A punto de terminar la tercera entrega del tema del salario mínimo me impactan dos noticias que no puedo soslayar. La primera es una noticia desgarradora y el hecho de que se repita cada cierto tiempo no hace más que acrecentar la herida y desnudar la paupérrima situación en que nos encontramos. El río de Las Vacas circula por allí abajo. No lo vemos ni sentimos los fétidos olores que emana. Pero está allí y por falta de otros espacios muchas familias levantan precarias construcciones en sus inclinadas riberas. Pobres niños, en qué entorno crecen. Pobres padres que viven en medio de la inseguridad, la insalubridad, la zozobra. No los vemos, pero allí están. Ahora nos damos cuenta de que ese mundo surrealista existe cuando vemos las tomas por los medios o las redes sociales.
Nuestra ciudad capital, ¡la más grande de Centroamérica! está asentada en un valle plano, lleno de grietas y rodeado de barrancos. Por alguna razón el Ayuntamiento de 1543 no lo consideró como nuevo emplazamiento tras la trágica inundación del Volcán de Agua en 1541. Se iban a decantar por el valle de Tiaguancillo, esto es, Chimaltenango, pero, por tener los vecinos sus terrenos cerca, escogieron el vecino valle de Panchoy, hoy La Antigua Guatemala. Fue hasta los terremotos de 1773 que se pensó en este valle de La Ermita y se empezó una gran ciudad. Se han elevado preciosos edificios con bellos apartamentos, con “roof top”, pent house, gym, vistas exquisitas al volcán de Agua, piscina, amenidades, locales comerciales, etc. Todo eso está bien, porque genera riqueza, el problema es que miramos para otro lado como desconociendo esas barriadas donde no se extiendan las oportunidades a otros habitantes de este mismo valle. La corrupción y el despilfarro; maldita corrupción enquistada hasta en los tuétanos de los gobernantes.
En la madrugada de este lunes 10 los vecinos de ese asentamiento fantasmal se despertaron por un gran estruendo; por la irrupción de un bus que se precipitó hacia el abismo con todas las personas que transportaba. Un abrazo de hierro que los llevó a casi todos, más de 50, a un viaje que no esperaban: a la eternidad. El bus cayó en medio del “río”, que no es más que una gigantesca alcantarilla de la orgullosa capital de Guatemala. Un desaguadero que recoge toda la m… y le traslada, lógicamente, hacia el “río Grande”, el río Motagua. ¡Qué razón tienen los hondureños en reclamar! Estamos infestando sus costas; la bahía de Omoa.
Muchas preguntas surgen y muchas averiguaciones tienen que hacerse. Hasta dónde se pueda. Que si hubo un asalto. Que si el piloto iba tomado. Que si fue una falla mecánica. Que si el piloto fue contratado apenas un día antes. Que si no tenía licencia profesional. Etcétera. Ojalá conozcamos la verdad, pero tengo serias dudas. En todo caso una camioneta de 30 años cuando la ley establece un máximo de 25 años. ¡Es que lleva vidas humanas! Personas que debían madrugar para llegar a su puesto de trabajo. ¿Levantarse a las 2 de la mañana? Sí, como lo oye. Hay gente que tiene que hacerlo porque el trabajo es escaso. Otro pasajero que tenía que ir al IGSS y madrugó para evitar “esas grandes colas”, según relató un familiar. ¿Qué pasa IGSS? ¿Y el seguro del transportista? ¡Gran consuelo! La vida no tiene precio. El vacío del familiar que se fue no se va a llenar nunca. El dolor profundo del alma no se va a compensar. El dolor físico de los lesionados debe atenderse, de todos modos. No se trata de dar unos centavos a los familiares (cantidades irrisibles), se trata de evitar estas fatalidades que enlutan tantas familias.
He comentado primero este siniestro por su fuerte carga de dolor humano. De frustración. De indignación. Pero, con la venia del lector, también quiero referirme al tráfico del día viernes. ¡Caos total! Es claro que en la gran confusión mucho aportó la elección del Colegio de Abogados. Y lo digo yo, que me tomó dos horas y quince minutos llegar y algo parecido el regreso (desde zona 15). No. No estoy para quejarme, pero sí para preocuparme por ese anticipo, de esa “probadita” de lo que nos espera en los próximos años. Una ventana al tétrico escenario del año 2030 de la “ciudad del futuro”. ¡Uy! ¿Qué pasó con los “urbanistas” expertos de los años 80s y 90s pasados? ¿No vieron la hecatombe que se venía? ¿Cuántos edificios más se están construyendo en la ciudad? ¿Es que no vemos la realidad? Los economistas optimistas dicen que este año Guatemala va a crecer un 4%. No lo creo con esta sangría de tiempo útil, valioso, que se malgasta en las calles. Me referiré por separado a lo interno de mi Colegio gremial. De momento solo me quejo que no se hayan dispuesto tres o más sedes de votación en el área central; tecnología para controlar a quienes votan en una de ellas es asequible (de hecho la usaron con las vacunas hace cinco años), sobre todo que no son más de 50,000. ¿Y qué del voto electrónico? Ninguna planilla lo propone ni lo menciona.
Mas no quiero quedarme con un sabor muy amargo. Por lo mismo quiero resaltar la entrega, sacrificio, solidaridad de los bomberos, paramédicos, cuerpos de seguridad y voluntarios que se han dispuesto, sobre las aguas pestilentes, a rescatar cuerpos que luego suben, con enorme dificultad en medio de las covachas del asentamiento a que arriba hago referencia. Bien por ellos. Todavía queda un hálito de esperanza…
Que Dios haya recibido a las más de 50 personas que madrugaron este lunes y no pensaron que a media tarde ya iban a tener, en el Renap, su partida de defunción. Descansen en paz y mucha resignación a los familiares.