Luis Fernando Bermejo Quiñónez

@BermejoGt

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Es usual que al iniciar cada año las personas se fijen objetivos y el deseo de alcanzar ciertas metas que durante el año anterior no se pudieron alcanzar o bien porque son producto de la reflexión que todo fin de año trae. En esta columna, quisiera plasmar mis deseos para este año 2024 y planteo unas reflexiones con base en lo ocurrido el año pasado. 

En lo personal, este año quisiera dedicarle más tiempo a mi familia y trabajar para alcanzar ese punto de equilibrio entre tiempo de familia y trabajo. Es difícil, creo que he ido mejorando en ello, pero siempre hay espacio para mejorar. Este año quisiera poder dedicarle más tiempo a mi vida espiritual también. A fin de año pude leer unos libros que tenía a medio leer. Quisiera poder dedicarle más tiempo a la lectura no asociada a mí profesión y desocupar la “pila” de libros acumulados a medio leer en mi mesa de noche. Espero poder dar clases de nuevo este año en mi alma mater, la Universidad Francisco Marroquín. En lo profesional, el año 2023 fue muy bueno y espero este año sea mejor y traiga muchos retos nuevos.

Los últimos 6 meses han sido de mucha inestabilidad política. Los sucesos posteriores a las elecciones han crispado de ansiedad hasta las personas con más paz interior. Los ataques injustificados a los resultados electorales, la instrumentalización de la justicia y la desinformación han sido rampantes. También la reacción ciudadana contra los embates contra las elecciones fueron fuertes e incluso llegando a las manifestaciones y bloqueos de octubre que tanta incomodidad y pérdidas económicas causó. Ahora mismo estamos a pocos días de que tomen posesión las autoridades electas para el Congreso, las alcaldías y la Presidencia y Vicepresidencia y aunque todavía se escuche ruido en redes sociales sobre posibles sucesos que alteren el orden constitucional, lo más probable es que, como debe ser, todas las autoridades electas tomen posesión. 

El 2024 puede ser un año de cambios positivos. El cambio de autoridades, si existe buena voluntad de las distintas fuerzas políticas, puede ser un año para reconducir el país en la senda correcta. Puede ser un año en que se convengan las reformas políticas y legales que tanto se necesitan en beneficio del país. Puede ser el año en que se convengan las reformas estructurales necesarias para poder catalizar la construcción de nueva infraestructura para el país (e.g. la regulación de la expropiación, del derecho de vía, reformas a la ANADIE y de las alianzas público privadas, mejorar el andamiaje competitivo de las contrataciones públicas, etc.). Puede ser el año en que se realicen las reformas del sector justicia que aseguren mecanismos de nombramiento meritocráticos y la independencia judicial. Puede ser el año en que se renueven las Altas Cortes con un criterio de meritocracia y no de ejercicio del poder. Puede ser el año en que se discutan y se establezcan las reformas del servicio civil, y así un largo etcétera. 

Sin embargo, de todo lo mencionado anteriormente, en mi parecer, definitivamente la oportunidad que no se puede perder es la de proponer, analizar y consensuar las reformas electorales que tanto se necesitan en el seno de la próxima Comisión de Actualización y Modernización Electoral (CAME) que instalará el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Hemos pasado un evento electoral donde hubo toda clase de problemas legales derivados de problemas de diseño legal. Y no me refiero al sistema electoral y el sistema de conteo y validación de resultados por las juntas receptoras de votos, las juntas municipales y departamentales que se probaron robustas y a la altura, aunque sea aún incomprendido para muchos funcionarios con poder. Más bien me refiero a que debemos reformar, entre otras, el sistema de elección de diputados para establecer mayor representatividad y cuentadancia al electorado que es uno de los talones de Aquiles de nuestra democracia. También se debe reformar que los órganos de dirección de los partidos sean auténticos órganos democráticos y no trabajen en beneficio propio por medio de la venta de candidaturas y canalización del financiamiento. Debemos modernizar los mecanismos del financiamiento de campañas. Debemos aclarar el rol del Ministerio Público en la persecución de delitos electorales para que no existan abusos de parte de éste y no se menoscabe el rol constitucional del TSE. Por último, debemos eliminar la normativa sobre los finiquitos y la campaña anticipada que ha sido malinterpretada y abusada para constituir un mecanismo de eliminación de las opciones electorales de “lawfare”. 

En fin, este 2024 trae oportunidades y retos, esperemos que todos a nivel individual podamos trabajar en alcanzar nuestras metas individuales y que el país y sus nuevas autoridades puedan encontrar los mecanismos de cooperación necesarios para poder mejorar nuestra institucionalidad. Ansío que este año se inicie el proceso de recomposición de nuestra institucionalidad que tanto ha sido mancillada en los últimos años. ¡Feliz año 2024!

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