Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author

Entramos ¡por fin!, a desglosar y dividir en sus partes estructurales el famoso artículo de don J. Joaquín Pardo publicado en El Imparcial del sábado 15 de septiembre de 1934, para que tomemos conciencia más amplia de donde parte la especie (hoy tan difundida) de que Bergaño ¡el gran escritor de la Ilustración hispanoamericana!, es prócer y cabecilla de la Independencia de Centroamérica.

Abre don Joaquín (a quien tuve el gusto de conocer de lejos) el texto a que nos referimos, haciendo una reflexión en torno a lo siguiente: Cree, él (con mucho acierto, juicio y documentos que lo apoyan) que la lucha por la Independencia en el Reino de Guatemala no comenzó con los Aycinena, los Beltranena, los Barrundia o los Molina que la firmaron o la impulsaron ¡ya en definitiva!, hacia 1821. ¡No!, Pardo afirma que “la cosa” comenzó mucho antes. Pero esta es una idea que no sólo concibió y difundió el primer director del Archivo General  de Centroamérica, puesto que dentro de su teatro etiquetado como prehistórico o primerizo, Manuel Galich (el primer dramaturgo nacional) escribe y publica, por ejemplo, una obrita de fondo histórico, cuyo argumento toma de la famosa y apologetizada “Conjuración de Belén” de diciembre de 1813, uno de los antecedentes más señalados de la Independencia del 21.

El famoso e importante don Joaquín Pardo fija el año de 1808 como inicio de los intentos de Independencia. Y es correcto, porque aprovechando lo revuelto que las aguas se encontraban en la Península, algunos miembros del Hon. Ayuntamiento –encabezados por el regidor Peynado– sugirieron la formación de una Junta de Gobierno, en tanto se aclaraban los hechos políticos e históricos que entre Francia y España se realizaban, esto es: la invasión a España de parte de Napoleón Bonaparte.

Napoleón había invadido España. Hizo abdicar primero a Carlos IV y luego a su hijo Fernando VII para poner al frente del trono español a su hermano José. Hecho que se consumó. En ello vieron algunos aquí en Guatemala –como ya lo he indicado– la coyuntura perfecta para un golpe de Estado y para lograr de “divino modo” una Independencia incruenta, pues es un hecho indiscutible que desde 1776 en que Estados Unidos había alcanzado la suya, en la mayoría de criollos latinoamericanos se fomentaba y se acariciaba la ilusión de un rompimiento político con la Madre Patria, ilusión muy explicable porque si los criollos eran ya económicamente los dueños del continente ¿por qué no habrían de tener no sólo el dinero sino  también el poder?

Hasta aquí el  que fuera famoso y erudito don J. Joaquín Pardo presenta los hechos con una objetividad envidiable y perfecta. Pero el primer yerro que comete –a mi juicio– en este ya famoso texto es que como uno o quizá el más importante exhortador y estímulo para que la junta de gobierno (y golpe de Estado al Capitán General González y Saravia) se realizara, nos presenta a don Simón Bergaño y Villegas y no al regidor don José María Peynado autor de la iniciativa, precisamente en el seno del cabildo municipal de botar de una manera muy diplomática, aprovechando los hechos de 1808 (entre Francia y España Capitán General González y Saravia) a la autoridad española constituida.

Coloca caprichosa y bastante indocumentadamente a Bergaño y Villegas a la cabeza de los hechos históricos de 1808 (hechos políticamente subversivos) y le resta nivel a la intervención de Peynado, cuando dice literalmente:

“Uno de los primeros que manifestaron sus ideas separatistas, fue el poeta Simón Bergaño y Villegas, éste era natural de la Península de donde pasó a México (…) llegó a Guatemala a principios de 1800”

No existe una sola prueba –ni menos documento probatorio– que demuestre que Bergaño fuera cabecilla del complot para derrocar al Capitán General de quien era –precisamente– uno  de sus amanuenses y simple y sencillo subordinado. Existe, en cambio, toda la causa y proceso en que en la Real Sala de Visitas, de la Real Sala de la Corte, Bergaño y Villegas declarase inocente. Dio pruebas de ello y se manifestó fiel a su patria España y al Capitán General a quien ¡precisamente por medio de carta de su puño y letra!, previene acerca del golpe de Estado que se le piensa dar. La carta aparece en el legajo como prueba de la fidelidad al rey y al Presidente que Bergaño y Villegas le dispensaba.

Continuará.

Artículo anteriorLos motoristas peligrosos 
Artículo siguienteY la vida saludable ¿qué?