Si el papel “lo aguantaba todo”, las redes inalámbricas soportan lo que sea; desde comentarios atinados (muy pocos) hasta mensajes sesgados, tendenciosos y hasta sandeces. Y pendejadas. Con esta danza del CUI, DPI, NIT, SAT, SA, etc. se han desatado los demonios que se cobijaban en la Torre de Babel. Se han levantado remolinos alarmistas y falsos. Veamos.

Casi es maña de nuestros legisladores “cruzar” contenidos en las leyes. Hacen una especie de ensalada, de cóctel. Malabarismos. A veces lo hacen por deficiente técnica jurídica (¿tendrán asesores?) y otras veces por pasarse de listos, lo realizan muy a propósito, para que algunas resoluciones pasen desapercibidas, para que se puedan “colar” sin que los destinatarios se percaten por cuanto la atención se va a enfocar en el tema principal de la ley. El mejor ejemplo es la vigente ley del presupuesto (noviembre pasado) en la que, al final, muy al final, agregaron el aumento del “sueldo” de los diputados y el pago de su supuesta indemnización.

Bien, el decreto 31-2024, emitido poco antes del presupuesto, es una ley que tiene por objeto integrar a un sector muy activo, dinámico, imprescindible y permanente. Digamos, los comerciantes de La Terminal o de algún mercado municipal. También pensemos en Agustín Tocay que vende sus ejotes, apios y rábanos. También Samuel Tezén quien, al llegar el mes de agosto, vende su cosecha de aguacate (del criollo) y en diciembre, su cosecha de manzanilla. Membrillos ya no produce. Lástima, tan ricos que eran con limón y sal.

Los campesinos les venden a los tratantes que llegan en pick ups o camiones (intermediarios, que se llevan la mayor tajada). Ciertamente, todos estos actores, se desarrollan en “la informalidad” (que no en la ilegalidad). En España dirían: “en zona gris”. Las ventas se operan en el acto, acaso con mucho regateo, pero sin mayores formalismos; al final cambian de mano ingentes cantidades de dinero. Cash, por supuesto. Vemos a aquellos comerciantes que se meten la mano en la bolsa y sacan “el fajo” de billetes del tamaño de un puño, la mayoría de a cien. (Por cierto ¿qué se hicieron los billetes de 200?). ¿Y las facturas? ¿Y las operaciones contables? Es claro que la gran mayoría de esos “informales” no paga impuestos. ¿Qué impuestos deberían tributar? Pues el IVA, el ISR y, en ciertas modalidades, el timbre. Pero, ¡fíjese usté, que no tributan!

Por eso se creó la ley, con el título de “Ley para la Integración del Sector Productivo Primario y Agropecuario en Guatemala”. Pero no se engañe usted, no se trata de una amabilidad de Hacienda hacia esos sectores. No, qué va. Es un intento de abarcar en sus redes a ese gran mercado y obligarlos a vestirse de formalidad y, claro está, a pagar impuestos. La nueva ley comprende pues a todos esos actores, arriba indicados y a aquellos cuyas ventas brutas no excedan 3,500 salarios mínimos, unos 12 millones de quetzales anuales.

Se incluyen también vendedores de artesanías, salinas pequeñas, ganado bovino, carnicerías de barrio, rastros pequeños, apicultores, apicultores, floresteros, etc.

El citado decreto hace significativos aportes a la enorme confusión tributaria y, a grandes rasgos, contempla dos módulos: a) régimen primario y b) régimen pecuario. Los ejemplos de arriba corresponden más al primer grupo, el segundo abarca a Julio Gómez que tiene unos “chivitos” de engorde que, cuando llegan al peso, los vende a un tratante que a su vez los lleva al matadero (rastro o camal) donde lo sacrifican y destazan. Por cierto, a usted que tanto le gusta ¿sabe cómo “les dan chicharrón a los cochitos”? Luego se distribuye a diferentes carnicerías de la localidad. Al igual que en los primeros ejemplos, estos últimos tampoco “extienden factura”.

Claro, se excluyen de esta ley aquellas grandes industrias agrícolas o pecuarios debidamente formalizadas. Las grandes granjas avícolas, porcinas, fincas ganaderas, etc. que cuentan con departamentos de contabilidad.

Hay mucho más que “destazar” de esta nueva ley, pero lo haré en otra ocasión. Por el momento solo quiero referirme a esas adiciones subrepticias que, como indico arriba, tratan de pasar desapercibidamente. Destacan varias que han provocado mucho revuelo: a) la conexión del NIT con el CUI;  b) la descomunal “metida de pata” del artículo 19 que reforma el 120 del código tributario por el que se obliga a develar el nombre y distribución de los accionistas (repito: craso error); c) la georreferencia de los establecimientos y d) el secreto bancario. Pero de eso, hablaremos en la próxima entrega en la que también ampliaré sobre esa tendencia, ese nuevo apretón, esa adicional “vuelta de tuerca” que está dando la SAT. El sistema tributario puede ser palanca de una economía próspera pero también la puede asfixiar. Ojo, la puede estancar. Ya platicaremos.

PD. Hablando de tostadas, ¿cuáles son las preferidas? ¿las de guacamol, de frijol o de salsa?

Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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