Mario Alberto Carrera
El punto central de las actividades que el Gobierno, el Congreso de la República y la Corte Suprema de Justicia programaron para que tuvieran lugar durante esta semana se titula “místicamente”: Congreso Iberoamericano por la Familia y la Vida. Cuya perspectiva, concepto y entorno es el de una familia y una vida dependientes del cristianismo neopentecostal de naturaleza bíblico-literal y fanático-jurásico.
El “celestial” cónclave religioso tuvo, como fecha central, el 9 de marzo. Alrededor del que el concilio santurrón internacional realizó sus mejores representaciones y sainetes cívico-religiosos en honor del cumpleañero Alejandro Giammattei que ha querido consagrar –en unión de su pareja- el día de su cumpleaños como Día Iberoamericano de la Familia. Acaso de la familia disfuncional y monoparental que Giammattei y su pareja pública integran, sin “identidad de género”. El menos llamado a celebrar una reunión de índole tan tradicional es quien se afana y se ufana en hacerlo. Giammattei y su amigo hicieron allí y representaron un rol antinómico y disparatado.
El nombre del congreso de suyo incongruente busca –dice- el bienestar de la familia y la garantía de la vida. Pero en realidad los objetivos de sus mortales bombas son: 1. Ir en contra de toda forma de aborto (incluyendo la pastilla) y penalizarlo con cargas espantosas como son muchos años de cárcel y multas irrisorias por ingentes. Y, el terapéutico, convertirlo en todo un congreso y aquelarre médico para su consumación. 2. Excluir la educación sexual –sobre todo aquella que tenga que ver con la homosexualidad- de la escolaridad nacional. Dejándola, exclusivamente, en las tal vez traumatizadas manos de padres y figuras alternas. 3. Prohibición absoluta y fundamentalista del matrimonio igualitario. Veda sólo sostenida ya por algunos países islámicos. Y autorizado en los desarrollados. Y 4. La identidad de género en adelante en Guatemala será sólo una: macho, hembra y descendencia, sin ningún lugar a poder sostener y defender la diversidad sexual, postura general que hoy apoyan sin discusión la Ciencia y los países desarrollados. Falta ver si habrá persecución penal por el hecho de ser LGBTIQ. Eso no lo contempla la ley que ha sido aprobada por el congreso: LPPVF (Decreto 2022 del Congreso de la República). Sólo lo contempla para la penalización del aborto. Hay que avisar con tiempo porque, si es así, media Guatemala tendría que esconderse.
La presencia de Giammattei y su compañero dentro del Congreso Iberoamericano por la familia y pro Vida es de suyo estrafalario e incomprensible.
Carga de hipocresía falaz todo el movimiento del Congreso Iberoamericano y hace que pierda toda credibilidad por su fuente hipócrita y falsa.
De cualquier modo, el congreso, que tuvo su cenit fabuloso el sin par 9 de marzo de 2022 en el Palacio Nacional de la Incultura, está fuera de lugar dentro del marco del Gobierno y del Estado. Es caer -con el Congreso y la ley citados- en una forma de Estado fundamentalista, similar al de algunos del Medio Oriente islámico. La mujer -como en los Evangelios también- es servidora y hasta esclava del hombre. ¡Hay que preparar la burka!
Dentro del Congreso e integrándolo abundan (por si fuera poco el absurdo de Giammattei y su pareja) una lista de personajes asimilados al narcotráfico y al Pacto de Corruptos como los Luna, los Espina o los Maxwell de grata recordación desde la época de Jimmy –el pentecostal payaso, que se hace hoy los quites en el PARLACEN- y su tropa transera y loca.
La política, lo económico y la religión se mezclan, fundamentalistas, en el Congreso Iberoamericano por la Familia y pro Vida y asumen un perfil peligroso y amenazador. El deseo por poseer bienes materiales consume los días y las horas de este grupo neopentecostal. Ya hemos visto su furor por el dinero en los Espina, los Luna y en los Morales Cabrera y no digamos en Giammattei su pareja, y su larga listas de secuaces. Todo lo contrario a lo que serían verdaderos actos religiosos en los que se quisiera honrar a la familia ¡y sobre todo a la Vida!