Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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En 1959 renace la famosa Revista de Guatemala que en su I época me parece que contó con la colaboración de Miguel Ángel Asturias y otros grandes de las letras de la generación de 1920. Aunque Revista de Guatemala no fue producto de la generación mencionada  en sí, sino de la revolución de 1944.

En el 59 -dos años después del asesinato  del coronel Castillo Armas- resurge (y este renacimiento trae en el grupo que le dio resurgimiento) la fundación de otra institución, una editorial que en su “Colección Letras” alberga la edición de las dos famosas y luengas obras “poéticas” de Simón Bergaño y Villegas: “La Vacuna” y “Discurso de Economía Política”. Temas científicos (entreverados con el arte) que el Neoclásico, es decir la Ilustración resuelve en clave “poética” y versificada, como una exigencia y rasgo suyo al intentar volver objeto estético la actividad científica que entroniza con ditirambos, himnos y apologías en la pluma de Bergaño. Epígono en esto -como en muchos otros rasgos- del poeta Ramón Quintana del Acebo, me parece que español o mexicano.

El grupo literario que hace renacer Revista de Guatemala en 1959 -y la editorial que a su costado germina- pide a César Brañas prologar la tercera edición de las dos obras poéticas mencionadas de Bergaño, cuya edición príncipe data de 1808, según don Toribio Medina en su magna obra “La Imprenta en Guatemala”, y la segunda de 1937, inserta en una obra más vasta –de Salomón Carrillo Ramírez- intitulada “El Poeta Villegas”.

En este prólogo suyo César Brañas vuelve a hacer alusión al famoso artículo del 15 de septiembre de 1934 (y que yo mencionaba recién) que al parecer es el responsable de que se haya echado a correr la especie en torno a que Simón Bergaño y Villegas  “es un poeta guatemalteco precursor de la Independencia de la América Central”.

Dice en la parte que a este artículo interesa el prólogo de César Brañas:

En 1943 David Vela empezaba el capítulo que le dedica en su “Literatura Guatemalteca” con estas palabras: «A finales del siglo pasado-afirmaba Ramón A. Salazar- que el poeta Simón Bergaño y Villegas era poco menos que desconocido para los guatemaltecos y es lamentable que hoy podamos repetir sus palabras sin quitarles algo, más bien agregando que tal ignorancia u olvido de tan gran literato guatemalteco constituye una ingratitud muy poco digna de la cultura guatemalteca», si bien hacía la salvedad de que El Imparcial del 15 de septiembre le había rendido el homenaje de presentarlo “como a uno de los más preclaros precursores de la Independencia Nacional, gracias –añadimos- al entusiasta de su memoria el profesor J. Joaquín Pardo”.

Del texto que he citado de Brañas (en el que a su vez aparece citado el de Vela, que ya había copiado literalmente yo en otra parte de estos artículos sobre Bergaño) la palabra que despeja la incógnita es AÑADAMOS, que he puesto para llamar la atención del lector en mayúsculas.

La “Literatura Guatemalteca” de Vela consagra a Bergaño como prócer de la Independencia, apoyándose en un trabajo publicado el 15 de septiembre de 1934, como ya he dicho varias veces. Pero ¡y con mucha razón!,  no dice quién es el autor de la aparentemente tan autorizada publicación. Y la causa es la siguiente: El artículo fue publicado sin firma. Pero no olvidemos que Brañas -en El Imparcial- se ocupó por años de orientar, disponer y componer el material de cultura y, en concreto la página de colaboraciones y colaboradores digamos “literarios”, aunque hubo de varia índole. De modo es que si el largo y amplio artículo sobre Brañas hubiese aparecido sin firma, César Brañas sí que sabía quién era o es el autor. Y por eso corrige el olvido de David que seguramente en algún momento supo quién era el padre de la idea de lanzar al colonial poeta como prócer de la Independencia. Siendo Bergaño y Villegas todo lo contrario: un delator.

Ahora bien si el asimismo olvidado don Joaquín Pardo (Archivo Nacional) es el autor del discutido y consagrante artículo –como Brañas lo consigna- ¿Por qué no firmó su trabajo? ¿Por qué lanza la piedra y esconde la mano? ¿qué dice estructural y por lo tanto esencialmente el artículo de don Joaquín Pardo?

Continuará.

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