Mario Alberto Carrera
En 1977 –hace como 45 años, casi medio siglo- murió en México D. F. Arqueles Vela con 79 años de edad, quien pese a sus inmensos méritos como periodista y escritor va siendo olvidado en su país (en él se olvida todo menos el despotismo y la corrupción) y bastante menos en México donde se le rememora tanto en una como en otra vertiente, pero acaso más como literato pues, en el vecino país, se le reconoce la paternidad compartida del estridentismo. Corriente literaria que abrió brecha en México y levemente en otras capitales americanas.
Arqueles Vela –que hace unos días ocupó las columnas de elPeriódico, donde especialistas analizaron su cuento largo “La señorita Etcétera”, recordando que este texto cumple este año un siglo de publicado en el Universal Ilustrado– suplemento que aparecía con el padrinazgo y la labor de Carlos Noriega Hope, a quien se le reconoce también la labor de ser el más grande difusor del estridentismo y casi, por lo mismo, su guía doctrinario.
Arqueles Vela era hermano del director del El Imparcial, David Vela Salvatierra. El Imparcial (diario antiguo y prestigioso) cerró sus puertas en 1985 tras más de 50 años de servir a los lectores que lo recordamos agradecidísimos (unos pocos, porque la ignorancia es peste en el país).
Arqueles nació en 1899 y falleció, como dije, en 1977 y, su hermano David, en 1901 y murió en 1992. (Quise a David entrañablemente). Y ambos dejaron marcada –su indeleble impronta– tanto en el periodismo como en la literatura guatemaltecos y mexicanos, pero también en otras disciplinas que –casi con el mismo brillo, lucimiento y notoriedad– cultivaron tanto uno como el otro. Arqueles por ejemplo en el campo de la Estética. Es autor de un voluminoso libro titulado “El Arte y la Estética” y fue profesor del mismo material en importantes planteles de educación superior mexicana. David es considerado un polígrafo tanto en la creación como en la ciencia pues fue profesor y autor de libros sobre Derecho, arte y arqueología. Libro muy importante de David es “Arqueología maya” y su volumen de cuentos, que le prologué cuando cumplió 80 años: “También sueños”. Cuentos que deberían figurar (alguno) en las antologías de tal subgénero que han aparecido a la fecha en Guatemala. Grave sacrilegio no hacerlo.
De este último libro que me parece lo mejor de David en el campo literario (aunque fue cultor de caligramas, poemas visuales capaces de crear –a la vez– una figura acerca de lo que trata el poema, siguiendo los pasos de Guillaume Apollinaire) tomo pie para presentarlo como narrador (además de como director de El Imparcial y de la Academia Guatemalteca de la Lengua) género que maneja de una manera muy singular y muy libre, como lo hacen la mayoría de novelistas y cuentistas que se precian, hoy, de ocupar la vanguardia.
Pero hacia 1958 David Vela publicó una novela que intituló sugerentemente: “Un personaje sin novela”, bajo cuyo título colocó –insistente– el término “novela” para que su obra no se confundiera (igual que lo hizo Camilo José Cela, Premio Nobel) con ningún otro género y por si surgían anticuados puntillosos –e ignorantes de los derroteros de la narrativa actual– que, en algún momento de critica muy academicista, podrían señalar que “Un personaje sin novela” no es novela.
El nombre de esta obra suya no me recuerda sólo a Camilo José Cela (por la insistencia en rebautizar novela a una novela) sino también a Luigi Pirandello y el nombre de una obra de éste dramaturgo italiano asimismo Premio Nobel, “Seis personajes en busca de autor”, porque mientras los seis personajes de Pirandello buscan un director, en una suerte de meta teatro, David Vela tiene un personaje –Pietro Peretti– que anda rastreando un novelista que le dé vida. ¿Lo logra David en y con “Un personaje sin novela? ¿O solo alcanza esta novela crear un personaje?
Seymour Menton –El conocido crítico literario de por los años 1950 1990- publicó “Historia crítica de la novela guatemalteca”, donde no juzga flexible, elástica y vanguardistamente a “Un personaje sin novela” y por ello algunas veces –en “Historia crítica de la novela guatemalteca”– parece afirmar que este libro de David no es novela. Y no lo es, según el estadounidense, porque a su manera de ver la literatura –bastante tradicional y usando como estética el realismo crítico por la vía de Lukás- una novela ha de tener elementos y rasgos conservadores de los que carece “Un personaje sin novela”.
Continuará.