Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Casi de inmediato el “Candidato Blanco -que deviene por voluntad popular mayoritaria en Presidente de la República, es decir Arévalo- se pone a laborar en conquistas populares que había visto -en práctica- en otro país y las que le dictaban los principios republicanos ¡y realmente democráticos!, encontrados durante sus estudios pedagógicos como culmen del pensador-gobernante. Por supuesto apoyado en ministros, asesores, colegas y amigos.

Y así bajo su Gobierno se crean y se vuelven instituciones (algunas permanentes hasta la fecha) de indiscutible conquista para la salud y el bienestar de la nación o la educación de todos los niveles, como: el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, la autonomía de la Universidad estatal de San Carlos, el Instituto de Fomento de la Producción (que incrementó la agricultura y la industria planificadas y tecnificadas) el Instituto de Fomento de Cooperativas, el Banco de Guatemala y la construcción de la hermosa Ciudad Olímpica magnífica para los años 40.

El escalafón docente (idea proveniente de sus tiempos normalistas) garantizó los derechos adquiridos por los títulos, idoneidad y antigüedad. En aquel momento el magisterio guatemalteco fue de los mejor retribuidos económicamente en el contexto de los países latinoamericanos. Se crearon las revolucionarias  escuelas tipo Federación. Se fundó la Facultad de Humanidades, mediante el acta 78 del Consejo Superior Universitario de la Universidad de San Carlos, del 17 de septiembre de 1945, en la que también se establece -la misma fecha- como “Día de la Cultura”.

El Código del Trabajo marcó las normas económico-sociales, de las relaciones obrero-patronales, para duelo y escándalo de los todavía medio encomenderos (dueños de fincas y haciendas) de los propietarios de fábricas, caseros y hasta amas de casa que, en cierto modo, vieron en tal Código la incipiente desaparición del aire feudal que aún se respiraba. Desgraciadamente tal Código y conquista  se ha podido retorcer en beneficio de los poderosos.

Por otra parte Arévalo Bermejo trata de volver a Bolívar. No en vano ha residido por muchos años en la Argentina donde -como en toda Suramérica- la voz unificadora de El Libertador se escucha con fuerza y con respeto. E intenta retornar ilusionado al sueño panamericano. Lucha por ello mas inútilmente, sin logro. Publica la serie “Clásicos del Istmo” y para ello y otras tareas magníficas y similares hace venir de México a Bartolomé Costa-Amic –que trabajará en la Editorial del Ministerio de Educación “José de Pineda Ibarra”- donde éste mexicano-español creará diversas colecciones y ediciones bibliográficas que aún se recuerdan y que empleamos asimismo todavía, en los estudios universitarios. Crea el Concurso Centroamericano de Artes, Ciencias y Letras. Los primeros que lo obtuvieron fueron nada menos que Rafael Arévalo Martínez, Lisandro Sandoval y José Rodríguez Cerna cumbres de la literatura, la lingüística  y la semiología guatemaltecas.

Claro que hay que hacer la salvedad y honesto reconocimiento que la Junta Revolucionaria de Gobierno (en el poder antes que Arévalo Bermejo) y constituida por Arbenz, Toriello y Arana –mediante el Decreto No. 17- crearon -además de la autonomía de la Universidad de San Carlos-: el Comité Nacional de Alfabetización. Y mediante otras leyes: la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo y sus ministerios. La Ley Monetaria y la Ley del Banco Central.

Juan José Arévalo entregó la Presidencia, el 15 de marzo de 1951 -al sucesor electo por el pueblo- coronel Jacobo Arbenz Guzmán, quien nombra a Arévalo embajador sin sede, aunque él pasa largas estadías en París.

Antes de seguir adelante –y ya que he mencionado la legítima entrega del poder a Arbenz- debo hablar de la “leyenda negra” entorno de los intereses opuestos entre Arbenz Guzmán y Francisco Javier Arana (en juego con los de Juan José Arévalo) de los partidos políticos y los hombres que los apoyaron, incluyendo el asesinato de Arana, Jefe de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Arévalo Bermejo.

  Continuará

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