Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Si la oligarquía progre le continúa dando su indispensable apoyo –y el Ejército– Bukele convertirá a El Salvador en un país indudablemente moderno (limpio de telarañas medievales, religiosas y de anticuada devoción) tras largas complicaciones beligerantes.

El Salvador –con una larga guerra civil muy encarnizada– debió haber salido de ella triunfante, a reformas constitucionales que le garantizaran un status democrático, y fracasó. En Nicaragua triunfa plenamente el sandinismo con una guerra que cimbró al Istmo y al final de cuentas también fracasó porque el saldo Ortega-Murillo -que tenemos- es el de un país en caos democrático eleccionario y una dictadura de la que quisieron salir con Somoza y sus chacales sin éxito. Guatemala tuvo una guerra civil de 36 años. El sufrimiento fue colosal y tenaz. Todavía estamos sufriendo sus secuelas como el caso de Marco Antonio Molina Theissen y tantos otros que hay y que habrá de los dos lados. Tras ese conflicto desgarrador –donde quedó el territorio hecho jirones– el saldo fue a favor de las clases dominantes guatemaltecas que hasta con sus propias avionetas ayudaron a que la guerrilla perdiera el enfrentamiento. Y así fue en 1996 y así es hoy. Las izquierdas extremas quedaron aplastadas y sometidas por la oligarquía. Aquí, total fracaso y “salimos para atrás” y no para adelante, pese a los cacareados Acuerdos de Paz.

Sin guerra, confrontación bélica o conflicto armado interno (no son estas sus armas hasta ahora y aparentemente) Bukele, de acuerdo con la publicación del 19.8.21 de elPeriódico, pondrá a su país en el camino del desarrollo integral y la equidad, camino donde las conquistas no son sólo económicas (que ya las ha hecho y con gran audacia como lo de bitcoin) sino fundamentalmente sociales y en derechos humanos como la apertura al matrimonio igualitario y la prohibición de discriminación por orientación sexual, identidad y expresión de género. En cuanto a la familia Bukele media para que ésta ya no sea unidimensional sino abierta a diversas formas estructurales, acorde con la vida de hoy donde por ejemplo abundan familias monoparentales de diverso colorido. Abre la puerta al aborto terapéutico que en El Salvador estaba en condiciones infrahumanas (y ojalá a la despenalización del mismo) y trabajará para que la eutanasia sea legalizada.

Tras las guerras civiles de Nicaragua, Guatemala y El Salvador y abundantes peripecias y avatares causadas por las mismas de copioso dolor, llega Bukele y sin levantar una sola ametralladora hace y deshace para bien del país y, como vemos, no le interesa tanto el cambio económico sino el social (derechos humanos) que elevará a El Salvador al nivel de las naciones más desarrolladas de América Latina, en el perfil de Chile donde -cambios aún más apabullantes- no se dejan esperar tras la instauración de una nueva Constituyente.

Desgraciadamente tengo que decir (y no porque ya sea un estribillo mío) que Guatemala va cada vez más a la zaga del deshonroso oprobio. Se dan aquí escasos avances en cuanto al cambio y progreso equilibrado -en lo económico: que no sea el PIB sólo ganancia de la oligarquía (especialmente de la más rancia por no decir aycinenista) y que los cambios en lo social y en el campo de los derechos humanos sea para hoy. Cosa bien difícil porque ¡al contrario!, aquí ni siquiera se puede poner en la mesa de discusión temas como el del aborto o el del matrimonio igualitario pues la Santa Inquisición –instalada en el Congreso y en Funda Terror– les caen encima y los pulverizan a maiorem gloria Deus.

Es obvio que Bukle –como ya lo he dicho– cuenta con el apoyo integral e íntegro del Ejército y de la oligarquía progre a la que él pertenece con muchísimos millones propios.

Las cosas pintan tan distintas entre Guatemala y El Salvador que la envidia se dibuja en la cara de los guatemaltecos que otrora vieron sobre el hombro a Cuscatlán, desde la apolillada cima aycinenista de la Capitanía del Reino.
El que ríe de último ríe mejor.

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