Comentaba en mi columna anterior que la guerra contra el tráfico ya la perdimos. Una derrota irremediable, acaso humillante. Aceptémoslo. No se ve ningún contraataque, ninguna defensa, ninguna oposición. Nada de periférico, de túneles, de pasos elevados, de subterráneo, ni teleférico, ni nada de nada. Pamplinas. Fantasías. Y cada día más vehículos. No soy un pesimista, soy realista. Lo único que nos queda es esperar que los términos de la rendición no vayan a ser muy onerosos. Que no resulten condiciones del Tratado de Versalles de 1919 que provocó la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuáles condiciones? Ansiedad y esquizofrenia colectiva, menor productividad, poca actividad social, dolor de espalda y riñones de tanto estar sentados, baja de valor de inmuebles, gastos de combustibles. Solo nos queda esperar a ver qué vaya a pasar con este tema de la circulación. Más nada podemos hacer. Por lo mismo quiero hablar de otro tema, de otra amenaza: la basura, en una guerra que todavía estamos librando. Aunque la vamos perdiendo todavía hay posibilidades de revertir los resultados.
El problema de la basura no es la clasificación de los desechos. Para clasificarla sobran las manos. De hecho, en algunos hogares guardan las latas (aluminio), botellas (vidrio) que luego venden. Son muy pocos, lamentablemente. El resto lo dejan en las bolsas de basura como la gran mayoría de los vecinos. Luego vienen los camiones amarillos en los que rompen las bolsas y escogen lo que pueda ser “útil”: aluminio, vidrio, muy eventualmente otros metales, papel. Los camiones descargan en los vertederos donde esperan los “guajeros” para una nueva revisión de lo que descargan los camiones. Realizan la misma función selectiva pero con menos posibilidades de recoger desechos que valgan la pena. Es su forma de ganarse el sustento; no son diputados que se despachen aumentos escandalosos.
En estos procesos se escoge el material reciclable que tiene sus propias líneas de distribución, su propio “mercadito” donde venden lo que han recolectado. Pero, lo demás, lo “no reciclable” lo dejan y allí es donde está el problema. (Por lo mismo no tiene sentido imponer la separación en casa cuando en el camión toda la basura se mezcla y luego igual, en el vertedero). Podemos agrupar lo no reciclable en dos categorías: a) materia orgánica y b) sólidos no utilizable como los plásticos de un solo uso. Lo orgánico, en esta fase, tiende a descomponerse, a oler mal, a apestar y por lo general es desagradable, asqueroso. Los plásticos de un solo uso son por lo general bolsas para envolver.
La basura la hemos visto siempre como algo desechable, despreciable. Pero en muchos otros lugares la han convertido en toda una industria. Y muy rentable. Valga el ejemplo de Wayne Huizenga a quien tuve oportunidad de escuchar en un discurso de la Universidad de la Nova Southeastern University –que él fundó—en que mencionó sus comienzos como humilde recolector de basura hasta converitirse en un magnate en esa menospreciada, pero muy necesaria industria, en el camino al campus vimos unos cerros verdes, acaso los únicos al sur de la Florida, que están construídos sobre grandes depósitos de basura (que enterrar la basura era uno de los métodos). Habló de “sus” equipos deportivos de entonces, los “Miami Dolphins”, los “Florida Marlins” y “Florida Panthers” (hockey) en cuyo estadio, su celebró la graduación estudiantil.
Ciertamente, la basura puede verse como un negocio. Lo reciclable se vende, lo orgánico se convierte en compost y lo no reciclable se empaqueta para vender como combustible. Y al ser posible negocio surge un primer problema: que, desde hace varios años, en muchas municipalidades de mediana población para arriba, se han planificado plantas de tratamiento; pero siendo potencialmente buen negocio, las autoridades ediles, y los allegados que nunca faltan, se alborotan, se engolosinan y quieren comerse solos el pastel. Pero no pueden. Muchos quieren convertirse en “salvadores del pueblo” y de paso, hacer mucho dinero. Por eso no se ha materializado ningún proyecto. La mayoría de los ayuntamientos duran solo 4 años y son objeto de luchas subterráneas entre grupos que quieren ordeñar la vaca.
El otro problema se va a dar cuando se busque un terreno propicio para instalar la planta. Unas 5 manzanas en adelante. ¿Dónde? Dentro del municipio, obvio. Los vecinos inmediatos, colindantes, se van a oponer pues nadie quiere estar cerca de “un basurero”. ¿Entonces? En todo caso se necesitan guías generales y mucho “liderazgo”.
- El niño le dice a su padre: “ahí vienen los señores de la basura”; “no mijo, los de la basura somos nosotros, ellos son los de la limpieza.”