Luis Fernández Molina
Felipe de Jesús Ángeles Ramírez fue un héroe de la Revolución Mexicana. Algo parecido a Pancho Villa o Emiliano Zapata solo que más refinado. Mucho más refinado. Para empezar era un militar de escuela que realizó estudios militares en Estados Unidos, Francia y España. Hablaba español, francés y catalán. Escribió dos libros relacionados con la Revolución. Era un experto artillero y personificaba al soldado leal, honesto y valiente; el paradigma de un caballero militar. Muy diferente del grueso de la tropa que agitó a México en la segunda década del siglo pasado, combatientes que eran simples campesinos, iletrados, voluntariosos pero poco disciplinados, algunos cuatreros y otros bandoleros (para empezar con el propio Pancho Villa).
Motivos hay suficientes para honrar su memoria y, siguiendo la tradición muy mexicana se puso su nombre al nuevo aeropuerto construido en el municipio de Zumpango (aprovechando las pistas de la base militar Santa Lucía).
Un proyecto que impulsó directamente el presidente López Obrador. Lo ha considerado una de las obras emblemáticas de su mandato al igual que el Tren Maya, en la interconexión del Istmo de Tehuantepec, la refinería de Dos Bocas y el tren urbano México-Toluca. Por cierto que el Tren Maya ha generado apasionados debates, algunos que sostienen que va a fomentar el desarrollo del sur mexicano y otros objetan que va a afectar el medio ambiente, la conservación de las ruinas mayas; a todo esto el diseño ha sufrido cambios pues el subsuelo predominante es poroso y calcáreo de tal suerte que se forman muchas cavernas que no podrían sostener el paso de los convoyes.
Muy parecido al caso de nuestra ciudad de Guatemala, el aeropuerto de Ciudad de México está inmerso en esa urbe gigantesca, colosal. Por lo mismo ha llegado a los límites operativos y no tiene dónde expandirse, dónde crecer. Eso lo han sabido todos desde hace años. Ha sido necesario construir un aeropuerto alternativo que, por lo menos, descongestione la carga del citado aeropuerto central que atiende un promedio de 60 aviones por hora.
Pero López Obrador, en el mejor estilo de los autócratas, ha decidido unilateralmente la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA). Ello ha generado mucha oposición; algunos critican que son insuficientes las vías de acceso; otros, que las actuales avenidas se van a recargar aún más de lo que están; que el costo de transporte, de personas y de carga se va a incrementar; que muchos de los contratos son dudosos. En todo caso critican el empecinamiento de AMLO.
Y resulta que el nuevo aeropuerto no despega. Los usuarios no están de acuerdo con hacer el recorrido de casi dos horas, en vías muy congestionadas (norte de la CDMX), para tomar un vuelo. Más complejo es el trasporte de carga. En todo caso, el traslado de personas o mercadería se encarece mucho por el tramo terrestre que a su vez recarga el tránsito regular del norte de la metrópoli. Por lo mismo las principales líneas aéreas internacionales mantienen sus operaciones en el aeropuerto Benito Juárez. En los primeros meses de su apertura, el nuevo aeropuerto atendía 20 vuelos diarios. Ojo, diarios, frente a los 60 por hora del actual. Solo 4 compañías trasladaron allí sus operaciones, tres mexicanas (que más operan conexiones internas) y una venezolana. Los pasajeros escogen la línea en base al precio, tratamiento y ahora, tomando en cuenta la distancia. Con tan poco movimiento pone en riesgo el equilibrio financiero del conjunto (ojo con las subvenciones). Hay muchos locales comerciales con el anuncia “se renta” y para generar movimiento se instaló un museo de la aviación y otro que exhibe esqueletos desenterrados durante la construcción.
El gobierno asegura que pronto estará concluida la ampliación de la autopista a Pachuca, de 4 a 8 carriles y el tramo se hará en 45 minutos. Dicen también que está por terminarse el tramo del tren de Buenavista de Lechería hacia el aeropuerto y el tiempo se va a acortar. Pero, esas obras ¿no debieron hacerse antes? Como que no elaboraron un plan estratégico y un análisis de las diferentes coyunturas. Toda obra de infraestructura es, en general, bienvenida pero deben establecerse prioridades siendo tan escasas las posibilidades.