Es domingo, al final de la tarde y empieza el frío. Con un chocolate caliente en la mano (o un whisky) estaba viendo un juego de futbol americano, los Comandantes contra los Halcones Marinos. De repente interrumpen la transmisión de una conocida cadena deportiva. ¿Por qué? Ahh. Es que va a haber comunicación oficial, anuncia una voz de fondo. “Se solicita a los medios que se incorporen a la cadena nacional”. De entrada, me alarmé. Viejos resabios de tiempos antiguos en que el anuncio era preludio de alguna agitación. Pero no; no había marimba como música de fondo. Tampoco los gobiernos actuales imponen la conexión. La pantalla transmitía unas playas y volcanes que no reconocí como propios. Es que eran de El Salvador. ¿Cómo se metió en la señal? Ni idea, el hecho es que yo, al igual que muchos otros telespectadores nos quedamos viendo, más por curiosidad, el mensaje que habrían de pasar. ¿Habrá sido “sin querer queriendo”?
Con toda la parafernalia propia de las publicaciones oficiales, la figura de Nayib Bukele emergió de un vehículo blindado. Informal, juvenil y en buena forma física, en camisa deportiva y amplia sonrisa. El presidente salvadoreño avanzó hasta una pequeña tarima donde empezó su alocución. Con la inauguración del Centro Escolar “Profesor Jorge Lardé” hacía entrega formal de otros 70 centros escolares remodelados por el gobierno. El citado centro se encuentra en el distrito de Juayúa, en el municipio de Sonsonate Norte, a unos 40 kilómetros de la frontera con nuestro país. Las cámaras fueron generosas en enfocar detalles del colegio. Claro, habrán escogido uno con el cual “presumir”. Patio central techado que al mismo tiempo es cancha de básquetbol. Un campo grande para fútbol. Aulas y pupitres de primer mundo. Laboratorio químico completo. Cocinas bien equipadas con comedores construidos por reos. Todo limpio, pintado con colores claros. ¡Qué lujo! Pero el de Juayúa y los otros 70 no son más que una etapa del plan general de remodelar o edificar dos escuelas por día. Sí, por día, incluyendo días festivos. A estas 70 escuelas se suman otras 254 para totalizar 324 en esta fase. Y ofrecen seguir con más escuelas.
Bukele hizo énfasis en la importancia de invertir con quien más lo necesita y donde la inversión va a rendir los mejores rendimientos. Esos fondos se van a invertir en las mentes de los niños y jóvenes que, con esas instalaciones se van a sentir importantes, queridos, apreciados por el sistema con el que se habrán de comprometer para su mejora constante. Cerebros en formación que van a producir operarios que manejen más la pluma que el machete, el tablero digital más que la máquina cosedora. Adicionalmente, la forma más eficaz de combatir a las maras, de restarles elementos. Los resultados no son inmediatos, acaso no se habrán de ver en los cuatro años de un gobierno (formalmente hablando), pero con el tiempo El Salvador va a sacar ventaja sobre los vecinos centroamericanos. Dejando de lado los inevitables aspectos de propaganda cabe felicitar al ejecutivo salvadoreño. Bien orientado, bien ubicado. “El dinero alcanza cuando nadie se lo roba” es uno de las frases emblemáticas de Nayib. Y es cierto.
Y ¿qué está pasando en El Salvador? La gente no cambia de la noche a la mañana. Son los mismos hermanos guanacos, ¿entonces por qué tanta mejora? Es asunto de liderazgo, de que alguien muestre el camino y dé el ejemplo. Un líder con carisma que vaya alineando las fuerzas en una misma dirección. Y en nuestra Guatemala, ¿qué nos espera? Una lástima porque el chapín “echa penca” pero le falta orientación, estímulo y que no lo estén jocoteando con trámites burocráticos ni extorsiones de cualquier tipo. Habrá que descubrir entre las opciones políticas si se percibe algún liderazgo, tal vez no de una persona mesiánica, pero sí de un grupo comprometido en promover el cambio en nuestro querido país, algo así como está sucediendo en nuestro país vecino.







