Guatemala vive una crisis política, jurídica y social que afecta el Estado de Derecho y vemos que cada día nos hundimos más, porque este gobierno, no encuentra la fórmula para contrarrestar los ataques que ha sufrido en estos siete meses de ostentar el poder, lo cual pone al descubierto que tenemos un débil sistema de partidos políticos y sin proyectos para sacar adelante al país.
Los diferentes partidos tienen la tarea de convencer a la ciudadanía a participar en las elecciones, pero también en la participación para discutir los procesos de toma de decisiones gubernamentales, para buscar el desarrollo de la nación, que en su mayoría vive en pobreza y no vemos por ningún lado que se pueda salir de esa falta de oportunidades para los guatemaltecos.
El sistema de partidos políticos representa el opuesto de ese ideal. Es uno de los que tienen la base institucional más débil de toda América Latina; la antigüedad promedio de un partido político es de solo seis años, y hay más de una veintena de partidos que compiten en cada elección, la mayoría de los cuales representan poco o nada en términos de ideología.
En efecto, desde la vuelta a la democracia en 1985, no hay ningún partido político que haya ocupado dos veces el sillón presidencial y esto no permite que los guatemaltecos tengamos la culminación de las políticas gubernamentales que nos saque de ese hoyo en el que nos encontramos.
Los “politiqueros” se limitan a ofrecer promesas clientelistas y populistas que lo único que hacen es ver por sus propios intereses y se olvidan de velar por el bienestar de los que les dieron el voto para ostentar el poder. Los políticos con el paso de los años se han vuelto descarados y les importa muy poco o nada, que hablen mal de ellos, sin ponerse a pensar que la credibilidad estatal está por los suelos.
Las consecuencias para Guatemala son dramáticas y preocupantes. Las instituciones han perdido la gobernabilidad y la gobernanza se hace cada día más difícil, porque se perdió la autoridad y los entes estatales tienen una mala imagen institucional que nos deja en un estado de anarquía.
El país es considerado entre los seis países más corruptos de América Latina, lo cual nos pone en el “ojo del huracán”, porque en el extranjero nos ven como una sociedad podrida y descarada, que tiene un alto grado de impunidad, lo cual provoca que la inversión extranjera no quiera invertir, porque no tenemos certeza jurídica.
Además, el sistema de justicia no cumple su función y cada día vemos cómo salen libres los corruptos y no reciben el castigo que se merecen por haberse “embolsado” el dinero de los impuestos y que ha impedido por años que ese dinero malversado sea invertido en infraestructura, educación y salud.
Diariamente vemos cómo se deterioran las instituciones, las cuales no tienen la capacidad de contrarrestar los altos niveles de corrupción y que cada vez se conocen los “trances” que son maquinados para desfalcar el erario nacional y que ponen en entredicho, la función del Estado, para generar mejores condiciones de vida para la mayoría de guatemaltecos, quienes prefieren buscar una oportunidad en el extranjero para encontrar una mejor calidad de vida.
Lo que percibimos como sociedad, es que vivimos uno de los momentos más difíciles de nuestra historia democrática, y cada día nos cuesta más salir adelante, porque el pulso político, no permite encontrar la senda para encontrar mejores oportunidades que nos permitan encontrar la paz y tranquilidad de una sociedad necesitada de encontrar el camino para salir adelante.
Es necesario que los partidos políticos, representados en 168 curules en el Congreso de la República, trabajen para legislar y que busquen el bienestar común, aún en la oposición, en vez de seguir siendo la piedra en el zapato de un gobierno que no tiene la capacidad de encontrar una salida política, para poder trabajar en beneficio de Guatemala. Esta situación nos enseña fehacientemente que no es lo mismo verla venir, que bailar con ella.