Mario Alberto Carrera
¿Cómo es la familia de un guatemalteco medio? La respuesta más común y generalizada sería: la no convencional -y tradicionalmente establecida por la Biblia y sus falsos pastores de jet o helicóptero- como por ejemplo: la familia monoparental constituida por una mujer abandonada (nación, la guatemalteca, abundante en esta clase de mujeres) y cinco o seis niños llorando el infortunio. ¿Es esta la familia típica en Latinoamérica? La de una inmensa mayoría, sí. Sobre todo en Centroamérica.
¿Quiénes disponen “ideal” e idílicamente cómo ha de integrarse una familia en este país y en el mundo? ¿Lo organizan y lo gestionan las religiones y los gobiernos fundamentalistas como el nuestro? No. Se formula de acuerdo con la Naturaleza.
La familia según el Congreso por la Vida y la Familia y el Gobierno de Giammattei (con familia peculiar) ha de estar constituida, férreamente, por un hombre y una mujer unidos por matrimonio sacramental con el fin único de tener hijos y garantizar la sobrevivencia de la especie. Un fin meramente primitivo, primario y elemental (que sólo responde ya al plano y esquema animal) que no se adecúa al ser del hombre del siglo XXI. No caben, por ejemplo, en el provecto patrón (del mencionado Congreso por la Vida y la Familia) los separados o divorciados -con nueva pareja, como Giammattei y su valido- Y otros –más dignos- de los que hablaremos.
Es sofocante y agobiante poner reglas y protocolos religiosos para todo, porque ese todo no se somete tan fácilmente a lo regular. Solamente la Constitución puede ser tan rígida y aherrojada y aún dentro de ella cabe cierta flexibilidad. La ley puede transigir y flexionarse en la medida en que no afecte al otro, al vecino. De allí sale acaso el aforismo de Vive y deja vivir que va contra toda intolerancia como el de querer que haya “una sola forma de familia”. Un solo “patern” familiar.
Todo esto viene a cuento, porque un congreso medieval y primitivista (naif) se anuncia con pompa y circunstancia en Guatemala (con el trasfondo del piadoso súper pastor John C. Maxwell, los Espina y de Guatemala Próspera). Hablamos del Congreso por la Vida y la Familia dirigido por un grupo religioso, muy fuerte y muy nutrido en lo económico (en el que participan de lleno también el Congreso de la República y la CSJ) que de la vida justamente no saben nada porque la niegan. De la vida sólo sabemos bien los pensadores liberales, vitales y vitalistas que no vivamos la muerte como los grupos religiosos fanatizados.
Se trata de un Congreso de la Alta Edad Media pero con todos los recursos actuales de convicción fraudulenta basada en el temor, en el bulo y la posverdad. Los tres poderes del Estado participarán en él, descaradamente, más un embajador guatemalteco que se ha fanatizado y que ya estuvo en anteriores juntas similares –inspiradas y ejecutadas por Maxwell- en el gobierno de Jimmy Morales Cabrera, cuando se adoctrinó a todo el Estado con el trabajo y el respaldo de Maxwell.
Dentro del Congreso por la Vida y la Familia, el Ejecutivo de Giammattei ofrece el perfil que corresponde a un gobierno civil mezclado con lo religioso en su más alto nivel. Un regreso en cierto sentido al gobierno fundamentalista del genocida Efraín Ríos Montt.
En el fondo y más bien tácitamente, el Congreso por la Vida y la Familia -de religiosos y pastores millonarios y funcionarios- enfila sus batallones a dianas muy bien especificadas con el fin de destruirlas: 1. Educación sexual en escuelas y colegios. 2. Aborto. 3. Identidad de género. 4. Matrimonio igualitario.
Cuando ese Congreso habla de pro-vida de lo que habla es de muerte. A este Congreso auspiciado paradójicamente por el propio Giammattei -y su preferido- lo que le place es lo contrario, es la muerte. La muerte de miles y miles que después de haber gozado del “se respeta la vida desde el momento de la concepción”, disfrutan de la muerte por hambre en este país donde millones de infantes están desnutridos en espera de que les llegue la muerte por inanición.
Continuará.