@BermejoGt
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Se dice que estamos viviendo desde hace algún tiempo en la “era de la posverdad”. Esta era, se dice, se caracteriza por la creciente influencia de las emociones y las creencias personales sobre la opinión pública, dejando en segundo plano los hechos objetivos y la verdad. Este fenómeno ha dado lugar en parte por la difusión indiscriminada de información a través de las redes sociales, la proliferación de noticias falsas y la polarización política, donde las emociones y la manipulación del discurso prevalecen sobre la información precisa. Es una era en la que las “sensaciones” y el “tribalismo” priman sobre el pensamiento crítico.
Relacionado con lo anterior, una de las crecientes tragedias que miro actualmente en la sociedad actual es tachar toda opinión o postura en materia política como “ideológico”. Lo anterior como si fuera una plaga que hubiere que erradicar. La “ideología” es vista como algo que “mancha” una postura como si fuere algo erróneo. He podido apreciar que incluso se critica que las posturas de los políticos sean basadas en “ideologías”. Al respecto, me parece que si bien considero que, por ejemplo, ciertas decisiones relacionadas con políticas públicas se analicen con información y data veraz para tomar mejores decisiones, la labor del político no debe ser, por si misma, criticada por ideológica. El político, en una democracia funcional, es electo precisamente por las posturas que tiene sobre los asuntos de interés nacional y su visión sobre los temas, es decir, su ideología.
Claro que el problema real es que en Guatemala los partidos políticos rara vez tienen una postura ideológica definida sobre los asuntos de interés nacional. Así, por ejemplo, ¿quién con cierta certeza puede exponer qué postura tiene el Partido Victoria sobre el cambio climático? O, ¿qué postura tiene el partido Valor sobre las reformas al sector justicia? Con certeza se puede afirmar que nadie sabe. En realidad, los partidos políticos y muchos políticos no tienen creencias o ideologías definidas, así tenemos ejemplos de “camaleonismo político” como la de una conocida candidata a elección popular que en una campaña política se muestra a favor del “matrimonio igualitario” (2015), y luego, se muestra en contra de dicha posición años después (2023). Sin duda alguna una persona puede cambiar de opinión sobre ciertos temas a través del tiempo, pero la mayoría de veces esa “fluidez” en principios y valores es producto de oportunismo político y conveniencia del momento. No debemos confundir ese oportunismo con posturas ideológicas o la necesidad de erradicarlas.
Dejando de lado ese oportunismo, la reticencia a lo “ideológico” en la vida política me parece un despropósito ya que esta necesariamente debe ser una de escogencia de posiciones ideológicas por parte del electorado. Una sociedad moderna y plural debe ser expuesta a la mayor cantidad de posturas sobre los temas del acontecer nacional y el elector analizar cuál es la que más le convence. La postura de eliminar la “ideología” del acontecer político me parece no sólo es un resabio importante del autoritarismo de la década de los 70 y principios de los 80, el cual está volviendo a nacer, sino además, en el fondo, es en sí una posición “ideológica”, autoritaria eso sí. Cualquier intento de reducir la libre circulación de ideas es una afrenta a la libertad que debe señalarse.
Me parece que más que criticar la necesidad o no de las posturas ideológicas, es importante tener en consideración que lo que estamos viviendo es una crisis del pensamiento crítico en la sociedad. Las redes sociales y la inmediatez de la información y su gran cantidad están afectando la forma en que el humano puede procesar información y pensar críticamente. Esto es una realidad que se ha comenzado a estudiar recientemente y de la cual se debería hablar más. La inmediatez y la fluidez de la información, causan desconcentración y, eso a la larga afecta la capacidad de procesar información adecuadamente. Lo anterior, si lo sumamos a la existencia de los “sesgos cognitivos” puede dar lugar al establecimiento de ideas particulares que quizá no se conformen con la realidad objetiva de un asunto. En particular, me parece importante que al consumir información y compartirla se tenga en consideración el “sesgo de confirmación” que es descrito como el sesgo por el cual “favorecemos” la información que confirma nuestras percepciones. Adicionalmente, es importante tener en consideración el “efecto Dunning-Kruger” que es descrito como el sesgo por el cual se describe como una persona entre más ignorante es sobre un tema, más confianza tiene emitiendo opiniones sobre el mismo y viceversa. Es paradójico que entre más información tiene el hombre a disposición ahora, más proclive es a entender de forma errónea la realidad si no se piensa críticamente y con atención a nuestros propios sesgos cognitivos.
Lo expuesto en estas líneas es sólo una aproximación a la relación de la necesidad de las ideologías y la libre circulación de ideas en la sociedad y, en particular, en la vida política del país. He tratado de exponer que más que tildar como peyorativas las ideologías, porque eso implicaría en el fondo una idea autoritaria y contra la libertad en sí, lo que necesitamos como sociedad es profundizar el pensamiento crítico para evitar los tribalismos con fundamento en emociones y sesgos que nos impiden apreciar la realidad en forma objetiva o con datos sensibles a la misma por el cada vez más amplio mar de información inexacta, sesgada o falsa diseminada incluso a veces a propósito. Necesitamos formar mejores ciudadanos más que limitar la libertad.