La reciente disputa entre el magisterio y el gobierno por el aumento salarial ha puesto en jaque a la educación pública. El Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala -STEG- antepone sus intereses personales a los intereses de la niñez guatemalteca, que cada día que pasa pierde la oportunidad de prepararse para el futuro inmediato.

Hemos visto como el dirigente sindical, Joviel Acevedo habla con prepotencia contra los medios de comunicación y los califica de “faferos”. Un término que ni él sabe qué significa y cómo se usa, lo cual demuestra su incapacidad como mentor porque ni para eso sirve.

Este “líder sindical” no se pone a pensar que su actuar afecta a miles de niños y niñas, quienes cada día sin clases ven truncada la oportunidad de desarrollar sus conocimientos y prepararse para enfrentar en unos años el competitivo mercado laboral.

El profesor Acevedo, de una manera prepotente califica a diestra y siniestra a los periodistas, sin ponerse a pensar que con eso solamente viola el derecho constitucional de la Libertad de Prensa. Bueno, que sabe este señor de respetar, si durante más de dos décadas no la he importado afectar a la sociedad, creyéndose un ministro paralelo que puede hacer lo que le viene en gana.

Es muy importante estar claros y conocer qué significa ser un maestro, esa persona que es mucho más que un transmisor de conocimientos; es un pilar fundamental en la construcción de una sociedad. Su impacto trasciende las aulas y se refleja en el desarrollo de generaciones enteras.

Los maestros no solo enseñan matemáticas, historia o ciencias sociales, sino que también inculcan valores como la responsabilidad, el respeto y la justicia. Ayudan a moldear el carácter de los estudiantes, preparándolos para ser ciudadanos críticos y comprometidos con su comunidad.

A través de la educación, los docentes pueden romper ciclos de pobreza y desigualdad, ofreciendo herramientas para que los niños y jóvenes tengan oportunidades de crecimiento. En sociedades con desafíos económicos y sociales, los maestros representan la esperanza de un futuro mejor.

Más allá del conocimiento académico, un maestro es un consejero que inspira, motiva y acompaña a sus alumnos en su proceso de aprendizaje. Muchas veces, su apoyo puede marcar la diferencia en la vida de un estudiante, impulsándolo a alcanzar sus metas y cumplir sus sueños.

Los docentes son la voz de la educación en cualquier sociedad. Su lucha por mejores condiciones de enseñanza y aprendizaje tiene un impacto directo en la calidad educativa y en el desarrollo del país convirtiéndose en los defensores de la educación. En Guatemala esta situación es casi imposible, mientras tengamos a la cabeza del sindicato a un dirigente como Joviel Acevedo, quien es uno de los personajes más nefasto para la educación pública.

Los maestros son arquitectos del futuro, sembrando conocimiento y la conciencia social. Su labor no siempre es reconocida como merece, pero sin ellos, el progreso sería imposible. Por eso es que los padres de familia deben tomar cartas en el asunto y no dejar que un grupo de docentes afecten el desarrollo educativo de sus hijos, que no les quiten los sueños que tienen y que actúen para evitar que este grupo de “haraganes” siga beneficiándose de la educación pública.

Más allá del debate político y económico, es necesario reflexionar sobre quiénes terminan siendo los verdaderos afectados: los niños y niñas que dependen del sistema educativo público. Los paros y movilizaciones sindicales, aunque legítimos dentro de la lucha por mejores condiciones laborales, generan interrupciones en el proceso de enseñanza, privando a los estudiantes del acceso continuo al aprendizaje.

En un país donde la calidad educativa ya enfrenta desafíos significativos, cada día sin clases representa una brecha aún mayor en la formación de la próxima generación. Si bien la defensa de derechos laborales es una causa justa, el diálogo entre el gremio magisterial y el gobierno debe enfocarse en soluciones sostenibles que no pongan en riesgo la educación de la niñez guatemalteca.

Las protestas y paros del gremio magisterial, cuando se extienden sin una estrategia que priorice a los estudiantes, tienen un impacto significativo en la educación de la niñez guatemalteca. Si bien la lucha por mejores condiciones laborales es legítima, es crucial que los intereses sindicales no pasen por alto el derecho fundamental de los niños a recibir una educación de calidad y sin interrupciones.

Marco Tulio Trejo

mttrejopaiz@gmail.com

Soy un periodista y comunicador apasionado con lo que hace. Mi compromiso es con Guatemala, la verdad y la objetividad, buscando siempre aportar un valor agregado a la sociedad a través de informar, orientar y educar de una manera profesional que permita mejorar los problemas sociales, económicos y políticos que aquejan a las nuevas generaciones. Me he caracterizado por la creación de contenido editorial de calidad, con el objetivo de fortalecer la democracia y el establecimiento del estado de derecho bajo el lema de mi padre: “la pluma no se vende, ni se alquila”.

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