres) y que por lo dicho en la declaración judicial del poeta ¡que tiene nivel de delación, indudablemente!, pudieron haber cosechado siniestros efectos.
En concreto –y por medio de la carta y las declaraciones– Bergaño denuncia y delata a: José María Peynado, Diego Batres, Manuel Peynado, al licenciado Antonio Robles (de quien dice en concreto que sólo respira Independencia) y a Antonio Rivas.
Continuaremos.