Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
@BermejoGt
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Tengo que reconocer que últimamente he sentido desasosiego por el futuro próximo y a largo plazo del país. Las cosas no pintan bien. Como practicante del Derecho, tengo la certeza que en Guatemala ha colapsado el Estado de Derecho y que va hundirse aún más su precario estado. La ley no se aplica y si se aplica es de forma aviesa. Tenemos todos los órganos de control republicano y de la aplicación de la ley en “sintonía” con el entente que ostenta el poder estatal o que aspira tenerlo. Lo peor de todo es que no hay reacción, sino silencio e inacción, de sectores que tradicionalmente eran beligerantes guardianes del Estado de Derecho, o bien, como mínimo, propugnaban que las cosas marcharen en lo que a su propia visión era la mejor forma para Guatemala.
Por un lado, la sociedad civil, si bien señala desmanes en la administración pública, ha venido a menos por hostigamiento gubernamental de personajes clave de ella que han hecho que se exilien o bien se hagan para atrás “en tanto pasa” este episodio. Otra razón de su menor actividad y beligerancia es la posible aplicación anómala de la Ley de ONGs que puede ser abusada por el poder público. Todo esto ha aunado a que las voces de protesta amainen. Con muy pocas excepciones, los tanques de pensamiento hacen mutis.
La Universidad de San Carlos, después de un proceso de elección de autoridades que ha sido cuestionado por muchos, se aprecia un alineamiento de su posicionamiento con el entente político que hoy tiene el control de la institución y sus posicionamientos políticos y jurídicos en todos los órganos donde participa. Ha quedado atrás aquella época donde era un ente autónomo del poder político que abogaba por posiciones distintas al status quo, por el que muchos de sus líderes murieron. Ahora las redes existentes son afines al poder político.
El gremio de abogados, ausente del debate político y de la situación del país. El Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala ha dejado de ser una institución que busca la justicia y el Derecho a una institución clientelar cuyos líderes sólo piensan en buscar prebendas y poder, administrar en su beneficio el patrimonio del mismo o bien negociar los votos en Comisiones de Postulación. Debe existir una renovación total de la dirigencia gremial.
Las élites económicas, divididas, también han perdido (sin que se den cuenta) su valor protagónico. Atrás han quedado los años, que para bien o para mal, podían “sentar” un gobierno con paros y manifestaciones gremiales. Ahora, aunque en privado reconocen que las cosas no marchan bien, no se atreven a exponerse porque les han “movido el tablero” y tienen que quedarse callados de muchas cosas mientras las mafias con las que se disputaban hace 20 años el poder avanzan más en su control del país. Otros, temen represalias y que no les cierren los casos penales que otros políticos inmiscuidos en los mismos hechos ya han logrado cerrar, y con eso, los “neutralizan”. En las cámaras existe división y como hasta líderes gremiales han sido perseguidos, han tomado nota que no es el momento para ser valiente. Una minoría se siente cómoda con el status quo sembrando vientos para cosechar tempestades.
En general, el pueblo está dormido, sin esperanza. Más de mil al día se van del país buscando mejores horizontes. Pero dejando de lado ese deshonroso dato, en las élites intelectuales y en nuestra cada vez más pequeña clase media, un desasosiego se ha internado, no se ve que el país pueda cambiar y algunos tercamente creen que todo está bien. La macroeconomía es todo para ellos.
Ahora también hay excepciones de sectores que han denunciado, a su manera, el estado de cosas. La prensa, en cierta medida objeto de acoso, ha seguido denunciando a pesar de presiones económicas cada vez mayores sobre su modelo de negocio, que en todo el mundo está cambiando. La Conferencia Episcopal de Guatemala también ha emitido valientes pronunciamientos como el que hizo el 20 de julio 2022 en el que recalcó: “…4. El problema de nuestro país es que la corrupción, irresponsabilidad, intereses y miopía política de los funcionarios en todos los órganos del Estado han corrompido el sistema, han abusado de él, y creado un Estado disfuncional incapaz de cumplir su función de crear el bien común.” Sin embargo, esas manifestaciones no han hecho mella en los funcionarios poseedores del poder estatal en estos momentos, a pesar de que usual y constantemente hacen alusión a Dios y a los valores cristianos en sus discursos.
La situación de Guatemala es lamentable. Tenemos índices de desarrollo humano y de pobreza de países de cuarto mundo, pero algunos no se dan cuenta. Una gran mayoría porque la pobreza y el hambre poco le permiten tener preocupaciones del entorno político, si la lucha es la sobrevivencia diaria. Sin embargo, en el sentido amplio de la palabra, las “élites” están dormidas. Parafraseando a mi buen amigo, Lionel Toriello, “…antes del descalabro de la República, deja de existir la “esencia” de la República…” Tiene razón. ¿En Guatemala ya se habrá perdido la “esencia de la República”? Es importante que todos nos preguntemos ahora mismo si nosotros estamos haciendo lo posible para evitarlo.