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Los acontecimientos de estos últimos días en España en donde manifestantes lograron detener la vuelta ciclística en protesta por la presencia de un equipo de Israel parecería ser un indicio que la sociedad civil europea comienza a despertar del sopor – inducido por los medios de comunicación más que por los gobernantes – y la indolencia frente a lo que sucede en el mundo. En efecto, una entidad supranacional, como lo es la Unión Europea, que pertenece a un continente – más bien a esa pequeña península del gran continente euroasiático – acostumbrado a provocar guerras y turbulencias bélicas en todo el mundo durante siglos, pero en el cual los ciudadanos y ciudadanas de uno de sus países miembros por fin adquieren consciencia que se está cometiendo un brutal genocidio contra los habitantes de uno de los dos territorios palestinos ocupados ilegalmente por el gobierno sionista – Gaza y Cisjordania – y dado que ambos territorios son lo único con que cuenta la Autoridad Palestina para defender su derecho a tener un Estado propio. Esta extraordinaria movilización de la ciudadanía española debería merecer el reconocimiento de todos los ciudadanos de la UE quienes, además, deberían emular el ejemplo de lo ocurrido en Madrid. Ojalá que ese despertar de la ciudadanía castellana fuese acompañado por movilizaciones masivas en toda Europa y no solo para protestar contra el genocidio sino también para exigir negociaciones de paz en Ucrania – y, en suma, abandonar la política de mirar hacia otro lado cuando lo que ocurre en Gaza tiene grandes similitudes con lo sufrido por el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial cuando Hitler provocó el holocausto.

Por otra parte, hay que darse cuenta que Estados Unidos es el gran cómplice del genocidio que comete Israel en Gaza. Una de las peores consecuencias de la llegada de Trump a la Casa Blanca es que el desorden al igual que el cinismo y la desfachatez prevalecen en su segunda administración, pues el derecho internacional es absolutamente irrelevante para alguien que se cree el “emperador del mundo” – y que, como los vaqueros del viejo Oeste, imponen su ley a punta de revolver. O de misiles, como pudieron constatar desde los iraníes hasta los tripulantes de las lanchas ejecutados extrajudicialmente en el mar Caribe, a vista y paciencia de todo el mundo. Y esto es algo que también ha ocurrido en Qatar recientemente, en donde Israel quiso ejecutar a los negociadores de Hamas demostrando que, en realidad, la vida de los rehenes que aún permanecen en manos de Hamas les tiene sin cuidado. En el despacho oval se han quitado las máscaras para mostrarse al mundo tal y como son: un imperio despiadado y depredador que no vacila incluso en atacar a sus propios “aliados” como sucedido en Doha, bombardeada por aviones israelíes que atravesaron los espacios aéreos de Siria, Irak y Arabia Saudita antes de atacar el lugar en donde iban a realizarse negociaciones para lograr liberación de rehenes. Es evidente que Estados Unidos estaba enterado de los planes de Israel y que, si Turquía (país miembro de la OTAN) no da aviso para salir de la trampa estos hubiesen muerto, como ha ocurrido en Irán, Líbano y Yemen, en donde en otro ataque reciente israelí mató a todos los miembros del gobierno de ese país.

Y a lo anterior agreguemos la nada inocente decisión de Trump de cambiar el nombre del Pentágono de Departamento de Defensa por el de Departamento de la Guerra, algo que puede interpretarse como el hecho de que no es más que dar el nombre apropiado a una instancia de gobierno que nunca ha “defendido” a Estados Unidos ya que, por el contrario, siempre han sido estos últimos quienes han llevado la guerra más allá de unas fronteras bien resguardadas por los dos grandes océanos, Atlántico al este y Pacífico al oeste mientras que por el norte y por el sur ni Canadá ni México representan amenaza alguna. En efecto, esta privilegiada ubicación geográfica le ha permitido a Washington proyectar su poderío militar hacia el mundo entero: desde las guerras contra México y contra España, pasando por las dos grandes guerras mundiales hasta las de Vietnam, Irak, Afganistán, Ucrania, Siria y la desventurada Palestina. Los “americanos” se han dedicado a expandirse para asegurar su hegemonía como ya lo dijo Soignies Brzezinski en ese célebre libro sobre “El gran tablero mundial. La supremacía americana y sus imperativos geoestratégicos” publicada en los años 90 del siglo pasado en el marco de una política belicista por medio de estados vasallos – como Ucrania – o que, habiendo sido diseñados para serlo terminaron siendo ellos quienes ahora llevan la batuta, como sucede en el caso de Israel. Sin embargo, aún suponiendo que alguien debería haber explicado al hombre del pelo amarillo que uno de los grandes logros de la Carta de Naciones Unidas – y de Roosevelt ese gran estadista – fue precisamente proscribir la guerra como instrumento de la política exterior y que es justamente debido a ello que en todo el mundo se cambiaron los nombres de “ministerio de la guerra” a “de la defensa” y que esto explica también por qué, desde 1945 ya nadie hace “declaratorias de guerra”.

Pero volviendo al genocidio de los habitantes de esa gran prisión a cielo abierto que es Gaza, también se debe tener presente que, aunque no se trata de una guerra propiamente dicha porque no hay dos ejércitos que se enfrentan (como en el caso de Ucrania) eso no exime a Israel de cumplir con el derecho internacional humanitario. Para ello se negociaron y aprobaron en 1977 los protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra de 1949 que regulan el derecho que debe aplicarse en los conflictos armados internos. Y con la toma de la ciudad de Gaza es evidente que con mayor razón debería exigirse a las tropas de ocupación aplicar esa normativa internacional y la Unión Europea, especialmente ahora que la Comisión que preside la señora Von der Leyen ha querido tomar distancia frente a la horripilante destrucción de Gaza, así como la matanza de civiles no combatientes. La UE debería pronunciarse demandando como mínimo la presencia del CICR sin perjuicio de exigir también que se respete la llegada de ayuda humanitaria – hay una flota que ahora mismo encamina por mar ese tipo de suministros – y si no lo hace Bruselas habría que pedir al Vaticano y al Papa León XIV que se pronuncien y ojalá que pudiesen actuar como mediadores o en gestión de buenos oficios ante Tel Aviv.

Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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