Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Para celebrar con pompa y circunstancia la fecha de nuestra Independencia, en 1934, tercero o cuarto año de la ascensión al poder del famoso dictador general Jorge Ubico Castañeda, El Imparcial dispuso publicar algunas secciones alusivas a la fecha con trabajos de sus propios trabajadores y de colaboradores espontáneos. Uno de estos últimos fue el famoso historiador (y hombre culto si los hay) don J. Joaquín Pardo, individuo de grandes méritos, conocedor como pocos de los anales de la América Central, pero desgraciadamente –para nosotros sus admiradores– con obra publicada raquítica y escasa.

El Imparcial de la fecha mencionada publica –como ya he dicho varias veces a lo largo de estas mal pergeñadas líneas– el interesantísimo y audaz texto de Pardo sobre Bergaño, que ocupa toda una página y cuyas cabezas abarcan las ocho columnas de la plana, con los siguientes acápites de suyo muy llamativos: “Un poeta precursor de la Independencia de la América Central”, “Vicisitudes de Simón Bergaño y Villegas.” “Sus ideas, su proceso. Sus penalidades”.

Al principio de esta serie de artículos dejé muy en claro que fue don Ramón A. Salazar quien ¡descubrió!, a Bergaño oculto tras el olvido del tiempo en viejos números de La Gaceta de Guatemala. Y es en Salazar quien casi todos los que han pergeñado ideas sobre el talentoso y revoltoso poeta S.B.V. (genio díscolo como lo llamó el Capitán General González y Saravia) se apoyan para hablar e investigar sobre él. El mismo Vela, el mismo Brañas, Carrillo Ramírez, Albizúrez Palma (y otros más) algunos con irresponsabilidad y no talento de genuino  investigador.

Pero al igual que el Dr. Ramón A. Salazar, D. Joaquín Pardo tenía (por el cargo burocrático que desempeñaba, casi homólogo al del autor de “Stella” y “Alma enferma”) libre acceso a los mismos, parecidos o más ricos documentos por medio de los que a principios del siglo XX Salazar desenterró a Bergaño y Villegas y lo puso en valor como poeta dieciochista, ¡hombre de la Ilustración!, y de ideas revolucionarias que no necesariamente quiere decir: “de ideas pro Independencia política”. Porque un hombre de la Ilustración como el padre Feijoo –en España por ejemplo– podía ser de pensamiento muy revolucionario pero fiel a su rey y a su patria. Este es el caso de Bergaño y la confusión sobre su vida y sus hechos reposa en que la mayoría de investigadores tienden a contaminar sus ideas filosóficas y poéticas de vanguardia, con “ideas de Independencia”.

Con folios y legajos que por muchísimos años no habían sido tocados por mano alguna (muchos aún con el polvillo secante que durante la Colonia se echaba sobre los manuscritos) a su disposición, don J. Joaquín Pardo estaba en condiciones iguales o similares a las de Salazar para enmendarle la plana al autor de “Historia de veintiún años” tanto alrededor de Bergaño como de cualquier otra similar.

Pero ¿qué dice entonces el artículo de Pardo publicado en El Imparcial del 15 de septiembre de 1934?

Antes que nada debo indicar que para mí es un artículo hecho en volandas, sin reflexión cuidadosa, apresurado y que por entonces ofrece una serie de datos que entran en franca contradicción. Por último, el documento colonial que publica y cita en su contexto, hoy fichado en el Archivo General de Centroamérica bajo la clave: B2. 7/31/777 paradójicamente (y si don Joaquín lo hubiera leído y releído muchas veces) se habría dado cuenta que demuestra lo contrario de lo que aparentemente intenta probar.

Lo que es más importante dejar en claro (antes de tocar los puntos medulares del trabajo de Pardo) es que ya -en él- Don Joaquín afirma categóricamente que Bergaño es español, pero sin demostrarlo documentalmente. Es con el artículo que la historiadora cubano guatemalteca Josefina Alonso de Rodríguez, publica también en el legendario El Imparcial (pero muchos años más tarde, el 17 de agosto de 1972) que queda verificado documentalmente, mediante el legajo A1/71/2441/18702 (también del Archivo General de c que la Dra. Alonso de Rodríguez da a la luz, debido a los nexos de Bergaño y la historiadora cubana, pues el poeta Bergaño parece que fallece en Cuba, luego de vivir y permanecer unos años en Guatemala procedente de España, su patria. Por lo tanto queda claro que no era guatemalteco,  ni prócer  ni, menos,  escuintleco.

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