Los seres humanos somos hijos del tiempo. Lo que vale de nuestra vida es el mismísimo momento actual; lo que hicimos en el pasado incide en este momento y lo que ahora hagamos moldeará nuestro futuro. Dios se autodefinió, diciendo a Moisés: “Yo soy el que Es”. Los humanos nos podríamos definir como “yo soy el que vive”. El tiempo pasa inexorablemente. Lo quisiéramos detener, pero no podemos. ¡Cómo vuela el tiempo! Frase muy repetida. Y es que el tiempo se lleva nuestra juventud y nuestros recuerdos y raudo nos lleva al encuentro incontrastable con los misterios de la eternidad. Por eso, lo más que hacemos es tratar de “encajonar” el tiempo, empaquetarlo, encapsularlo. Para eso todas las civilizaciones han tenido sus sistemas calendáricos.
Año solar. Los mayas eran excelentes astrónomos. Hasta podían predecir los eclipses de un planeta tan esquivo como es Venus (¿es estrella de la mañana o lucero vespertino?), conforme lo consignaron en las inscripciones del Código de Dresde. Y sin telescopios. ¡Cuánta información adicional podíamos obtener de otros textos perdidos, quemados, destruidos por el tiempo o por la ignorancia (o fanatismo, que es casi lo mismo)! Con todo ese conocimiento es obvio que controlaban perfectamente el año solar, el Haab, de 365 días y un cuarto. Es claro que los astros no se adecúan a nuestros registros; somos nosotros quienes debemos adecuarnos a los movimientos siderales, en especial al de la Tierra. Es por eso que ajustamos un día cada cuatro años (año bisiesto). Los mayas lo ajustaban cada 52 años, adicionando 13 días. Cabe resaltar que nuestro calendario tiene un error de 1 día cada 6236 años; el calendario maya, cada 6729 años. Por lo mismo eran más precisos los registros mesoamericanos.
Diferentes calendarios. Desde niño nos ha enseñado que los mayas tenían “varios calendarios”. Ese dato es parcialmente correcto porque confunde la razón de los registros. Había un sistema calendárico para contar los días (como nuestros meses, años, décadas, siglos, etc.) y otro sistema para desentrañar el misterio de cada día. Uno práctico, otro místico, a pesar de que existe cierto vínculo místico entre ellos
Tunes, katunes y baktunes. El primer sistema era “tangible” como lo es la luz del Sol que sirve de referente, y tiene, a su vez, una división: a) un orden que se basaba en años naturales y b) otro que se basaba en “años recortados”. En el primer caso, la “unidad” era una vuelta exacta de la Tierra, esto es, del momento preciso en el que el Sol se coloca en la mismísima posición que el año anterior; este registro se utilizaba para establecer las fechas de cultivos, cosechas, ceremonias, etc. El segundo registro se construía con “años recortados”, esto es, años de 360 días (18 meses, o “uinales” de 20 días cada uno). A ese año recortado le llamaban “tun”. Utilizaban el sistema vigesimal: 20 “tunes” formaban un “katún”. Y 20 katunes formaban un “baktun”. El katún es pues de 400 años (pero de los recortados). Hasta el momento no existe explicación alguna del por qué utilizaron esos años recortados.
La cuenta larga. Pero el baktún no era la cuenta mayor que concebían los mayas. No se iban a conformar con registrar solamente 400 años. Ellos tenían una perspectiva cósmica mucho más amplia. Trece baktunes formaban una Cuenta Larga, que comprendía 5,200 tunes (años recortados). El 21 de diciembre de 2012 terminó el último baktún –número 13—de una cuenta larga que había empezado el 11 de agosto de 3114; o sea que terminó el baktún y también la cuenta larga. En esa fecha dió inicio a: a) una nueva cuenta larga; b) un nuevo baktún (que terminará en 2360); c) un nuevo katún (que terminará en 2032); d) un nuevo kun que terminó en diciembre 2013.
Los cinco soles. Pero hay más, la perspectiva cronológica de los mayas era sorprendente porque comprendían cinco cuentas largas (de 13 baktunes o 5,200 años cada una). Reconocían 5 cuentas largas, la última de ellas terminó el 21 de diciembre de 2012. Habiéndose terminado la 5a. cuenta larga muchos pensaron que “el tiempo se acababa”. Otros pensaron que sobrevendría una nueva era de la humanidad. Muchos hablan de que había muerto “el quinto sol” y una nueva luz empezaría a alumbrar.
Muy interesante la cosmovisión maya que contempla todos esos periodos y largos tiempos: 5 cuentas largas de 5,200 años cada uno nos da 26,000 años (recortados). ¿Por qué contemplaron en sus calendarios esos años tan perdidos en los albores de la civilización humana? Alguna razón habrán tenido.
Tzolkín. Por otro lado está el Tzolkín, que era un registro sagrado, místico y no tiene nada que ver con los movimientos astrales (a diferencia de los calendarios solares y lunares). Tiene su propia dinámica: gira constantemente en un baile entre dos ruedas, una de 13 cuentas con la rueda de 20, hasta completar una vuelta de 260 días. Pero de ello hablaremos la próxima semana.
Y, siendo que nuestro calendario da hoy una nueva vuelta y abre un nuevo “tun”, les dejo a mis lectores mis mejores deseos por un Año Nuevo pletórico de alegrías, éxitos, armonía y muchas bendiciones.