Otro error de interpretación que el discutido, pero interesante artículo de J. Joaquín Pardo contiene, es lo que se desprende de lo descrito al final de mi artículo próximo anterior:
No hay que confundir el movimiento y las reformas de la Ilustración en Guatemala e Hispanoamérica, con los movimientos de Independencia en Guatemala e Hispanoamérica. Me explico.
El despotismo ilustrado que fue la modalidad que (sobre todo en la Corte española asumió la escuela ideológica de la Ilustración, el Iluminismo, la Enciclopedia y demás cambios sociales e intelectuales propuestos por los pensadores de los siglos XVII, XVIII y XIX) fueron algunos absorbidos y puestos en práctica en las colonias americanas. Para neutralizar un poco el descontento y el resentimiento de los criollos y sus descendientes, la Corona les permitió algunos cambios y expresiones que con mucha conciencia y vigor propusieron y llevaron a la práctica algunos significados hombres americanos y también españoles residentes en América. Ejemplo de este despotismo ilustrado es la libertad de expresión, sobre todo de Prensa, que Bergaño y Villegas logra y manifiesta sobre todo en La Gaceta de Guatemala, con otros ilustrados de aquel tiempo como el Dr. Narciso Esparragoza. También la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País o la reforma académica realizada en la Universidad de San Carlos que Liendo y Goicochea apoyó en esta Universidad y Bergaño desde las páginas del diario que dirigía. Pero esta tendencia evolucionista, reformadora que contaba con el apoyo forcivoluntario de la Corona y que conocemos como el movimiento de Ilustración en Guatemala e Hispanoamérica, no es lo mismo que los movimientos que en concreto (para lograr la Independencia) se formaron y estructuraron a lo largo del continente, aunque corran en líneas paralelas.
Por ello tampoco debemos afirmar que los hombres de la Ilustración, reformadores y fomentadores de mayor madurez cultural en América, sean los mismos que estaban casi al mismo tiempo instrumentando la subversión para lograr a largo o corto plazo la Independencia incruenta o sangrienta.
En el ya tan mencionado artículo de Pardo parece como si el autor tratara de probar que como Bergaño es hombre de la Ilustración (de ideas revolucionarias, pero no independentistas, recalco) y gran polemista desde La Gaceta de Guatemala es, asimismo, uno de los primeros en colaborar con la Independencia de la América Central.
En otra parte del texto publicado por Pardo en El Imparcial, el autor habla de que Bergaño y Villegas fue acusado de ser el autor de unos libelos en contra del Capitán General, que aparecían en las bancas de las iglesias o debajo de las puertas de las casas, pero admite que jamás se le pudo demostrar tal cosa.
Ocupa Pardo gran parte de la página que El Imparcial le cedió el 15 de septiembre de 1934 para reproducir una atrevida, irreverente y sustanciosa carta que el atrabiliario don Simón le dirige a Su Santidad para pedirle que elimine los conventos de clausura. En esa misiva en que trata muy respetuosamente al Papa (y no hace gala ni de ateo ni de infiel) denuncia que en su concepto no es humano la vida que se realiza entre cuatro paredes de un convento clausurado con rejas y solicita al Santo Padre que la Iglesia arranque de su cristiano seno, instituciones de constitución tan horrenda en el concepto Iluminista del poeta.
¿Acaso Pardo intenta sugerir que aquel rasgo de Bergaño también lo hace proclive y candidato perfecto para hacer subversión de índole política? Quizá esta sea su intención. Pero la verdad es que (si esa fue la razón por la que insertó tan enorme carta en su artículo) poco o nada contribuye a la imagen insurgente-política de Bergaño. Pues de todo el mundo es sabido que hoy, como ayer, hay sacerdotes metidos en tal actividad, porque desgraciadamente “el rojo y el negro” –como diría Stendhal- aunque tienen prohibido el manjar político, jamás dejan de probarlo.
La parte final del artículo de Pardo en El Imparcial consigna arbitrariamente la resolución que “el Real Acuerdo” pronuncia en torno al supuesto delito de Bergaño, porque no es sentencia sino remisión. Pardo dice: expulsión. Y en ello falta a la verdad porque Simón Bergaño y Villegas es remitido a su patria (España) donde corresponde ser juzgado. En el camino se queda en Cuba -por influencia del Obispo Peñalver y Cárdenas- donde muere. No muere en Guatemala ni menos en Escuintla.