Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Agradezco los comentarios relacionados con la primera entrega de este tema y en base a los mismos continúo con el mismo tema, así:

Castellano. Coincido con un lector en cuanto a que el idioma que, técnicamente, nos trasladaron (impusieron) los conquistadores es el “castellano”, no el español, siendo que en España se hablan diferentes idiomas según la región. Así tenemos el vasco (para los que se atreven a hablarlo), el gallego, el catalán (¡Visca Barca!), entre otros. El castellano se originó, obviamente, en Castilla y se fue extendiendo desde el centro de la Península. La mayoría de los capitanes –Pedro de Alvarado, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, entre otros—eran de Extremadura en donde se había establecido el referido idioma. En nuestra constitución política, así como en la ley del Organismo Judicial, se indica que el “idioma oficial” de Guatemala es el español (artículo 143). 

Al igual que en nuestro país, en otros 21, el castellano es la lengua oficial; constituye el segundo idioma más hablado del mundo y es la lengua materna de más de 400 millones de personas. 

Lengua franca. Un amigo que ha trabajado con unas oenegés en diferentes partes del país me comentó que el español, hoy día, sigue sirviendo como “lengua franca” que facilita la comunicación entre diferentes comunidades indígenas, por cuanto unos hablan kanjobal, otros keckchí, quiché, cachiquel, etc. Son las lenguas maternas de muchos guatemaltecos, a las que la constitución se refiere, algo peyorativamente, como “lenguas vernáculas” (143). “¿Y vos, hablás lengua”? ¿No entendés la castilla? (como preguntó un presidente). Parecido escenario se presenta en Bolivia (donde predomina el aymara y hay 36 lenguas oficiales), Paraguay (donde comparte la oficialidad con el guaraní), Perú (con el quechua y el aimara, entre muchos). Por lo general, las poblaciones originarias tratan de consolidar su identidad cultural reforzando el uso de sus idiomas nativos. 

Inmigración. Me preguntó otro lector si insinúo una mayor apertura a la migración latinoamericana hacia España. La respuesta es que no lo “insinúo”, lo digo directamente. Es claro que un país necesita de mano de obra para mantener, e incrementar, su nivel de vida. La debacle que se anticipa en Europa es que el índice de crecimiento cada vez es más bajo y la población envejece (en unos países se venden más pañales de ancianos que de niños). En España no es tan grave la amenaza, pero la tiene (especialmente en los “pueblos fantasmas” del interior). Por lo mismo, digo que los latinoamericanos somos “herederos naturales” de los beneficios de nuestra Madre Patria, entre ellos los empleos y estabilidad migratoria. Después de todo hablamos el mismo idioma, idiosincrasia parecida (procesiones, fiesta brava, alegría de vivir), rezamos al mismo Dios (con algunas variables, pero encajadas en el molde cristiano), adoptamos pues casi toda su cultura, etc. También compartimos mucho del ADN por aquello del “mestizaje”. Por lo mismo, los latinos son pobladores que fácilmente encajarán dentro de las comunidades españolas. Valga agregar que el problema del desempleo crece en todos estos países, al punto que emigran hacia los Estados Unidos en condiciones muy peligrosas y precarias. 

Revisionismo. Alguien dijo que “la historia es la ficción de lo que sucedió y la ficción es la historia que pudo ser.” Como dijo el cínico de Oscar Wide, “nuestro deber con la historia es reescribirla”, en esa misma línea Churchill afirmó que, para que trataba de escribir la historia para que les fuera amable. Lo que pasó, pasó. No es lo mismo escudriñar el pasado en un sentido objetivo que tratar de dar un giro a la interpretación de los hechos registrados. No es lo mismo revisionismo que revanchismo. Aplica literalmente la famosa sentencia: “Culpas son del tiempo y no de España”. Ciertamente, América Latina no debe “celebrar” el 12 de octubre (anteriormente Día de la Raza, ¿raza?). España lo celebra por todo lo alto: es su día nacional. Bien por ellos. Pero tampoco puede quedar desapercibido siendo un hito importantísimo en la dirección de nuestros destinos y en general, en la historia universal. 

En este tema, un lector en Estados Unidos me comentó que el revisionismo se ha manifestado de muchas formas como la destrucción de muchas estatuas, pero se ha extendido a equipos deportivos para no ofender susceptibilidades, tal el caso de los famosos “Red Skins” que se cambiaron a “Commanders”, igual los Indios de Cleveland, ahora los Guardianes de Cleveland. Pero permanecen los Kansas City Chiefs, los Atlanta Braves, los Black Hawks de Chicago y en colegial los Seminoles, Aztecas, entre otros.  

Diego de Landa. Otro comentario hace referencia al obispo de Yucatán, franciscano. Vale su caso como ejemplo de las innumerables paradojas de la conquista; impulsado por celo misionero recogió cuanto documento maya pudo (y no había muchos) y en ciego arrebato purificador ordenó quemarlos por contener brujerías. Menos mal que no tuvo a la mano los códices de Madrid, Dresde y París porque igualmente los hubiera hecho cenizas. Dichos códices son piezas valiosísimas para entender la cultura maya y se atesoran en museos de las respectivas ciudades. Pero también fue Landa uno de los primeros “mayistas” pues recopiló mucha información, especialmente de los fonemas, que mucho han ayudado a la interpretación del idioma y jeroglíficos mayas. 

Muchas otras aportaciones que no caben en corto espacio, por ejemplo, uno que me hizo ver que en los pueblitos de las colonias inglesas deban especial importancia a los “court houses”, como función independiente y en manos del pueblo, mientras en América Latina se centralizó en las Audiencias; de hecho, al día de hoy se brinda poco espacio a los “juzgados de paz”.

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