Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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En su inconmensurable sabiduría, la Biblia retrata a la perfección a los seres humanos desde las primeras páginas. Eva, como Adán, querían “ser como dioses” según la oferta de la serpiente (desde entonces apareció la propaganda engañosa). Cuando vino el inevitable castigo divino ante tamaña desobediencia, Adán le echó la culpa a Eva y esta la trasladó a la serpiente y menos mal que no habló más la sierpe (el daño ya estaba hecho) porque hubiera culpado al burro que rondaba las praderas del Edén. Quiero aquí capturar tres conceptos –para desarrollar posteriormente—que son propios de las motivaciones humanas: a) querer ser superiores (tener poder, fama, riqueza, etc.); b) culpar a otros por causa de nuestras faltas y c) el resentimiento que desplegó la serpiente (en una faceta humana). Agrego otros dos conceptos: d) libertad de elección; tanto Adán como Eva pudieron rechazar la propuesta de la víbora o bien pudieron dar ese fatal mordisco a la fruta del saber (que no se indica que es una manzana); y e) responsabilidad: toda acción tiene reacción, todo acto tiene repercusiones: expulsados del Paraíso.

Heredamos de nuestros “primeros padres” el mismo mapa genético: todos los humanos queremos destacar, anhelamos mejorar nuestra actual situación, procuramos tener influencia, producir admiración y respeto. Claro que, como en todo, hay excepciones: aquellos que huyen “del mundanal ruido, y siguen la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido” (Fray Luis); u otros ascetas que desprecian las veleidades de este mundo. Después de todo: “vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés). O bien “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16).  Pero el resto de las gentes procuramos constantemente nuestro placer y bienestar. En procura del éxito desplegamos las habilidades y las circunstancias favorables en las que hemos aparecido en el mundo. Es cierto que nadie recuerda haber pedido nacer, pero nacemos, hijos de un hombre y una mujer. Casi a tientas buscamos el pezón nutriente que habrá de alimentarnos. Nuestros primeros impulsos son para nuestro propio interés. Obvio. Y así será a lo largo de esa vida que empieza.

Regresando al nacimiento, el neonato irá tomando cada día conciencia del mundo en el que le tocó nacer. “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega). Se irá percatando que es un ser único y diferente. La primera diferencia es su propio género: varón o varona (Gn. 2, 23). El resto de elementos no hacen más que resaltgar las diferencias: etnia, lugar y época de nacimiento, medios económicos, lenguaje, cuna de oro o pesebre de paja, etc. a eso agrego una diferente personalidad y capacidades intelectuales, un Miguel Ángel, un Arquímides, un Alejandro o un humano común. Por eso incorporo ese nuevo elemento: f) todos somos diferentes.

Agrego una séptima cápsula: g) todos somos ignorantes, nos vamos desenvolviendo en un contexto de incertidumbre y de ello la necesidad de aferrarnos a algunas verdades; en ese espacio crece la ingenuidad que a veces desplegamos los humanos en un marco de contradicción, a veces muy desconfiados, pero en otros casos sorprendentemente cándidos, crédulos, hasta incautos; de esa cuenta, sociedades enteras han creído que algunos “iluminados” (líderes políticos) son seres que han superado el egoísmo y de manera altruista dedican todos sus afanes en bien de la sociedad. De esa cuenta, las masas ingenuas se tragan, sin cuestionamiento alguno, las ofertas y propuestas de esos líderes.

Recapitulando: a) todos procuramos nuestro bienestar y mejora; b) tenemos el impulso de “echar” a otros la culpa de nuestros tropiezos; c) es fácil guardar resentimiento hacia personas o contra el sistema; d) la libertad de elección es característica del humanismo; e) nuestras acciones conllevan consecuencias y responsabilidades; f) los humanos somos todos únicos y diferentes; g) somos ignorantes y la vida es un proceso de constante aprendizaje. Estos conceptos los desarrollaré más adelante. (Continuará).

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