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Frente a la crisis del multilateralismo y la inacción de Naciones Unidas provocada principalmente por la irresponsabilidad y el unilateralismo arbitrario de personajes como Trump y Netanyahu es absolutamente necesario plantearse qué hacer para rescatar a la organización mundial de tan crítica situación, dado que es la única instancia ante la cual la humanidad – las naciones en su conjunto – puede recurrir para poner fin a situaciones que no deben seguirse tolerando, como el genocidio que a la vista de todos – gracias a las cadenas noticiosas y al internet – está ocurriendo en Gaza.  Una cuestión importante que debe tomarse en cuenta es que Naciones Unidas en tanto que organización intergubernamental no puede ir más allá de lo que deciden los Estados miembros y por consiguiente, su inacción frente al genocidio en Gaza, la guerra de Ucrania y los ataques recientes de Israel contra Irán, Líbano, Siria y Qatar es resultado del veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. No se pueden adoptar decisiones para terminar con estos conflictos porque los cinco miembros permanentes (Francia, Reino Unido, China, Rusia y los Estados Unidos) deben estar de acuerdo, y dicho consenso es muy difícil de obtener cuando hay intereses y objetivos irreconciliables entre ellos o cuando un gobierno – como el de Israel – se encuentra en condiciones de ejercer influencia sobre la política exterior de una gran potencia, como sucede en el caso de Estados Unidos, al extremo que las decisiones de Washington son siempre las que quiere Israel. 

En consecuencia, como dijo el presidente Gustavo Petro de Colombia en un discurso magistral ante la Asamblea General, es de gran importancia recurrir a esa misma instancia para que sean los estados miembros en su conjunto quienes tomen las decisiones apropiadas dado que en la Asamblea General nadie tiene derecho de veto. Ya en el caso de la guerra de Corea en los años cincuenta del siglo pasado se planteó la posibilidad de que la Asamblea General actuase para detener la guerra con base en la bien conocida resolución “Unión pro Paz”, algo que finalmente ya no fue necesario, porque el Consejo de Seguridad actuó en concordancia con lo previsto en la Carta, aunque también es cierto que esto se pudo hacer debido a la ausencia de la URSS y de China, ya que el embajador ruso se retiró de la sesión del Consejo en protesta porque Estados Unidos se oponía a reconocer al delegado de Beijing, siendo que China se encontraba representada por el delegado de Taiwán. 

De manera que el Consejo de Seguridad aprobó enviar una fuerza internacional para imponer la paz (peace enforcement) y esta fuerza militar la que obligó a las fuerzas norcoreanas a retirarse al norte del paralelo 38 restableciendo el statu quo y la soberanía de los dos estados, ambos miembros de Naciones Unidas. Pero traemos esto a cuento porque es justamente lo que está proponiendo el presidente Gustavo Petro para detener el genocidio en Gaza: apelar a la resolución “United for Peace” (lo dijo en inglés en su discurso) para enviar fuerzas de paz que obliguen a Israel a parar las atrocidades y matanzas cotidianas contra una población civil que se encuentra indefensa y ante la negativa de Israel y Estados Unidos a cualquier negociación – el ataque en Qatar pretendía asesinar a los negociadores de Hamas – no quedan alternativas. A ello habría que agregar que el presidente de Indonesia también se refirió en su discurso a lo que ocurre en Gaza ofreciendo aportar tropas (20,000 hombres o más si fuesen necesarios dijo) para conformar una fuerza militar conjunta con otros países que se opongan al genocidio: la liga árabe, países africanos o latinoamericanos podrían integrar dicha fuerza. 

Esto es lo urgente, porque el reconocimiento, tardío, pero importante del Estado palestino por países como Francia y el Reino Unido y el hecho que más de 150 Estados lo hayan hecho también – incluyendo a Guatemala – se enfrenta a la dura realidad de los “bantustanes”, en el mejor estilo sudafricano de la época del apartheid, en que ha quedado convertido Cisjordania no le dan viabilidad práctica a la solución de los dos estados, de manera que sin una fuerza militar es prácticamente imposible terminar con la “limpieza étnica” y el genocidio. Lo mejor sería –  como ya lo dijo Jeffrey Sachs – enviar tropas de Naciones Unidas aprobadas por el Consejo de Seguridad, como se hizo en los casos de Corea y de Kuwait, pero vemos extremadamente difícil que Trump no oponga su veto. Por tanto, es evidente que llevar el caso a la Asamblea General apoyándose en “Unión pro Paz” es apropiado y oportuno, no solo por la indignación mundial ante lo que sucede – más de un millón de personas se han manifestado en Italia contra el genocidio en Gaza además de que la movilización social en España logró detener la vuelta ciclística en donde participaba un equipo israelí – sino porque es la única forma de rescatar a Naciones Unidas de su impotencia. 

Otra cuestión que convendría comenzar a reflexionar seriamente es que, ante la recalcitrante oposición de Israel a la solución de los dos Estados, habría que comenzar a pensar si lo que conviene es pensar seriamente en una alternativa diferente, basada en la desaparición del apartheid – la comparación con Sudáfrica y el hecho que este país fuese quien planteó la demanda por genocidio en la Corte Internacional de Justicia no es casual, pues es obvio que fue la liberación de Nelson Mandela y la llegada del ANC al gobierno lo que permitió solucionar la crisis sudafricana – y, por consiguiente, habría que considerar si un modelo similar no podría, eventualmente, también aplicarse a Palestina/Israel, aunque esto suponga, por supuesto un cambio de régimen en Tel Aviv y en Washington. Utópico por ahora, pero no imposible. 

Y que el momento es oportuno, lo podemos constatar también con el discurso que pronunció el presidente de Chile en la Asamblea General. Además de señalar con toda pertinencia el hecho que en estos foros, aunque los jefes de Estado pueden tener discrepancias respecto de determinados problemas mundiales – y la crisis climática es obviamente una de estas gravísimas problemáticas porque lo que está en juego es la supervivencia de la especie humana, como también ocurre con las amenazas de guerra nuclear – lo que no se vale es decir mentiras. De modo que cuando Trump dijo en su discurso que el calentamiento global no existe simple y sencillamente está mintiendo, señaló Boric. Uno puede tener discrepancias en torno a cómo proceder para mitigar o adaptarse a lo que sucede, pero no se puede decir que lo que está ocurriendo no existe porque eso equivale a negar lo que nos dice la ciencia y los científicos, además de que la evidencia – el derretimiento y retroceso de los glaciares por ejemplo –  está a la vista de todo aquel que no sea un ignorante o un cínico que se niega a aceptar la realidad.

Pero el discurso del presidente Boric sobresalió también por otros dos temas de gran importancia: primero mencionó el hecho que junto a Brasil (el presidente Lula pronunció también un discurso excepcional), Colombia, España y Uruguay, Chile se encuentran promoviendo un encuentro internacional sobre seguridad internacional y democracia, un evento que calza como anillo al dedo para discutir el tema de la “Unión pro Paz” que planteó el presidente Petro. Y además, pero no lo menos importante, anunció oficialmente la candidatura de Michelle Bachelet, expresidente de Chile en dos períodos, además de exdirigente de ONU Mujeres y ex Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos como candidata a la Secretaría General de Naciones Unidas. Y como bien dijo el presidente Boric, no solo se trata de que va siendo hora que en sus ochenta años de existencia por primera vez una mujer ocupe el cargo de secretaria general como asunto de equilibrio de género, sino que también por rotación regional esta vez es a América Latina a quien le toca ocupar ese importante cargo, pues los anteriores secretarios – desde que el peruano Javier Pérez de Cuéllar lo ocupó en los años ochenta – han sido diplomáticos de África (Koffi Annan y Boutros Ghali), de Asia (Ban Ki Mon) y de Europa (Antonio Guterres). De manera que la coyuntura es favorable para el rescate de la organización mundial y el restablecimiento del multilateralismo. Habrá que trabajar en esa dirección, sobre todo en nuestra propia región, rescatando a Naciones Unidas con una secretaria general como Michelle Bachelet y promoviendo la acción de la Asamblea General ante la parálisis del Consejo de Seguridad.        

Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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