Marco Morales

Marco Morales, Director de Water Co. www.water-co.com Ph.D. en ingeniería hidráulica y medio ambiente, MSc. Gestión y Planificación del Agua (UPV, España), especialista en Water Quality Monitoring (JICA, Japón), Gestión económica de recursos naturales y ambiente (UAH, España), Ing. Agr (USAC, Guatemala) Correo: marcomorales@water-co.com | Whatssapp: +502 33258714

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De madrugada en estas montañas me despierto con cantos de coronaditos (Zonotrichia capensis) y me hacen recordar mi infancia. Debe gustarles el frío y los árboles, y no estar cerca de zanates y palomas, porque huyeron de la capital hace algunos años.

Hoy tuve la lucidez de escribirles estos relatos de animales, que me han sucedido en el campo, en momentos de investigaciones científicas o trabajos profesionales. Empiezo a escribirlos, mientras un ave se baña y bebe agua en la fuente que se ve desde la ventana de mi oficina.

El venado, la oveja y la mano de piedra

Era 1995, y estudiábamos la vegetación del bosque de la Reserva de Biosfera Sierra de las Minas (vertiente del Mar Caribe de Guatemala) con el Ing. César Castañeda. Nunca me he agotado tanto en una caminata como esa vez llegando a la Peña del Ángel y su bosque nuboso, a poco más de 2,400 m s.n.m. En el regreso al bus, veníamos corriendo por la carretera de terracería con varios compañeros de agronomía.

¡A la gran puchica vos, saltaste como un venado!, me dijo un amigo al que apodábamos “oveja”.

En el camino, había una mano de piedra (Atropoides nummifer) tomando el sol. En mi carrera, logré verla y saltar con todas mis fuerzas. Es una de las serpientes más venenosas de Guatemala.

Los insectos y la culebra

En 1996 en la finca de mi amigo, Edgar Ríos, buscábamos insectos entre el monte para nuestra colección. Sentí bajo mi bota la consistencia de un cuerpo extraño, enrollado y que se movía intentando huir. ¡Era una culebra!

El manglar, el chilizate, las vacas y el caballo negro

En 1997, estudiaba los manglares del Pacífico guatemalteco. Mi guía, don Marco Tulio, conducía con su vara la lancha entre el manglar inundado; en la época lluviosa, me decía, “hay que tener cuidado porque se ponen bravos los chilizates (Polistes sp.) y pican duro”… en un tronco seco, casi a ras del agua nos encontramos con un nido; don Marco se tiró al agua ¡y detrás de él iba yo! Afortunadamente, estas avispas cuidan de su nido sin alejarse mucho.

Otro día, don Marco Tulio se enfermó y no pudo acompañarme a la isla (una terraza elevada entre manglares, usada como finca para el pastoreo de ganado). Yo tenía que tomar muestras de suelo con un barreno helicoidal, y agua de la zona intersticial para estudiar la salinidad (midiendo la conductividad eléctrica). En un momento dado, me rodearon las vacas y comenzaron a intimidarme mugiendo, moviendo la cabeza y arrastrando las patas delanteras, me tuve que defender con el barreno de metal y tirarme al agua del manglar para librarme. Después de tomar mis muestras, tenía miedo de salir, pero era el único camino seguro hacia la aldea El Conacaste. Cuando me vieron salir, volvieron hacia mí y no sabía qué más hacer. A lo lejos vi un caballo negro de pelo largo galopando hacia nosotros. Se encabritó en dos patas y relinchó, como regañando a las vacas, las que se apartaron y le siguieron el paso. Me salvó y no lo olvido.

La hidroeléctrica y el coral

En 2014, un cliente nos pidió un estudio de prefactibilidad para construir una hidroeléctrica en la zona cercana al puente del río Los Esclavos. Bajamos en ese punto a reconocer el área. Al regreso, cometí el error de ir caminando delante del guía (no sé por qué muchas veces lo hago), y en una pequeña zona encañonada del camino, vi resbalarse por la ladera justo a mi costado izquierdo una serpiente. Al instante, cerré los ojos y sin parar de caminar. “¡Marco, te cayó en la mera pierna!”, me dijo mi amigo Renato. ¡Era una serpiente venenosa, un coral (Micrurus latifasciatus)!

Los páramos, los caballos salvajes y el cóndor

Yo estaba un poco nervioso porque teníamos que caminar un par de horas entre los 3,500 y los 4,000 metros s.n.m., en la Reserva Ecológica Antisana (Ecuador, 2016). Estudiábamos el papel de los páramos, infraestructura verde con alta capacidad de captación hídrica, una especie de esponja de vegetación ¡sin árboles! (por las elevadas altitudes y el frío). Los guardarrecursos del Fondo para la Protección del Agua (FONAG), nos enseñaron a lo lejos unos caballos salvajes, y nos dijeron que deben capturarlos y llevarlos a otras zonas, para que no contaminen el agua con sus heces. Mientras nos veíamos con asombro ante tal medida técnica, pudimos ver al cóndor (Vultur gryphus) surcando los cielos con sus tremendas alas.

El agua de campamentos y la barba amarilla

Tomamos un avión privado hacia Petén porque le pidieron a mi empresa unas soluciones para la clarificación, filtración y desinfección del agua para unos productores agroindustriales. Tomaban agua directamente del río San Pedro, aledaño a unas comunidades, para el uso de campamentos y deseaban mejores soluciones de potabilización. Nos dirigimos a la toma de agua en la ribera del río. Nuevamente, por ir delante del guía, vi a 5 pasos una cría de barba amarilla (Bothrops asper). “¡Tenga cuidado porque esas chiquitillas son más venenosas que las mamás!”, me dijo el guía.

Mientras veía las especificaciones técnicas del sistema de bombeo, no dejaba de pensar en la suerte que siempre he tenido en mis encuentros con los animales… tal vez sienten que solo estoy estudiando el agua.

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