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En mi columna de fecha 7 de agosto del presente año manifesté mi posición en relación a la opinión bastante extendida en algunos círculos de que Guatemala “para avanzar necesita una dictadura”. Pues recibí diversos comentarios sobre ella pero sobre todo tuve comentarios sobre la necesidad de poner “orden” y sobre cómo ciertos líderes autoritarios han sido efectivos para modernizar economías. Es decir, el “mito del dictador efectivo”. Es más, de esos comentarios me recordé una anécdota de un connotado ciudadano opositor al Serranazo de 1993, que me contó cómo algunos líderes empresariales se manifestaron – privadamente – en favor de las medidas de Serrano porque ahora “sí tendremos a nuestro Pinochet”.

En primer lugar, me parece que la idea del “dictador benévolo” o del “dictador efectivo” tiene sus raíces en algunos pocos ejemplos, muy particulares, de gobernantes que pudieron haber hecho un gobierno represivo pero con dirección tecnocrática efectiva. Ejemplo de estos pudieran ser, por ejemplo, Singapur bajo Lee Yuan Kew, Chile bajo Pinochet, o Corea del Sur, bajo Park Chung Hee. Esos gobiernos represivos efectivamente modernizaron sus países y crecieron su economía con planes nacionales importantes bajo dirección tecnocrática efectiva. Ahora desde mi óptica, estas excepciones, con un contexto social, cultural y económico distinto, incluso en algunos casos, promovidos por la política exterior de Estados Unidos de América, son las “excepciones” que prueban la regla.

Por cada dictadura “efectiva” hay muchos ejemplos cercanos en que los dictadores o líderes autoritarios no han gestionado bien la cosa pública y la economía sino en cambio lo que han hecho es gestionar mal la economía pero al mismo tiempo “avasallar” a las élites económicas. Veamos unos ejemplos cercanos y recientes que nos pueden ilustrar que pasa por nuestros lares en lugar de otros contextos culturales, para no remontar a conocidos episodios de los regímenes autoritarios como el de Hitler que al parecer se olvidan en el imaginario colectivo.

En Nicaragua, la élite empresarial estaba muy contenta con la gestión de Ortega en la cual creían que todo estaba bien porque él era deferente a sus intereses en materia económica. Al parecer creían que “él tiene el poder político, nosotros el económico”. Sorpresa, llegó el 2018, vinieron las protestas y Ortega sacó las garras y al oponerse a la represión llevó a que Ortega rompiera con ellos llevando incluso a cancelar en el año 2023 el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) – el equivalente al CACIF en Guatemala – habiendo antes encarcelado a su presidente, Michael Heally, y a su antecesor José Adán Aguerri, en un hecho sin precedentes. Hoy, el sector privado está avasallado y sufre de un terrorismo fiscal importante como un medio de presión importante para consolidar poder.

Ahora pensemos en El Salvador. Bukele una vez consolidó poder en la Asamblea Legislativa, de las primeras cosas que hizo fue remover a la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) de las juntas directivas de instituciones autónomas claves para la política económica del país. Adicionalmente, ha perseguido a líderes empresariales que eran afines y también políticos de ARENA como Ernesto Muyshondt que aún sigue en prisión luego que se rompiera su alianza con Bukele en 2021. Su primo, Alejandro Muyshondt, cercano a Bukele y asesor de seguridad, también rompió con Bukele, fue detenido y murió en detención en circunstancias que generan muchos cuestionamientos. Según me comentan conocidos salvadoreños, el sector privado ha visto lo que ocurre y “han bajado la cabeza” sabiendo que han perdido su poder de maniobra y que las libertades están coartadas. Claro, a base de “estados de excepción” se ha tomado el control de las marcas del país a cambio de tener menos libertades. Independientemente de qué posición sobre la conveniencia o no de un “corporativismo” pronunciado en el cual los sectores empresariales, sindicales y demás cuerpos intermedios tengan poder político y participación en las juntas directivas estatales, lo cierto es que de “plumazo” el líder autoritario puede decidir cerrar esos espacios de decisión históricamente respetados.

Ahora miremos un ejemplo bastante interesante de lo que está ocurriendo en Estados Unidos. La administracion Trump está usando su “trifecta” (control de la Casa de Representantes, el Senado y el Ejecutivo) para poder consolidar una importante cuota de poder para Trump. Los analistas de la política de Estados Unidos ven cómo Trump está usando su poder para manipular su política de aranceles y la forma de que se aplican para favorecer a los grupos empresariales que le den favor. Así, ha sido reportado que la Casa Blanca al parecer tiene una lista de empresas “preferidas” y de empresarios que no lo son. De la misma forma, está usando su poder para eliminar o aumentar subvenciones en leyes como el CHIPS Act a empresas que le den su favor. Incluso, tratando de negociar que el gobierno tome participaciones en empresas como Intel, cuestión inusitada en la historia económica de ese país fuera de casos de crisis económicas. En fin, se cuestiona el creciente uso de la política económica como mecanismo de coerción para favorecer la posición política.

Nuevamente, no creo en los “dictadores benévolos”. Una vez se consolidan en el poder y eliminan los controles democráticos, países enteros se pueden someter a capricho y eso excluye la voluntad popular. Las élites económicas deberían tomar acervo de lo anterior y aprender de lo que ha pasado en otros países donde han sido “avasallados” aún y cuando, por cierto tiempo, han sido afines a los designios de líderes autoritarios.

Sostengo que la democracia y su “música” es un sistema que puede ser caótico, inefectivo y “lento” para producir resultados, pero la democracia liberal y republicana, con pesos y contrapesos, tiene mucho mejor récord de buenos resultados económicos que las dictaduras. Toda Europa y Estados Unidos de América atestiguan de esto. Los controles republicanos y sistemas democráticos mantienen un balance entre poder público y los derechos individuales, Imperfecto sí, pero a la larga solo a través de estos pueden asegurarse la presencia y toma en cuenta de las minorías, el pensamiento disidente en toda materia y las libertades individuales.

Los que creen que nuestra democracia es “inefectiva” deberían impulsar y propugnar por una reforma política, constitucional y legal que promueva la meritocracia, la competitividad y el mejoramiento y fortalecimiento de los órganos de control para establecer un Estado de Derecho, no promover las ideas erróneas de regímenes que eventualmente, al concentrar poder, los descartan sin miramientos.

 

 

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