ES AL SECTOR indígena al que toca organizarse integralmente y sin resentimientos internos en lo posible. Ahora que es el caso de hablar de ello -ampliamente- por el reciente paro nacional.
Mejor organizado porque al contrario que el ladino o mestizo tiene más luchas concisas, precisas y bastante exactas por qué pelear. En términos marxistas, es a ellos a quien corresponde la discutida “lucha de clases” porque mayoritariamente se encuentran en el área rural y, es en ésta, donde la explotación encomendera de siglos se ha consumado pagando salarios miserables que no son -siquiera- los que marca el salario mínimo que ya es mísero.
Siendo Guatemala un país agroexportador es en el área rural donde se debió haber estimulado al trabajador con salarios dignos, trato humano y vivienda adecuada pero no ha sido así, sino todo lo contrario y por esto es que acaso sea en el seno rural de donde deba partir la creación de un nuevo Estado guatemalteco, reformado al máximo, con un líder indígena como ha ocurrido en Bolivia o Perú. Sin embargo hay que tomar también en cuenta el arrollador desarrollo y cambio ¿negativo?, que ha padecido el indígena durante los últimos 20 o 30 años años en que ha cambiado del caite al tenis y del melancólico son al jocundo y festivo reggaeton.
Los ladinos o mestizos (como su nombre lo dice: mestizaje) hemos ido cayendo en gestiones muy particulares para lo político que hoy son un verdadero maremágnum, presidas por las agencias de empleo y clientelismo conocidas como partidos políticos, a las que tratan de arrastrar y arrastran a los indígenas en la compra venta directa y prostituida de votos por dinero -y hasta amueblados de sala y comedor- y demás ingredientes de la magia partidista. Nosotros los mestizos acaso ya no tengamos acceso -ni reformas ni renacimiento- inmersos, para nuestro mal y desgracia, en la corrupción e impunidad a la que también son remolcados indígenas serviles -y más bien aguacateros- como Curruchice Cucul, que se vendió por un platito de frijoles-lentejas.
Gústele o no a la oligarpilla este es un país que tarde o temprano (acaso dentro de unas dos elecciones) será dirigido por un miembro de los pueblos originarios como Pedro Castillo del Perú. Va siendo tiempo de que la alternabilidad en el poder sea más salpicada y que se lleve al solio presidencial a una mujer y luego a un indígena y de este modo la democracia se irá instaurando genuinamente en el país. Poco a poco. Falta mucha tela marinera que cortar.
VARIOS ELEMENTOS convergen aguda y dolorosamente en Guatemala y que nos están conduciendo a una crisis sólo parecida a la de los días anteriores al derrumbamiento de Pérez Molina y su amiga Baldetti Elías o tal vez a un desplome o hundimiento aún mayor:
La vil remoción de Sandoval -realizada con una frialdad de amaestrado verdugo- y que ha levantado una reacción de mayor desprecio para Giammattei y Porras y la larga cola de sus sustentadores, cola siniestras que llega y alcanza hasta la oligarquía.
A ello añadamos el hecho reconocido internacionalmente de que el 64% de los habitantes vive en pobreza y el 97% vive con algún tipo de privación importante. La crisis habitacional en que subsiste la clase baja y la media -en buena parte- es porque en Guatemala ninguno de esos dos estamentos puede acceder a la compra de vivienda. La inseguridad alimentaria. La inseguridad en términos generales, la enorme cantidad de analfabetos que sobrellevamos y, ahora, el galimatías repulsivo de la vacunación en la que el Gobierno da bandazos sin salir adelante.
Un caldo de cultivo es este que parece gestionarse en las vecindades del infierno porque eso es Guatemala para la inmensa mayoría: un infame infierno donde realmente ni a reata vale la pena vivir.
Vivimos sólo porque en el chip de la especie viene un a información genética que nos hace anhelar la vida contradictoriamente.