Marco Tulio Trejo

mttrejopaiz@gmail.com

Soy periodista, comunicador social y un soñador creador de opinión pública, para hacer conciencia que permita mejorar los problemas sociales, económicos y políticos que nos aquejan y nos mantienen inmersos en una sociedad con pocas oportunidades de vida para las nuevas generaciones. Estoy convencido de la importancia que tiene la prensa, en el fortalecimiento de la democracia, para coadyuvar a la consolidación de un Estado de Derecho con una certeza jurídica y el lema de mi señor padre siempre fue: “la pluma no se vende, ni se alquila”.

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Las redes sociales están siendo usadas por los “politiqueros” para desinformar y para desacreditar a sus oponentes, han creado supuestos medios de comunicación que aparentan ser “noticiosos”, pero realmente son fachadas para tratar de imponer una agenda, que les permita hacer creer que son “monjas de la caridad”, pero que en la realidad son depredadores de la verdad.

En los últimos meses, hemos visto surgir páginas web, perfiles en las diferentes redes sociales, que se dicen ser los defensores de la Libertad de Prensa y de la Libertad de Emisión del Pensamiento, pero son nada más y nada menos que “politiqueros” que tienen intereses personales y oscuros para tergiversar la información.

Estos perfiles son “fachadas” que usan los “politiqueros” para hacerse pasar como comunicadores, por eso es que se hace necesaria la aprobación de una Ley, que castigue este anómalo proceder, porque únicamente se desinforma y es el eslabón perfecto para hacer creer que la información es verdadera, objetiva, imparcial o como se les quiera llamar, pero que ni por asomo, se les puede denominar “noticias”, porque no llenan los requisitos mínimos, que estipula la academia para este género periodístico.

Estos perfiles de Facebook, X o bien páginas web disfrazadas de medios formales, no tienen ni siquiera un director responsable, un número de teléfono, una dirección física o un consejo editorial que les permita cumplir, como lo estipula la Ley de Emisión del Pensamiento, donde se regula que cualquier persona que se sienta ofendida por alguna publicación tiene el derecho de aclarar, rectificar, dar explicaciones o refutaciones de hechos inexactos.

Pero en estos casos no se puede hacer nada de lo que estipula el artículo 35 constitucional, por eso la fórmula para acabar con esta “peste” es detectar este tipo de perfiles y empezar a tener control de calidad de lo que consumimos como información, incluso existe un problema de la información que la Organización Mundial de la Salud -OMS- ha declarado como la “infodemia”.

Esta situación se originó durante la pandemia del coronavirus, pero afortunadamente fuimos alertados como sociedad, sobre este fenómeno, para que no nos dejemos engañar por mentes “maquiavélicas”. La campaña que se puso en marcha trata de concientizar a los ciudadanos sobre la búsqueda de noticias fiables frente a las informaciones falsas e inexactas, lo cual nos da salud mental.

¿Pero qué es la infodemia? Es la información errónea y falsa que puede perjudicar la salud física y mental de las personas, incrementa la estigmatización de algo, amenaza los logros conseguidos por determinado personaje público, lo que reduce su credibilidad y pone en duda la reputación. En una palabra: inmoralidad.

La definición de infodemia es una sobreabundancia de información en línea o en otros formatos que incluye los intentos deliberados por difundir información falsa. Sin embargo, la misma tecnología de la que dependemos para mantenernos conectados e informados también permite y amplifica una infodemia, minando de dudas a la ciudadanía, al mismo tiempo que distorsiona la opinión pública, lo cual se constituye un peligro social, porque nos hacen creer que una mentira se perciba como una verdad.

La Red del Internet es una herramienta digital creada para intercomunicar y mejorar la calidad de vida de las personas en el mundo, las redes sociales fueron creadas para intercambiar, de una manera inmediata, información valiosa para que las personas estemos informadas de lo que sucede a nuestro alrededor o en cualquier parte del mundo.

Estas herramientas hicieron cambios en la forma de comunicarnos, hace algunos años era una información vertical, donde el emisor transmitía ideas y los receptores únicamente podían recibirlas, sin una interacción, pero ahora esto ha cambiado significativamente y la comunicación se ha vuelto horizontal.

¿Pero qué significa esto? Pues algo muy simple, ahora los emisores de la información, la trasladan y los receptores (audiencia), tienen la decisión en sus manos, para consumir o desechar lo que leen, oyen o ven, por eso es muy importante que los ciudadanos pongamos a trabajar nuestra lógica y tomemos lo bueno y desechemos lo que no sirve.

Muchos al leer se preguntarán que deben hacer y la respuesta está en el criterio que empleemos para analizar lo que leemos, escuchamos o vemos, podemos observar que, de la noche a la mañana, han surgido supuestos “comunicadores”, quienes en realidad son viejos y conocidos “politiqueros”, personajes que tienen un historial muy cuestionado y una agenda trazada. Entonces les hago una pregunta: ¿Será que podemos creerle a los que nos han demostrado quiénes son en realidad?

Esta gente no puede ser formadora de opinión pública, son simplemente personas sin moral porque tratan de engañar a las masas, con análisis distorsionados, discursos y comentarios que conllevan una intención y eso no es ético, menos profesional. Por eso mi recomendación es que no dejemos que nos den atol con el dedo.

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